Marcos Rodríguez Frese (Puerto Rico)
Por: Marcos Rodríguez Frese
MITO
El mar, viejo enemigo lujurioso,
acostumbrado a amar revolcado en su lecho,
encrespado en el día y, a la tarde,
cansado ya, extenuado de orgasmos ilusorios,
te vio conmigo, cofre de lengua esclava,
carne de llamas húmedas, prodigiosa
criatura sobrevenida al mundo para el júbilo.
Te vio conmigo, mano que toca y ciega,
piel en que se sonrojan claveles y esperanzas,
chorro violento de soles quejumbrosos,
y ya no pudo más acomodar sus líquidos,
encharcarse en el sedante del crepúsculo.
Sé que levantó sus ojos hasta donde las nubes
se lavaban, se adelgazaban de espumante celo
y salían a repoblar un cielo sin destino.
Te vio conmigo, miró tus pies descalzos,
tus muslos de caer rendido como el viento,
adivinó tu vientre de caminos borrados
y se quedó en sigilo
esperando tu entrega rumorosa.
Después irguió sus manos efervescentes, agrias,
se arrastró muchas veces por la playa, y lamía
por querer alcanzar, violar tu ensimismado
corazón anheloso, sólo por golpearme.
Pero no dejó más que un sabor a marina,
a sal cernida en el lienzo del aire,
impreso con las lenguas ancianas de su aliento.
Te vio conmigo.
Se quedó envidiando.
De usted nadie se acuerda, señor.
Se queda solo, como está, a pesar de los ojos
de la visita de la tarde, viajero, qué sé yo,
rastreando por el viento la huella de la luz,
y no aparece. Sólo queda el recuerdo.
Usted personifica la paciencia, eso
que Job manejó casi hasta llegar a la ceniza.
La alondra no lo toca, sólo al suelo.
El pez hasta ignora que existe.
Pero usted se adelgaza hasta cansarse
trepándose en el aire igual que un alarido.
No me importa si no lo logra, a veces.
¡Cuánto cuesta! Es un poco
como buscar aliento en la ciudad de humo.
Alguno, algún caballero andante del espectro,
a contra 1uz, alza un pincel en ristre
y, si lo apresa a usted, vuelve a su brillo,
como si lo hubiera resucitado al fin,
¡A quien importa! A mí,
porque lo amo a pesar del olvido y el silencio
de sus indispensados patetismos.
Queda en usted como en una savia oculta
por ese tórax, espiga de su impulso,
tronco vuelto a vivir a golpes de pasión y de ternura,
porque ama al día, al corazón del día sobrehumano.
Yo aquí lo miro, lo admiro, sin nostalgia.
No se ilusione usted con mis alardes.
Después de todo, usted y yo vivimos
porque ya no nos queda más remedio.
Madrigal
Dulce eclosión amante de lo amado:
¡Ay! este nacimiento indetenible...
¡Tanta copia de aurora en lo ostensible
de este perfil de nubes circundado!
Está de vida el mundo ya aireado
con toda su canción de luz posible.
El aire está refresco y definible,
tocado por tu cuerpo, el intocado.
La luz me llega pura y desatada,
provocándome en raptos celestiales
a inclinarte la sangre que me mueve.
Y vocea mi voz que está callada
de tantas alegrías virginales
ante la creación que de ti llueve.
Caracol
Como dentro de un caracol
me apego a ti
negando que haya un tiempo de este día.
Falta el aire, el destino, una sonrisa,
y nada se aborrece
más que la claridad.
No creo que tengas salud en tus brazos,
porque te impido que puedas ejercitarlos.
Nada, no obstante, imita más tu sombra
que los remansos del río ante la luz del monte.
Yo me apego a ti para romper tu magia,
a que el gusano sepa que algo más trae el día,
para que el caracol no deje entrar la luz,
porque tu sombra viaja.
Sentida nota de duelo
(Fragmento)
Supongo que está bien que continuemos
diciendo cuentos tristes a la noche,
repasando la mano a la esperanza,
tratando de creer que todo es pasajero.
Y en verdad que no es nuevo
andarse por las ramas.
Lo mismo se resignan esos pájaros
para los cuales hubo un invierno crudo
y no hubo migración y allá te quedas
sin las bien ponderadas coyunturas.
“Qué hermoso es, cuando hay sueño,
dormir bien... y roncar como un sochante...
y comer y engordar! Y que desgracia
que esto solo no baste!”
...Aunque, acepto, soy malagradecido,
porque tampoco me consuela el llanto.
Marcos Rodríguez Frese nació en Puerto Rico en 1941. Ha publicado en la revista Guajana, de la que es miembro fundador; en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña; en Revista de Estudios Generales, de la Universidad de Puerto Rico; en Mundo Estudiantil, de La Habana; en la Revista del Ateneo Puertorriqueño; en Verde Olivo, de La Habana; en Revista Nacional de Cultura, de Caracas y en la revista de poesía Mairena. Sus dos libros publicados hasta ahora son Árbol prohibido (1971), primer premio de poesía del Ateneo Puertorriqueño, y Todo el hombre (1971), también, primer premio de la misma institución. Ha cultivado la narrativa en el género del cuento, por la cual ha sido premiado en el certamen de la Sociedad de Hijos del Antiguo San Juan y, también, en el Festival de Navidad de Ateneo Puertorriqueño. Figura en la antología editada por Marcos Reyes Dávila, Hasta el final del fuego.Guajana. 30 años de poesía.