Paolo Ruffilli, Italia
Por: Paolo Ruffilli
Entre Trouville y Honfleur, Calvados: 12 de agosto
despeñadero al mar
de la colina
derrumbe de setos pasto
cielo rayado ceniza
gris-azul tenue
celeste
Calle abajo entre manzanos
tras la curva del pueblo,
en mitad de la cuesta,
hay una banca
de una antigua hostería.
Sentados almorzando
se ven pasar
entre las ramas naves
y se divisan marineros
pegados a las barandas.
Un gato se mueve sin cesar
bajo la mesa:
tiene el hocico como una bola
y por encima olor
a pescado podrido.
La mesera trae
un plato cada vez
y canta pasito:
"douce vipére..."
(Qué estado de placer
es estar quietos
siguiendo con los ojos
a alguien que se mueve
a lo lejos...)
(Tierno listo y silencioso,
solo flexible blando.
Nada ni nadie despierta
en mí más ternura que un gato).
(Me acuerdo que una vez
no querías tomar vino
y rechazabas la euforia
porque -decías-
era una cobardía
perderse la lucidez).
(Me quedo petrificado
toda vez -no muchas,
se cuentan con una mano-,
que encuentro alguien
con una misión en la vida
de verdad).
Cámara oscura
(fragmentos)
COMPRIMIDO Y DISTANTE
el objeto se entrega
al objetivo.
Condenado a morir,
queda allí suspendido
por tiempo indefinible,
absurdamente dibujado
en su ser desbordante.
Acto fallido.
(DE MEDIO CUERPO,
una pareja:
él con sombrero
de fieltro y un gasné
de seda parda
enroscado al cuello;
ella con un blusón
a rayas hasta la barbilla,
como murciélago.
Unidos, sí, por distracción.
Miran, cada uno,
en una dirección.
Podemos entender
que había viento.)
Ella no quería
pero mi abuelo, de acuerdo
con su familia,
preparó los papeles
y la casó
la víspera de Navidad
del dieciocho.
Hacía siempre,
a pesar suyo,
todo lo que se le pedía.
Y fue en la vida
lo que no quería:
sierva y mujer
traicionada. Soportó
que el marido
tuviera dos casas
y que las mantuviese
con su trabajo.
No tuvo nada o
poco de cuanto
más anhelaba.
Y aun aquel decoro
que esperaba
se le negó del todo.
Siempre iba,
por doquier, con el dedo
sobre el mapa,
a la caza del tesoro.
(EN FILA SOBRE
la pasarela
de abordaje:
la niña con signos
en la camiseta,
su madre con el busto erguido,
el padre encima
de todos, en la
tabla inclinada
sobre el mar que los deslumbra
al caer la tarde.
Y detrás, anclado,
aparece en la vela
el blasón de Saboya)
Él, monárquico
en casa socialista,
era la oveja negra
de la familia.
Su mujer, costurera,
lo incitaba diciendo
que así habría
ganado más respeto.
Él, que había sido
tan osado, y luego fascista
desde primera hora.
Con un grupo de amigos
se veía, para vencer
el aburrimiento
y repartirse Europa en el mapa.
Con los otros lo mataron
en el dique del río,
una mañana muy temprano.
Lo descubrieron en el cesto
de las plumas de oca,
siguiendo los pasos
de la hija que jugaba
al fondo del sótano,
bajando y subiendo
hasta la ruina.
(DE PIE,
con la mano sobre el brazo
de un divancito
de madera.
Una gran boina vasca
de la cual salen en corona
los cabellos, en
un vestido pesado
con falda plisada
y redingote,
con el cuello
y los puños de terciopelo.
Sobre el fondo,
detrás de la cabeza,
un telón de brocado
sostenido por un grueso
cordón de seda.
Se ve escrita una fecha:
1.4. del '18).
Ha sido para ella
el período más bello
de su vida,
aquel en que,
muchacha de un pueblo
de montaña,
bajó para servir
en una casa burguesa
de Florencia.
Le gustaban las calzadas
a la hora del paseo
y las sombrillas
abiertas bajo el sol
y los landós parados
al lado de la calle.
Y, los domingos,
vestirse de fiesta
para lucir también
su figura.
Está convencida de que
sólo allí
la han querido
de verdad
y dice que desde entonces
sentía miedo,
no curiosidad,
por lo que le esperaba.
(RÍE MI MADRE
volviendo la cara,
y mueve apenas
los cabellos ondulados
sobre la espalda.
El joven delgado,
más allá de ella, levanta
pensativo la mirada,
está como inseguro
de una sonrisa,
en la tarde tibia
que adivinamos).
A los arbustos del río
guió a mi madre
el primer enamorado
y su hermano celoso
que espiaba sus pasos,
corría tras ellos
arrojándole piedras.
Cayó una mañana
en un adiestramiento
antes de partir
hacia el frente.
Y ella fue a dar, con
el eco de la gloria,
lo poco que entre los restos
fue encontrado.
Hojeándole los recuerdos,
siempre he pensado
en aquello que fue
y que pudo no haber sido,
en el azar al que se une
cada historia.
Paolo Ruffilli nació en Rieti en 1949, vive en Treviso. Es poeta, ensayista, traductor, biógrafo y editor.Ha publicado poesía: El roble de las urracas (Forum, 1972, 2ª ed. 1974), Cuatro cuartos de luna (Forum, 1974, 2ª ed. 1976), Noticias de las Hespérides (Forum, 1976), Pequeño desayuno ( Garzanti, 1987 , 3ª ed. 1996, Premio Americano de Poesía), Diario de Normandía (Amadeus, 1990, Premio Montale), Cámara oscura (Garzanti, 1992, 3ª ed. 1996), Nubes (con fotos de F. Roiter, Vianello Libri , 1995, 3ª ed. 2000), Alegría y duelo (Marsilio, 2001, 3ª ed. 2002, Prix Européen), Las habitaciones del cielo (Marsilio, 2008, 3ª ed.), Asuntos del corazón (Einaudi, 2011, 3ª ed. 2019), Naturaleza muerta (Aragno, 2012, Premio de Poesía-Filosofía), Variaciones sobre el tema (Aragno, 2014, Premio Viareggio), Cosas del mundo (Mondadori, 2020). De ficción: Preparativos para la partida (Marsilio, 2003), Otra vida (Fazi, 2010), La isla y el sueño (Fazi, 2011). No ficción: Vida de Ippolito Nievo (Camunia, 1991), Vida de amor y maravillas del señor Carlo Goldoni (Camunia, 1993). Además de numerosas curadurías de clásicos italianos e ingleses.
Tradujo: K. Gibran, Il Profeta (San Paolo, 1989; 10th ed. 2002), R. Tagore, Gitanjali (San Paolo, 1993),The Celestial Muse: un siglo de poesía inglesa de Shakespeare a Milton (San Paolo, 1999), The Celestial Rule The Book of Tao (Rizzoli, 2004, 2nd ed. BUR 2007), Osip Emil'evič Mandel'štam, The wolves and el ruido del tiempo (Biblioteca dei Leoni, 2013), Costantino Kavafis, El sol de la tarde (Biblioteca dei Leoni, 2014), Anna Achmatova, El silencio del amor (Biblioteca dei Leoni, 2014), Boris Pasternak, La noche blanca (Biblioteca dei Leoni, 2016), Gibran, El profeta (Biblioteca dei Leoni, 2017).