Samuel Serrano (Colombia)
Por: Samuel Serrano
El viajero ciego
Voy a campo traviesa
sin pisar una hierba,
remontando raudales
sin remos,
sin canoa
o labrando la tierra
sin yuntas,
sin metales.
Estoy en la vendimia,
la zafra,
la molienda,
y bebo leche cruda
y frutas
y panales.
Aroma a campo abierto,
a estiércol,
a cosecha,
al río color ocre
que me arrastra en su voz.
Hace ya tanto tiempo
que perdí los paisajes
pero abro la ventana
y descubro caminos
sin pisar una hierba.
Noches de tregua
Eran frecuentes en el pueblo apagones nocturnos
y el forzoso cambio de actividad a que nos empujaban
era ya parte de nuestra cotidianidad;
los adultos resignados poblaban las terrazas de las casas
con taburetes, mecedoras de mimbre
y el parloteo de sus frusterías,
mientras nosotros, brujitos assépticos,
armados de bolsas plásticas
y largas varitas de matarratón,
nos disponíamos a nuestro safari
de sapos y salamandras.
Pero había noches de trégua en nuestra labor implacable,
noches que asperjaban las calles
miríadas de estrellas fugaces,
de luceros tímidos,
y nosotros,
tomandolos en las manos,
conmovidos por su cálida intermitencia,
jurábamos que al día siguiente
exterminaríamos de una vez por todas
a los batracios y reptiles que los devoraban
¿Cómo podia de niño imaginar, que mi suerte
sería una paráfrases de aquellas noches?
Sería esforzarme en las sombras
por librar los caminos de seres untuosos
y contar en las tréguas de la lucha,
con las luciérnagas de ternura de tus ojos,
que nuevamente han parpadeado junto a mis labios
y me dices que son besos de mariposa;
mientras escuche el aleteo de tus pestañass,
un colibrí de amor há de se seguir
veteando de oro mi esperanza.
Rondel
Me encanta verte desbocada,
como una roca embravecida,
como una ola despeñada,
como un alud de nieve ígnea,
un kamikase delirante,
una bandera tremolando en una guerra de liberación,
un meteoro de fuego
penetrando las aristas de otro cuerpo,
una amazona temerária
galopando impetuosa
hacia lo inevitable,
conquistando a horcajadas,
sobre el tiovivo de sexo,
el planeta más intenso.
Me encanta verte desbocada.
El hacha de piedra
“Fifteen men on the dead man’s chest
Yo- ho- ho, and a bottle of rum”
Robert Louis Stevenson
En aquel tiempo yo soñaba con Blind Pew
y como él también tenía mi tesoro;
eran conchas de mar,
insectos disecados,
plumas de un ave hermosa
salpicadas de azogue
y sobre todo un hacha,
maciza, hecha de piedra,
que hablaba de rituales,
de sangrientas ofrendas.
Había costado hallarlo,
acumular sus piezas,
extraerlo del mar,
de las montañas,
de las densas arenas,
de las tupidas hierbas,
pues eran caracoles de conchas veteadas,
inquietantes insectos de brillante coraza,
plumas de pavo real con ocelos de oro
que tenían la virtud
de guiarme hacia otros mares
donde había galeones entre algas viscosas
y un timonel ahogado
aferrado a su rueda
giraba eternamente entre cofres y espadas
o hasta grutas perdidas en mitad de los montes
donde el duende guardaba
un diamante de fuego.
Pero de aquellas prendas juntadas con esmero
era el hacha de piedra,
ritual y vigorosa,
la que mejor me daba su fuerza primitiva,
su potencia animal,
su irradiación oscura.
La apretaba en silencio
pegándola a mi boca
cuando sentía a mi padre que llegaba borracho
y golpeaba a mi madre entre gritos brutales.
Luego mordía su filo como una ceremonia
y lavaba con sangre las lacras de mi casa.
Samuel Serrano (Aracataca, Colombia, 1963) Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás de Aquino (Santafé de Bogotá, Colombia), doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de Canto rodado (premio nacional de poesía, 1996) y Ritual del recluso (1991). Desde 1996 reside en Madrid (España) donde ha publicado ensayos y artículos de crítica literaria en Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera, Babelia de El país y Revista Virtual del Instituto Cervantes.