Sigbjørn Skåden, Noruega
Traductor: Nicolás Suescún para Prometeo
Lectura de poemas en el 22º Festival Internacional de Poesía de Merdellín
Sigbjørn Skåden (nacido en 1976) es un escritor sami de Skánik/Skånland en el norte de Noruega. Tiene dos maestrías en la literatura, una de la Universidad de York sobre el poeta caribeño Derek Walcott, y otra de la Universidad de Tromsø sobre el desarrollo de la poesía Sami en el siglo XX. Hizo su debut como escritor de ficción en 2004 con el largo poema épico El Rey de los Zapateros. Por este libro fue nominado al Premio de Literatura del Consejo Nórdico, el premio literario más prestigioso de los países nórdicos.
En 2008 publicó la breve novela conceptual Ihpil: El Salvador de los Niños Perdidos y en 2010 publicó su segundo libro de poesía Una canción para Prekariat. También ha escrito numerosas obras para representaciones teatrales y exposiciones. El rey de los Zapateros, 2004, es un largo poema épico situado entre las dos guerras mundiales en un pequeño pueblo sami en el norte de Noruega. Skåden ha utilizado el mito de Europa Central sobre el Judío errante, el zapatero José, que fue condenado a la vida eterna y el desarraigo eterno por golpear a Cristo en la Vía Dolorosa, para retratar a un sami cargado de culpa que se debate entre la chica que ama y el amor por su pueblo.
“La preocupación por la palabra y la frase, la ambición de formar la frase perfecta, la inclinación a inventar y reinventar el lenguaje, son todas descripciones apropiadas para el poeta, y todos estos temas que se vuelven cada vez más importantes en un mundo globalizado donde una miríada de influencias constantemente atenta contra el lenguaje y la cultura por todos lados. El poeta lucha y desgarra el lenguaje, negándose a perder el conocimiento de sí mismo.
Siempre he pensado en la globalización como algo amistoso. Para un pueblo sin estado como los samis, minoritarios en cuatro diferentes países, la globalización ha sido liberadora. El pueblo sami y su cultura y artes siempre han visto con recelo la influencia extranjera: siempre hemos opuesto resistencia al cambio. La razón de este escepticismo fue el estado minoritario del pueblo sami y los largos siglos suprimiendo la presión de las culturas mayoritarias que trazaron fronteras en la tierra sami y la dividieron entre ellas. Por muchas generaciones esta fue la única influencia que tuvieron los samis, una influencia que amenazaba con arrasar nuestra cultura. Como resultado de esto, los samis se convirtieron en una nación de puristas: todo lo que no era sami tenía que ser rechazado.
La globalización fue en alto grado un alivio. La sofocante presión de una única mayoría se trocó en un bombardeo constante desde todos lados. En un mundo global todo el mundo es una minoría. La escena artística sami se ha dado cuento de esto. Resiste las influencias menos que antes. Conservar lo particular sami pero tener un alcance global es lo que he querido hacer en mis escritos. El lenguaje con el que escribo es uno de los más inaccesibles del mundo. Por lo tanto, el lenguaje debe acceder al mundo. Quienes usamos la lengua tenemos fé en ella. Luchamos y la desgarramos, la inventamos y la reinventamos, no dejamos que permanezca como es".
EL REY DE LOS ZAPATEROS
Parte 1
A casa vine en barco
pal-pal-palpitando hasta la orilla,
latidos del corazón a flote.
Imposible descifrar
las cosas por venir
en la costa verde,
con ojos rojos.
Este era mi hogar, mis pies enraizados en tierra conocida,
los ojos chorreando pecado,
traje los más sórdidos pecados jamás
vistos aquí,
hasta la costa verde
en un barco pequeño
pesados los pies por las pérdidas,
pero no podía detenerme,
mi nombre es Jusup,
fugitivo.
Ojos conocidos
desde el otro extremo del mundo
penetran mi piel y mis huesos
en busca de mi alma,
o así parecía;
amarré mi alma, invertí mi forma
“¡Deja de mirarme fijo!”, palabras vuelan a través de mi mente
y rápidamente:
“Coge la maleta de Jusup, ¿no te das cuenta?
¡Un viajero! ¿Tu madre no te enseñó nada?”
“¡Vaya!”, gritaron los pies
y hacia el este fue
olisqueando un aroma olvidado,
¡pero escucha!
Los últimos susurros escuchados en los abarrotados muelles
resuenan todavía en los oídos del danzante:
“¡Malditos bastardos lapones...!,
Palabras dichas a Jusup desde los extractos del
mundo,
y que no pueden tocar el alma del fugitivo.
Hacia arriba, hacia arriba se curvaba la trocha,
quien sabe no necesita
presentación.
Hundí mi alma en los amigables corazones
y al menearme en el asiento de atrás
el gozo de ver a mi alrededor me abofeteó,
era yo,
Jusup,
todas las fibras de mi cuerpo
asentándose dentro de mi corazón,
en mi camino hacia el centro de mi alma,
sí, era yo,
Jusup,
el corazón palpitante,
condenado condenado condenado condenado
el lamentable
por fin en el hogar.
Parte 2
Como ven soy el héroe de esta historia,
yo,
habiendo olvidado los hechos
en la granja
cuando volví.
Medito las costumbres del hombre
pues no puedo ver la razón
¿pero cómo
averiguar
cuándo estoy atorado en mí mismo?
¿No alcanzas a oír, Jusup?
¡Vamos a la iglesia!”,
y a la iglesia fueron:
el cura habló sobre los pecados mortales
¿pero por qué no habló de mí?,
¿por qué no dijo que yo era un pecador
siendo pecador
y debiendo mi alma arder en el nido del demonio?
¿por qué no predica el cura la verdad?
¿no sabe él acaso sobre los viajes del alma?
Y cuando terminó de hablar
vi claramente la extrañeza
de las costumbres del hombre
pues comprendí que el cura nunca me daría
acceso al mundo de los pecadores.
No tenía yo pecado en esta iglesia,
me enviarían al cielo,
a mí, a mí el pecador.
No podía respirar
y ya fuera de la iglesia,
bajo los rayos del sol,
me enfrenté a mis pecados,
pecados sin los que no puedo vivir.
El escudero del Señor quiso
robarme mis pecados,
llevarse mi alma,
pero escapé,
más poderoso incluso que el espíritu santo,
y descansé.
Había tumbas de difuntos
por donde se mirara.
Un antepasado
es un antepasado
es un antepasado
apaciblemente yaciendo en la masa oscura
descansando junto a mí.
Me senté en la tierra
llena de mi sangre helada,
expeliendo el aliento a tiempo
con las palabras del escudero,
por favor,
por favor,
por favor, antepasados míos,
denle vía libre a mi sangre,
tranquilamente,
tranquilamente,
debería fluir,
pero nada me concedieron
y quedé aprisionado
fuera de la casa del Señor
bajo una endiablada corriente
a la espera de mi juicio como un hombre.
“¿Qué le pasa?”:
Lo podía leer en los ojos de la gente.
Yo sí lo sentía todo,
pero no sé nada seguro
y el escudero del Señor liberó
a todos los frívolos pecadores.
Ten piedad de mí, Escudero,
pues nunca alcanzaste a
a limpiarme.
Parte 3
¿Es que no ven?
¿No son parientes acaso?
No supe qué pensar de
lo que oí,
lo que vi,
lo que probé.
No había entendido
y tuve que caminar solo,
yo,
el hijo favorito del zapatero de Jerusalén,
haciendo mis propios zapatos para caminar
con cada paso que doy:
“errarás hasta el último día”
—nunca antes había comprendido
estas palabras de mi juez.
“Querido juez, no me abandones,
eres mi voluntad,
mi mente,
¿no lo ves?
Sin ti vago solitario
pues eres mi única esperanza
y siento esto dentro de mí:
si pierdo a mi juez, pierdo mi juicio,
perdido el juez,
¡apresúrate-apresúrate-apresúrate,
oh tú, desdichado
Jusup!
¿Oyente, quieres
La historia completa?,
¿quieres la miseria?,
¿quieres todo el corazón?,
¿quieres lo inexplicable?
Sí, soy yo, hijos míos,
Soy el judío errante,
me llamo Jusup,
ya lo sabes,
en soledad deambulo por todo territorio.
Las manos me han ayudado siempre
Tienen mente propia,
y fueron las manos
las que me llevaron hacia el sur.
Laborioso fue Jusup y favorito en el muelle.
extraños fueron los camaradas,
extraños los amigos,
y muy distinta la forma de ser de mi familia,
muy distinto el calor que me dieron,
pero todo lo acepté de buena fe
y lo compensé como siempre lo hacía,
y sucedió lo más maravilloso:
de pronto tenía
en las palmas de las manos
un corazón
que cobró vida
frente a mí,
alguien que nunca había visto
—Thea era su nombre
y mis manos temblaron.
Querido oyente,
¿escucharás?
¿aceptarás
las sutilezas de Jusup?
No sabía yo que las cosas eran así
y me hundí
en ella.
Parte 4
Thea, Thea mía,
no puedes imaginar
la dulzura
del imaginario de Jusup
al escribir a tu lado,
mirándote dormir en la noche
inmerso en la palma de tu aliento,
mientras el aroma de tu piel me transportaba
al reino de Thea,
al reino de Jusup,
tu mirada fija,
cantando con tu voz chillona
canciones que no sabías:
me diste paz,
y yo,
yo, insensato Jusup,
repté en el corazón de una niña del sur,
y descansé.
“José, creo que puedes leer mis pensamientos”,
y así era.
La cocina,
el desván,
la capilla,
el esquife,
los hombros,
los dedos,
los tendones,
alguna cosa,
—las manos de Jusup lustran
el alma del encantador
y adhieren los dedos a los tendones.
La sabia voz del abuelo:
“nunca te aventures al sur...!”,
pero yo me aventuré:
sin contar con los ancianos maldicientes
“yo soy Jusup,
yo soy Jusup,
yo soy Jusup”,
y así me aventuré.
¿Hay algo en la tierra
más sorprendente
que la gran miseria
del pobre judío errante?
Soy todos los nombres en los libros sagrados.
Oh, rey de los zapateros,
¿me has visto?
Recorro las plazas de tus pueblos,
los caminos de tus aldeas,
los turbios ríos de tus ornamentos:
Laquedem,
Buttadeo,
Ashaverus,
Kartafilius,
hago zapatos para todos
para hacer girar mi diminuto mundo;
sin mis zapatos no sería Jusup,
laboriosos dedos cosiendo recónditos ornamentos mentales,
impulsivo recorro la historia en el brillante ropaje de un rey,
¿me has visto?
mis zapatos
aplastan excentricidades
al recorrer yo la tierra:
¡Da datta dayadhvam
Shntih, shantih, shantih!
Cumple con el deber debidamente,
¡Satán, Satán, Satán!
Parte 5
¿Hay algo en la tierra
más sorprendente
que la gran miseria
del pobre judío errante?
Soy todos los nombres en los libros sagrados.
Oh, rey de los zapateros,
¿me has visto?
Recorro las plazas de tus pueblos,
los caminos de tus aldeas,
los turbios ríos de tus ornamentos:
Laquedem,
Buttadeo,
Ashaverus,
Kartafilius,
hago zapatos para todos
para hacer girar mi diminuto mundo;
sin mis zapatos no sería Jusup,
laboriosos dedos cosiendo recónditos ornamentos mentales,
impulsivo recorro la historia en el brillante ropaje de un rey,
¿me has visto?
mis zapatos
aplastan excentricidades
al recorrer yo la tierra:
¡Da datta dayadhvam
Shntih, shantih, shantih!
Cumple con el deber debidamente,
¡Satán, Satán, Satán!
Pon tus manos en la tierra,
que sangren las lágrimas de tu corazón,
la travesía aumenta,
Jusup ata sus zapatos:
muchacho de la aldea,
marcador de ecos,
donante de nociones,
secador de parentesco,
mozo de granja de ovejas,
comedor de vísceras,
barco de pesca en el mar,
hacedor de matracas,
lastimoso reptante,
cebador de ira,
diminuto trepador de granja,
sucio lanzador de rey y reino,
corredor quebrantado,
matador de gigantes,
implacable y lagrimeante fraude de estólida cara.
Me puse el uniforme algo perfumado,
el ligador de tendones,
ata sus pies a las miradas de la pared del parentesco
y deja que la tierra entreteja
las entrañas humanas al borde del mar.
El juicio final
acabará tu tormento.
Nací hace veintitrés años,
robusto bebé de sano corazón.
Mi mamá solía acunarme en su canto
diciéndome dulces palabras,
mi primer recuerdo
son los dibujos de noviembre
del día que aprendí a esquiar,
soy el príncipe guerrero de los matorrales de mimbre
la avena silvestre del cascajo.
Nací pariente,
el corazón hecho con el aroma de prados recién cortados,
del arenoso camino a la escuela y de historias susurradas en la
mesa de la cocina,
soy un chico pescador y labrador,
y cuando pisé la cubierta
del barco rumbo al norte
me convertí
en fugitivo
y del mismo modo
el que vuelve a casa.
Parte 6
En la noche en la cubierta barrida por el viento
estaba sentado un trovador
vestido de gris y con un sombrero barato
cubría la orilla del mar
con una serie de recuerdos
en los que yo viajaba hacia el norte,
blanca la espuma en la borda del barco
contra la belleza de la noche,
al escuchar yo en silencio
el plegadizo remolque de la Tierra del Norte.
No era el viento,
era el acordeón y su dueño,
y los dedos del trovador nos movían a lo largo
de los fiordos y la costa
al ritmo
de los zapatos caminantes
del fugitivo
que llega a casa:
No nos preguntaron
cuando aún no teníamos rostro,
si queríamos vivir o mejor no.
Ahora voy solo
por una ciudad extranjera
y no sé,
si ella me ama.
Miro por las ventanas,
por el cristal de la puerta y la ventana,
y espero,
espero algo.
Si me permitiera desear algo,
me daría vergüenza,
de lo que debería desear,
un buen o un mal momento.
Si me permitiera desear algo,
quisiera ser un poco feliz,
pues si fuera demasiado feliz,
tendría nostalgia de la tristeza.
Si me permitiera desear algo,
me daría vergüenza,
de lo que debería desear,
un buen o un mal momento.
Si me permitiera desear algo,
quisiera ser un poco feliz,
pues si fuera demasiado feliz,
tendría nostalgia de la tristeza.
El trovador era un español,
Un hombre de mundo,
su nombre
Juan Espera a Dios,
sus palabra difíciles de entender,
pero nuestras mentes se
fundieron
al unirse al Acordeón y los zapatos caminantes
lejos en el mar desolado
donde no llega el mundo
y los pecados flotan tranquilamente.
Publicado en noviembre de 2012