Juan Carlos Vilchez (Nicaragua)
Por: Juan Carlos Vilchez
Itaca móvil
Este hombre carga la bahía
al igual que una taza de sopa.
El líquido fluye
por cisternas y cauces mucosos
hasta desaguar después en algún mar.
Un poco de él nutre las raíces
como una secreción
donde se ahoga el recuerdo.
Un día decide rotar la brújula
con el sedimento atado a las espaldas.
Sólo entonces sabe
que Itaca cuelga de sus hombros.
Así se da cuenta
que él es el puerto
y también el navegante.
Tomates
El tomate es un mundo rojo
un círculo en el mapa
de una ciudad perdida
tiene el temblor de un témpano
que navega hacia un puerto sin edad
dónde todos los caminos se cruzan.
Indescifrado
su interior guarda ese combustible
que inflama —detrás de las cortinas—
los vientres de la eternidad
y se aferra a los precipicios
que salen de paseo por las noches
en nuestra compañía
esperando la consumación.
¿Y nosotros?
Convencidos de su redondez
y permanencia.
De patria y lengua
De patria y lengua
Primero se vende el territorio
lo de las palabras viene después.
Ocurre en todas partes
pero en estos confines
se exacerba hasta el delirio.
Antes ya lo habían anunciado
Pessoa y Saramago
“la patria es solamente la lengua”
tierra de inciertos sonidos
que algunas tardes
insisten en florecer.
Después de cada transacción
los propietarios arrojan a los campos
tercos demonios verdes
y en las miradas ya esquivas
otros signos maduran
otras posesiones.
De líquidos y navegaciones
Mis amigos hablan siempre de un río
cuyas aguas pasan hacia ningún lugar
y tampoco se detienen.
No vuelven —dice Heráclito—
mientras Zenón insiste
en que son las mismas
y no otras.
¿Será o no será un líquido
de lo cual se habla?
Quizás este fluido no cabe
en el cauce del mundo
y tampoco en una vida.
Tal vez observamos
y al mismo tiempo navegamos
de tal manera que flotando
nos creamos el hábito del ser
aunque verlo no podamos
y si por mirar no somos
se hace imposible entonces
navegar.
Epitafio I
Insistió en perdurar como forma
y obviamente no pudo.
La eternidad
—es decir— la transformación
lo acogió como a todos
pues la materia nunca es igual
a sí misma
cada instante ya es otra.
¡Ah!... ¿Y las palabras?
Espasmos del azar
excrecencias de la carne
alimento y combustible
del vacío.
Desde lejos
Desde lejos
—sin apenas notarlo—
hemos llegado a esta tarde
en la que finalmente contemplamos
el crepúsculo.
En lo alto
el sol aún deslumbra
como un espejo
que nos devuelve imágenes
tantas veces repetidas.
Habitamos entonces ese instante
como una apoteosis
a punto de derrumbarse
bajo la madurez de la luz
muy cerca ya de la ausencia.
El escenario se comparte con nubes
deshilachándose
como un telón en llamas.
Sin embargo... ¿ qué esperamos sentados
en la orilla?
si el mundo se incendia otra vez
frente a las aguas
y cuando la sombra
borra ya nuestros contornos
un giro del azar
tal vez un coraje
germine viscoso
en la cavidad más tibia
de la sal.
Opciones
Una mente muy lúcida
es algo así como una antorcha
un faro que derrama a su alrededor
enjambres de luz
para iluminar los rumbos
de la vida.
Tiene sólo dos opciones.
Consumirse en el incendio
de sí misma
o provocar desprendimientos
de retina
la ceguera en los otros
la marcha a tientas
por la intensidad del brillo
capaz de revelarnos las nervaduras
y filigranas del abismo
la textura de todas las ausencias
del vacío.
Acertijo
Aquí no hay preguntas (No le haces preguntas).
Estás solo contra la esfinge
cuya presencia no es más enigma
que tú mismo.
Siempre le golpeas y desgarras sus entrañas
pero el espejo te devuelve
a una flor que sangra dentro de ti.
La tomas con tus manos
y así sangrando la colocas
entre las suyas
para recorrer el tiempo
que les fue entregado.
Al final
en un límite cualquiera (No hay exactitud en esta trama)
rehacen la escena en el camino.
Ella para deglutir tus cenizas vorazmente
y tú ya olvidado
para nacer como una larva
de su descomposición.
De la inmovilidad
Máscaras como rostros
con la señal
de la propia destrucción.
De lejos
–es decir– desde la muerte
todo luce tan pequeño
diminuto en su incidencia
al igual que la verdad
tan cruel y obsesiva
para poseer los cuerpos
y así someterlos
a la próxima ilusión.
Ella arde
pero quien nos consume
es la esperanza
esa manera
de agitarse para llegar
a cualquier sitio
y también al desencanto.
Nunca sabremos –claro está–
si en la inmovilidad anida
el germen de la dicha
o quizás por un instante
su culminación.
Siempre Ícaro
Sólo Icaro me llaman.
Desde el centro
inevitablemente la cúpula del cielo
me succiona
y una mancha estelar
incrustada en las líneas de mi mano
me persigue.
Así sobre un filo del espacio
camino equilibrando la sed de movimientos
que me acosa.
¡Pero esta vez iré más lejos!
La primera caída siempre fue inmortal
los golpes que terminan por hundir
a la eternidad
harán un traje nuevo a mi destino.
Y héme aquí
horadando la raíz de mis alas
escrutando adolorido el ojo de la bóveda
traduciendo la escritura de mis brazos
para ensayar una y otra vez
una y otra vez
mi próximo vuelo.
Vine
Todo confluye aquí.
Son opulentas estas tiendas de ciudad
con artículos de tantos
y tantos lugares del planeta.
Camino por las calles
y los escaparates concentran
toda la identidad del mundo
siendo yo entonces
un satélite que gira alrededor
puesto esto es el mundo.
Pero yo no he venido a comprar
o vender
vine a abrir los ojos
a pagar con palabras
la vida que me dieron
vine.
El estigma
No conocía el estigma
o más bien
no tenía la precisión
para apartar las hilachas
y desgarraduras que lo ocultaban
llevándolo como un adorno ciego
un resplandor detrás de la mirada.
La carne fue más inteligente
e hizo caso omiso de mí mismo
pasó de largo
y me otorgó unos minutos
para organizar una casa
una heredad
esas tareas habituales que lo delatan
y hacen que pierda su poder
de iluminar con anticipación
las cerradas fosas del olvido.
Acertijo
Juan Carlos Vilchez (Estelí, Nicaragua, 1952) es poeta y médico. En 1988 ganó el concurso nacional de Poesía Óscar Turcios. Su primer poemario Viaje y Círculo fue publicado en 1992. Es Secretario del Pen Internacional, Capítulo de Nicaragua. Algunos de sus libros son: Bestias de papel, Versiones del Fénix, Nicaragua en las redes de la poesía, Zona de perturbaciones, En lugar llamado dónde, Viaje y círculo (1992).