Manuel Orestes Nieto (Panamá)
Por: Manuel Orestes Nieto
De El Cristal entre la luz (Fragmento)
i
En ti vivió siempre un caballo de madera. Los dioses
que inventamos tuvieron miedo a perder
el sentido, como faros que a nadie guían.
De piedra hicimos nuestra ciudad y también
de muertos callados.
De las esquirlas del amor quedó su cicatriz.
Y no hubo vencedor para la hazaña.
En ti la abeja construyó su panal. No hubo siglo
en que no resucitaras de cuerpo en cuerpo de mujer.
De años de esperar los navíos del regreso
se pobló nuestro tiempo.
En las primeras hojas de café está escrito:
volverá una legión a marcha forzada
a buscar sus héroes y no habrá murallas
que se resistan.
Entre tanto, cabalgó el jinete y se multiplicó
la miel.
ii.
Permíteme reconstruir el instante en que un sol anaranjado
se inclinó ante ti. La sandalia y la arena
en los trazos tenues de la evaporación del día.
La esquina de madera de tantos viajes
a tu centro. El hilo de plata sobre tu cuello
y el peso de tu presencia
como un perfecto vaso de ébano.
Permíteme rehacer el horizonte de tu mirada y la comisura
de tus labios. La mano alzada del afecto
y la vibración del mejor abrazo.
No ha de entristecernos que la vida
sea superior a nuestro sueño. Hagamos una fiesta
por los vivos. Prendamos las hogueras
y que se baile.
De carmelita se hizo tu corazón y de púrpura
su latir.
iii.
Para ti, la llave y el fulgor; para mí, el borde
de la espuma. Llegarán a tus pies los días
infranqueables como guerreros vencidos.
Y llegará, también, la llovizna como la espada
que cortaba en dos el arrecife. Una suerte
de luz derramada sobre tu frente.
Una algarabía de gaviotas revoloteando
en un recuerdo vivo.
Para ti, el cristal y la flor; para mí, la voz baja
de los templos. Las horas arenosas
y los retazos del amor como alas de corcel.
A contraviento el navío y la ola.
Si en la memoria es capaz de perdurar el ardor,
créeme que aún centellea la aurora entre la yema
de tus dedos.
iv.
Descansa también esta noche. El día vendrá de relevo
y apagarás la lámpara. Hay suficiente bálsamo
en las botellas y agua en las cantimploras.
De la piel y el hilo haremos tus zapatos
para el polvo. Será como partir.
Como recordarse con los años.
De tus diamantes los mejores se cortaron
de tus lágrimas. Y de tus adioses
perdurarán, sobre todo, las instrucciones
para el viaje.
Descansa también este día. La noche vendrá a cascadas
y las luciérnagas seguramente estarán allí.
De los millones de estrellas escogeremos
un astro guía y de la luna el entorno
de su espesura. Será como seguir.
Como proponerse lo cierto.
Cosimos a tiempo tu sonrisa en la transparencia
y las bienvenidas en el pecho
de quienes te aguardan.
v.
Tuve el honor de tus ojos.
Dos documentos impresos
donde pudo leerse por siempre
la coronación de lo vivo.
Un enjambre de estrellas, una bandada de gorriones
llenando el mar, una morada de palabras
y la espléndida explosión de la orquídea
en el filo de su violáceo amanecer.
Tuve el privilegio de ti.
De tu fluir y de tu talle
como un trazo de sándalo y arco.
Tu voluntad de metal y la imperceptible impresión
de bajorrelieve de tus manos en el aire.
Una certidumbre, un desplegar,
una aleación de lo tierno y el coraje,
como la cálida y honorable campana
de tu privilegiada resonancia.
Del libro Ardor en la memoria
AQUEL PAIS EN SU MEMORIA
Ella me hablaba del lugar donde nació,
caliente, húmedo y fluvial,
como quien cuenta el naufragio de un país.
Al oírle, daba la impresión de que esa patria selvática,
que describía hasta en los sonidos de las aves
y el temor a las jaurías de animales de ojos violáceos,
quedaba demasiado lejos.
Sus historias quedaban truncas,
abatidas por un silencio ardiente y melancólico,
hijo de una lejanía.
Siempre sentí temor cuando repetía
que los huracanes aparecían de pronto
como gigantes sin rumbo que todo lo arrasaban.
Pero me contaba de su país de montañas
desde donde se miraban dos mares a la vez,
página a página,
rugido a rugido,
como los vientos abruptos y los aguajes
que cuarteaban las orillas de los esteros.
Cuando la lluvia nos encerraba en casa
y no podíamos salir,
le pedía que me dijera cómo era aquel lugar
de árboles tan altos como el cielo
y de escarabajos de color lapislázuli.
Y, entonces, su país era una bruma alegre en sus ojos.
Su inolvidable país donde el sol era una fiesta roja
que teñía el océano,
manojos de sal y espuma en las noches fosforescentes
donde las estrellas fugaces se contaban por cientos.
El país que a fuerza de remembranzas
permaneció inalterable en su corazón de cristal
y en su memoria fresca
y que, de cuando en cuando, abría
para verlo flotar en un mar de lágrimas.
POETA DE UTILIDAD PÚBLICA
1.
La poesía te escoge, no la escoges.
Te acoge, como un tibio vientre de mujer
en el centro del amor.
Todo lo da en el acto de saber
que todo le debe ser quitado.
No trama, teje para otros. A veces con dolor.
Su principal virtud consiste
en maltratarte lo gratuito.
Acosar la turbiedad de tus días, es su oficio.
2.
Exorcizarte
para que puedan vivir contigo
las vidas que rondan en los diámetros
que es capaz de trazar tu corazón.
Te abandona cuando intentas sortear
sus consecuencias.
Huye de los lugares donde la imaginación
y el asombro han muerto
y evita pasar por donde cohabitan
los ruines de espíritu.
Está hecha de presencias
porque tiene el don de desdoblarse
sin dejar de ser entera.
3.
Hija de la palabra
la han vituperado sin poder tocarla.
Hermana de la historia
ha sido quemada y puesta bajo custodia
de los carceleros.
Con esa cualidad única
de no necesitar del reposo,
no desfallece ni conoce la fatiga.
Falsificados sus textos,
deshonrados sus leales oficiantes,
distorsionada hasta el cansancio,
prefiere la ruta del viajero
antes que vivir en los templos
que pudo edificar
por la magnitud de su luz.
4.
Humilde como ella sola,
entra sin ruido en la casa del hombre,
barre sus rincones,
limpia el polvo más apartado,
repara lo roído
y se encarga de lo roto.
Vidente de los hechos
con que se cuenta el tiempo,
la edad y lo pleno
de la conmoción de quienes se reúnen.
Andamio de lo venidero.
Fragua, constancia,
fuelle, criadora.
5.
Ante ti
hay una vergüenza confesa que aspira
a su purificación.
Alguien que ha desenterrado su piedra angular
para rehacer su pirámide
antes de que la maleza la oculte.
Has clamado porque se detenga
el sacrificio irracional
y la rajadura
de los bárbaros se cierre.
Te has interpuesto
entre la daga y lo indefenso.
Aprendiste que la conmiseración
tiene sus surtidores
en el ojo de agua de lo injusto.
A pesar de tus razones,
te tocó errar como los despatriados forzosos,
cercados y reducidos a la prohibición.
Y te han llevado en andas
largas filas de hombres serios,
estremecidos hasta la perturbación
por lo que puede provocar
la ignominia.
6.
Han querido hacer madre de la lamentación
y la desesperanza.
Velada de colorete, gracia de feria.
Te han prendido inciensos
y construido urnas de cristal.
Han difundido , sin cesar,
que naciste para el ensueño y que la vida
poco tiene que ver con tus costumbres.
Han tratado de adornarte
como joya de escaparte
y te han regalado todos los espejos
para ver en ellos
reflejadas sus conciencias.
Y tu has sabido decirles que no.
Manuel Orestes Nieto nació en Panamá, en 1951. Fundó y dirigió la revista Prisma. Recibió el premio Casa de las Américas en 1975 por el libro Poeta de utilidad pública. Ha publicado además los libros: Poemas al hombre de la calle (1970), Diminuto país de gigantes crímenes (1973), Reconstrucción de los hechos (1973), De monstruos y palomas y otros poemas (1974), Dar la cara (1975) y Panamá en la memoria de los mares (1983), entre otros. En el 2010 recibe el Premio Honorífico José Lezama Lima en poesía, de Casa de las Américas.