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Mutsuo Takahashi, Japón

5º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Mutsuo Takahashi
Traductor: Shigeko Suzuki, Junichi Matsuura y Lourdes Porta

Estudio sobre las malas hierbas

"En el mundo de las malas hierbas,
es constante la lucha por la supervivencia.
Concretamente, parece haber plantas
que segregan sustancias nocivas
para las otras plantas":
Tu, cuando eras alumno de la Escuela Secundaria y decías esto
en tu trabajo, en papel mimeografiado barato,
aún no sabías nada del alma de las plantas,
del alma de las plantas que se desprendía de sus cuerpos
espirituales.
No sabías nada sobre las sustancias del alma.
"Este no soy yo.
Fue mi alma quien mató a mi hermano.
Por eso os ruego que no me castiguéis a mí
sino a mi alma. Yo
no soy culpable".
Así se defiende el criminal.
Si dice que el alma del ser humano existe,
ligeramente desplazada fuera del hombre como imagen real,
ligeramente desplazada fuera de la planta de la vara de oro
existe el alma de la planta de la vara de oro
El acto de la planta de la vara de oro,
sin embargo, no puede dejar de ejercer una influencia decisiva
en la planta de la vara de oro misma.
El acto del alma del criminal que ha matado a su hermano
pone a este hombre mismo de pie ante la horca.
Tú, que saliste al mundo del hombre apartando
una mata de la planta de la vara de oro que se balaceaba
ligeramente desplazada del alma de la planta dela vara de oro,
debías de tener, tú también, un alma que se balanceaba
ligeramente desplazada.
¿Fuiste tú o tu alma quién escribió,
en el trabajo, lo siguiente?
"En el lugar donde el año pasado
abundaba la planta de la vara de oro,
este año vemos que su número ha decrecido considerablemente.
Las sustancias nocivas para las otras plantas
quizás la destruya a ella también".

 

Yo, madre


Para Suga, para Elena, para Hisako.


Yo, madre, siempre me despierto de un sueño doloroso:
en el fondo de la oscuridad, el sonido del hielo
                                 rompiéndose en la jarra,
y el trueno de los leños encendiéndose en el horno.
Al salir del calor de placenta de la cama
y vagar, mis ojos todavía soñolientos 
te buscan y apenas te encuentran:
esa es como una congelación gigantesca de sombra
inclinándose al suelo frío de la tierra,
un contorno confuso contra la oscuridad primordial
                                  de la cocina,
un contorno despierto por el fuego del horno interrumpido
                                  por sí mismo.
Cuando tu abultado brazo negro rojizo empuja los leños ardientes,
el fuego explosivo salta a tu cabello atado
y hace arder desde su contorno. Madre,
temo que te conviertas en una flama gigantesca. Pero, madre,
tú solamente levantas la mano y ahuyentas las chispas.
O te absorbes en la confrontación al fuego, madre
y me tranquilizo y pienso que allí esta un monstruo gigantesco.
Pero al mismo tiempo yo sé que
madre, eres una linda niña pequeña
que cruzas el puente de madera con pañuelo rojo.
Del otro lado viene el joven a grandes pasos.
No sé qué conversaron en la mitad del puente,
él pone la niña sobre su espalda, derecho,
entra a la cocina y la baja delante del horno ardiente.
Este es, madre, el Génesis de mi casa,
el procedimiento del dolor violento antes de nacer el mito.
Desde entonces ¿Cuánto tiempo ha pasado?
Yo conozco de ti sólo la gigantesca congelación de la sombra.
Madre, siempre estás inmóvil delante del fuego.
El que se mueve es padre, siempre delgado como un palo.
El padre, quien se mueve, se tira a ti a quien no mueve
y te golpea gritando algo. Se hace sólo el ruido
de las cosas que chocan. Te conviertes en algo silencioso.
Pero como el corazón dentro de algo no aguanta,
se levanta y corre a ciegas. Es aquí,
cuando pegas a tu cuerpo los hijos como los padres-pasteles de arroz
hacen con los hijos-pasteles de arroz. Nosotros o los hijos-
pasteles de arroz   para no ser abandonado de los padres-
pasteles de arroz,
madre, nos pegamos alrededor de tu sombra gigantesca
y corremos unidos a ti en el oscuro viento.

     La madre de los pechos exhaustos, la princesa,
siendo compasiva profundamente hace pender sus pechos
fértiles holgadamente, derramando la leche dulce en
abundancia. Esta tierra es la
                                tierra de los pechos para los
exhaustos, este cielo es el cielo de pechos para los exhaustos
aunque ates las cuerdas de los zapatos o dejes
atrás el fuego del horno,
todas las cosas, la tierra donde llegues y el mar que atravieses
son territorio de Mamá Grande, cualquier cosa está en la 
palma de Mamá Grande.
Ya no hay hendidura para escapar ni rincón para esconderte,
                                                    por eso,
renuncias, girarás sobre los talones, te rejuvenecerás hasta
                                                    una bebé de huesos
débiles, estarás bajo represión de los pechos horribles, te
ahogarás en el jugo
de leche abundante y morirás tranquilamente.
El viajero joven que parte de la puerta, ¡párate! Estos
                                           arreboles de la
mañana tal vez serán los de la tarde.
Las nubes extensas de leche de los pechos para los exhaustos
tan llenas de cielos y en todas partes de los caminos están
envueltas las placentas.
 

Yo, madre, denuncio
tu grandeza y tu crueldad.
Nos encierras temblorosos en la obscuridad helada,
sin embargo en tu habitación tienes las lámparas de araña
                                                  brillantes
y en la chimenea siempre crepita el fuego caliente y hermoso.
Tomando el chocolate caliente tú haces tu trabajo.
En el armario hay docenas de los finos abrigos de piel.
Para nosotros solamente un calcetín viejo, sucio, agujereado.
Madre, tu quehacer es amor a mi padre.
En prueba de nuestro amor construiremos el palacio más
espléndido del mundo, 
para mejorar las posturas de hijos, el gimnasio más
espléndido del mundo
Estoy seguro de que ellos concordarán con nosotros.
Si se oponen, los asiremos, los desnudaremos,
cavaremos un hoyo en las nieves y los enterraremos.
Si insisten tontamente aún más,
daremos un cañón que emite el fuego más caliente que chocolate.
Aun cuando murieran, tendría hijos nuevamente tanto como quiera.
Si se nos acabaran, los haríamos de nuevo con nuestro amor.
Padre, tu abultado y maravilloso escolto
y mi pelvis, como una virgen férrea, es joven y tenaz.
Sí, madre, la fundamentación de tu lógica
es una pelvis poderosa como dispositivo cruel de
desperdicios.
Nacemos de allí y morimos aplastados allí.
Yo madre, te apunto con el fusil.
Ignorando las lágrimas desbordantes en mis ojos, tú gritas:
¿Acaso no soy tu madre, eh?
¿Acaso no es tu padre, no?
Sí, madre tú eres nuestra madre
Y él es nuestro padre.
Por eso yo tengo que matarlos, a ti y a él
Porque, madre, te amo.
Madre, el jardín cerrado por donde escapas de una parte a otra,
es tu propia matriz, ¿no?
Madre, madre.
 
La madre de pechos para los exhaustos, la princesa,
siendo compasiva profundamente hasta pender sus pechos
                                        fértiles holgadamente,
derramando la leche dulce en abundancia. Esta tierra es la
tierra de los pechos
para los exhaustos, este cielo es el cielo de pechos para 
                                          los exhaustos,
aunque ates las cuerdas de los zapatos o dejes atrás el
                                                            fuego del horno,
todas las cosas, la tierra donde llegues y el mar que atravieses, 
son territorio de Mamá Grande.
Ya no hay hendidura para escapar ni rincón para esconderte,
por eso, renuncias, girarás sobre los talones, te
rejuvenecerás
hasta ser un bebé de huesos débiles, estarás reprimida por
los pechos horribles,
te ahogarás en el jugo de leche abundante y morirás
tranquilamente.
Aunque arranquen de raíz los pechos que penden, el árbol
llamado “madre-encina” nunca morirá.
Si destrozas los pechos que penden y los esparces, la selva
de “madre-encina” cubrirá la tierra.
 
Yo, madre, dejé atrás tu horno ardiente
Y no me volví. Ahora eso es la vieja mañana completamente
                                                  amarillenta
más allá de hojarascas, de copos de nieve algodonosos. O la
tarde.
Yo, madre, te mandé postales por donde quiera que fui.
¿Te acuerdas de esos paisajes?
No me acuerdo. Lo que recuerdo es
no esos paisajes, sino las sillas incómodas donde me senté
para escribirlas o las luces extrañas a mis ojos.
Un día, al escribirlas, me di cuenta de que
estas cartas no son para ti sino para mí
Y dejé de escribirlas.
Sobre mi maleta están pegados los sigilos
de innumerables ciudades, de innumerables países.
Sobre mis pieles los sigilos de memorias vagabundas más
innumerables.
Nadie conoce mi verdadero rostro
ni el nombre infantil con que me llamabas.
Yo volví como un extranjero,
más bien como un monstruo a tu nostálgico horno,
o más bien a la memoria del horno, tengo que decir.
Ya no existe el horno ni el sonido de los leños al encenderse
En consecuencia no existes tú con tu cabello ardiente.
Ni el peligroso puente de madera ni la corriente.
En consecuencia no existe la niña que envuelve en su mano
la tela roja.
Tú estás pequeña como una niña pero con la cintura inclinada
te has vuelto cada vez más pequeña y pequeña,
te has transformado en un punto y has desaparecido.
Madre, ¿dónde estás ahora?
Estás dentro de mí y aún con pañuelo rojo
cruzas el puente de madera. De repente fuiste llevada sobre
la espalda de un joven,
puesta frente al horno, inclinada te agigantas por un instante.
Yo, madre, ¿por qué tengo que esconderme después de tanto tiempo?
Durante mi larga ausencia lejos de tu vista,
yo me quedé preñado de ti. Estas entrañas grandes y torpes.
Ya nadie me cree que fui un hombre.
El cabello canoso y enredado, ya estoy de parto.
Jadeando con los ojos ensangrentados,
yo, madre, tengo que parirte
desde el fondo de mi garganta más obscura que tu matriz
junto a la sangre aguada sin fuerza, yo
madre.

          Traducción de Satoko Tamura


Mutsuo Takahashi nació el 15 de diciembre de 1937. Es uno de los poetas , ensayistas y escritores más prominentes y prolíficos del Japón contemporáneo, con más de tres docenas de colecciones de poesía , varias obras de prosa , decenas de libros de ensayos y varios premios literarios importantes a su nombre. Es especialmente conocido por su escritura abierta sobre el homoerotismo. Premio Nacional de Literatura en su país, en 1988.

Última actualización: 20/12/2021