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Orlando Sierra (Colombia)

Fotografía tomada de la FLIP

Por: Orlando Sierra

Eureka

No pidas, como Arquímedes,
una palanca y un punto de apoyo
para mover el mundo.

Inclínate, mejor, por poner
una rosa en las manos de una mujer.

Con alcanzar su corazón,
ya estarás moviendo el mundo.

 

La obra blanca


Una casa en obra negra
es inhabitable
o por lo menos es un espacio
para mal vivir.

Igual a ella el corazón
mientras no reciba
la mano piadosa del amor.
Laborioso maestro de obra,
el amor sabe barrer
los escombros de la amargura,
poner por las paredes internas
un verde de esperanza.
El amor,
esa casa grande.


Para olvidarte


Voy a emprender una cruzada
contra el gobierno de tu recuerdo
en mi corazón.
Será un sitio asfixiante.
Te haré desfallecer tras ese palpitante
muro rojo.
Aislaré tus rutas.
Ni un suspiro, ni una lágrima
y ni siquiera la más leve sombra de tristeza
recibirán tus fuerzas.
Cubriré tus salidas.
Veré que nunca baje tu puente levadizo.
Incluso mi voluntad será vigía
para impedir que te lances
al río de mi sangre.
No me herirán las piedras
catapultadas de tus ojos,
no caeré de nuevo
en la oscura trampa de tu sexo.
Te depondré, mujer.
Te haré marchar definitivamente
hacia las áridas
tierras del olvido.


Esperemos la noche


Amada:
deja ya que el reloj remate el día y
que siga su tic-tac la estrategia de
la luna y que duerma el crepúsculo
en mi alcoba, mientras palpo ansiosamente
tu figura.


Pordiosero


Alguien grita en la calle
a voz en cuello:
hasta aquí llegó.
Todos ponen cerrojo a sus miradas.
Un cuerpo en el vacío
derrama su nostalgia entre las venas.
Unas manos sostienen la rutina
de implorar.
Y alguien mancha la acera con la tinta
de anónimo dolor.


Homenaje a un músico


Saliva blanca de boca negra
inflando sonidos que revientan como burbujas
en el aire de una multitud
fanática del Jazz.
Louis Armstrong es el trompeta.
Su música la sienten
los gangsters de la época
-las gentes de la época-
con un aire más familiar
que escuchar el trino de un pájaro en verano.
Un reloj va empujando el tiempo en su carrera
y la boca negra
que se fue con su filtro dorado hasta la gloria
en la época de la depresión
sigue aún con su música prendiendo los salones


Señales de difunto  


Empezaré por decirles
que no me importa el refugio.
Sé de antemano donde se halla el lugar,
no sabiendo exactamente
el sitio determinado.
Sin embargo (lo más seguro) iré a ojos cerrados.
Reviviré mi antigua
severidad de rostro
(ahora por razones valederas).
No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados;
tampoco preguntaré
qué se hubo de hipotecar para conseguir la caja
(será incómodo hablar en ese instante),
además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.


Caridad


En el cuenco de la mano
de la estatua del mendigo
beben los pájaros.


Certeza  


Ahora que sé
que el aire más puro que respiro
es el que viene de tu aliento
reconozco que te amo.


El corazón aparte


Que todo cuanto recibas en tu contra
tenga su punto final
al borde del corazón.

Que él sea ciego,
como espejo en la noche,
a las evidencias que reciben tus ojos.

No emborrones la página destinada al amor
con textos de sangre
o de miseria.

Mantenlo – como a un hijo – al margen
de tus arduas batallas.
Déjalo ser feliz


Orlando Sierra (21 de septiembre de 1959 - 1 de febrero de 2002) fue un columnista colombiano y subdirector del diario La Patria en Manizales, Colombia, murío asesinado por sus criticas permanentes a la corrupción en Colombia. También fue novelista y poeta y se graduó en Filosofía y Letras. Libros de poemas publicados: Hundido entre la piel (1978), El sol bronceado (1985) y Celebración de la nube (1992); Punto de encuentro, Manizales, Editorial La Patria, S.A. 2002;  Poemas- Revista Golpe de Dados (2008). 

Última actualización: 12/11/2021