El Desplazamiento, cruce de todas las violencias
Por: Arturo Alape
Ponencia para la I Cumbre Mundial de la poesía por la Paz de Colombia
Medellín, junio 16 de 2003
Introducción
En los últimos cincuenta años, el desplazamiento de campesinos, de indígenas y comunidades negras, ha sido y sigue siendo el conflicto humano de mayores repercusiones en nuestra reciente historia. El desplazamiento revela profundamente lo que somos como nación». Colombia es un país de inmensa movilidad humana a la fuerza, su geografía física se ha vuelto como un estallido telúrico de grandes proporciones: hoy día deambulan por el territorio nacional cientos de miles de personas que huyen.
El crecimiento de los desplazados, según CODHES, en los últimos cuatro años es simplemente escalofriante: en el 99.228.000, en el 2000; 317.000, en el 2001; 342.000, entre enero y junio del 2002. 204.00. Por fuera de las fronteras, en Venezuela, en los Estados Unidos y en algunos países europeos, viven desplazados cerca de dos millones de colombianos.
Orígenes históricos
Históricamente, en el origen del desplazamiento confluyen las diversas formas de violencias: la violencia partidista en función de aniquilar físicamente al otro como contrincante polítco, la violencia conservadora corno proyecto de godificación territorial que comienza a finales del año 47 y comienzos del 48 en Boyacá y norte de Santander, la cual produce los primeros desplazamientos hacia Venezuela por acción criminal de la policía chulavita y civiles armados.
Según la Revista Semana, enero 3 de 1948, "comienza un lamentable éxodo de ciudadanos de muchas poblaciones de Boyacá -Sota, Coper, Leiva, Chiquinquírá- donde se han verificado ya crímenes horrendos y no hay seguridad alguna de que las vidas y las haciendas sean respetadas por la autoridad. En el Norte de Santander, todas las semanas tienen lugar crímenes políticos, que denuncian un clima de pasión sedarla y de odio galvanizado".
Ese clima de odio partidista con innumerables víctimas y desplazados, es lo que fuerza a Gaitán a pronunciar su célebre Oración por la Paz, el 7 de febrero del 48, ante una gigantesca manifestación en donde imperaba el silencio como una actitud de repudio ante los lamentables hechos violencia que azotaba el país.
En el año 49 comienza por la fuerza de la violencia conservadora la despoblación de la cordillera occidental en el valle del Cauca, El objetivo de la razia; eliminar físicamente al contrincante político para ganar las elecciones presidenciales de los años 50.
Los campesinos de La Tulla, La Primavera, Naranjal, Roldanillo, Ceilán, Bolívar que se resignan a quedarse en las poblaciones debían declarar en acto público frente a las autoridades locales, su decisión de dejar de pertenecer al partido liberal: "Que protestamos del partido liberal y de seguir siendo sus soldados de antes, porque ese partido es el de la anarquía, disociador moral, que atenta contra el orden y las buenas costumbres y contra la Iglesia Católica como lo demostró el 9 de abril. Desde hoy perteneceremos al partido conservador, único que respeta el patrimonio legado por el Padre de la Patria, Juramos defender al partido conservador hasta morir". Los que huyeron para salvar la vida, emigraron hacia Cali y muchos de ellos mueren en la masacre de la casa liberal. Sería la primera emigración campesina hacia la capital del Valle, orquestada desde la gobernación y ejecutada magistralmente por el Cóndor Lozano, desde Tuina su fortín político-bélico, Al río Cauca lo convierten en el río de la muerte; por sus aguas frotaban cientos de cadáveres de quienes no alcanzaron a huir.
En el sur del Tolima, el desplazamiento está íntimamente ligado con el mapa de la tierra; en los años treinta con la llamada Ley 200 se promueve un inmenso movimiento campesino alrededor de Chaparral, en El Limón que abarcaba con su influencia las haciendas de Calibío, Icáreo, Laureles, La Pedregosa, La Cabaña que tiene corno objetivo la recuperación de la tierra baldía propiedad del Estado. Con el comienzo de la violencia partidista después del 9 de abril, los latifundistas inician la recuperación a la fuerza de sus antiguos latifundios; policías y civiles armados son fa punta de lanza en el despojo sangriento del territorio.
En los años 50 en los Llanos Orientales con las leyes draconianas de los gobiernos conservadores de cerrar entradas y salidas al llano, para acorralar económicamente a los alzados en armas, la población civil huye por los ríos, se esconde en el pie de monte y busca salvar la vida en los territorios fronterizos con Venezuela.
En el Tolima, el desplazamiento surge como un acto defensivo de la población civil. Los primeros grupos guerrilleros comunistas se conforman por pequeños propietarios y aparceros quienes organizan grupos de autodefensa. Luego por razones militares tienen que marchar o cambiar de territorio: en la vanguardia y en la retaguardia marcha el grupo armado, en la mitad la población civil. Guerrilla y población civil eran un solo cuerpo. Así sucedió con la primera gran marcha campesina del Támara hacia El Davis, en et año 51. La experiencia se repetiría con la más grande evacuación campesina cuando la tropa enviada por Rojas Pinilla en 1955, después de -seis meses de intensa guerra de posiciones, desaloja el territorio de Villarrica: cerca de treinta mil personas abandonan sus pertenencias y se dirigen por el páramo de Sumapaz, atraviesan el departamento del Meta y terminan en el Caquetá; son los fundadores de Guayabera y el Pato.
Es el mismo período cuando la guerrilla comunista coloniza tas regiones de Marquetalia y Rio-chiquito, campesinos combatientes dirigidos por '"Charro Negro", Manuel Marulanda Vélez y Ciro Trajino. Con le pacificación del Frente Nacional el Sur del Tollina queda dividido en dos ejes territoriales: Rioblanco y La Herrera en manos de los 'liberales limpios" y Marquetalia bajo la influencia de "los comunes".
Las familias fundadoras de los territorios bajo la influencia comunista deben volver a salir de sus parcelas en los años sesenta cuando el ejército toma militarmente las llamadas "repúblicas independientes". Cientos de personas huyen hacia montaña y la selva adentro. Continúa el proceso de movilización masiva a la fuerza en el cruce de las tres codilleras.
Con la fundación de las FARC, éstas determinan que para su proyecto político-militar deben conformar grupos móviles sin la presentid de la población civil. Es el desprendimiento histórico de la guerrilla y población civil. En lo sucesivo, guerrilla y ejército tratarán de ganarse, con la aplicación de sus tácticas políticas, a la población civil que queda expectante en la mitad del conflicto armado, dispuesta solamente a huir en el momento propicio.
A finales de tos artos 60, en el departamento de Córdoba, a raíz de los enfrentamientos entre el EPL y el ejército, el desplazamiento forzado hacia la montaña se vuelve un hecho cotidiano.
Y como si se tratara de una ironía histórica, en el año 82 el ejército vuelve a tornar militarmente las regiones del Pato y Guayabero. Entonces la marcha campesina, después de soportar intensos bombardeos por parte del ejército, deja la selva adentro y se dirige hacia la carretera central para luego, después de caminar agotadores kilómetros, invadir poblados, ciudades intermedias hasta llegar a Bogotá y comenzar a construir el sueño de vivienda en Ciudad Bolívar. El mismo sueño de vivienda en las Comunas de Medellín, en la periferia de Cali, en las afueras de Barrancabermeja. la marcha campesina duerme momentáneamente con sus historias guardadas en la memoria de la trashumancia. Y en los extramuros urbanos, los desplazados viven en la pobreza absoluta, excluidos y criminalizados por su origen campesino, por ser "huidores" de la violencia y de la guerra.
En el desplazamiento campesino de los años 80 fue determinante el surgimiento del paramilitarismo, que ha venido desarrollando creado una inmensa capacidad criminal para desaparecer la vida, despoblar grandes territorios geográficos e imponer sus dominios guerra. En el desplazamiento de cientos de miles de personas influye también el narcotráfico con su enorme y destructivo poder económico y militar y su voracidad para convertirse en los grandes y nuevos señores de la tierra.
En los actuales procesos de desplazamiento campesino confluye la violencia guerrillera con sus diversos orígenes históricos y sus actuales procesos de deformación de ideales y principios y la prepotencia militarista impuesta por la lógica perversa y criminal de la guerra.
Actos de vida y fundación
En el campesino como eje temático esencial de nuestra historia reciente, confluyen todas las posibles historias humanas, individuales y colectivas. Se vive intensamente la Parábola del Retomo, cuando la marcha campesina deja a las espaldas los sueños de la vida anterior: la tierra, lo que se ha construido como bien de familia, los hijos y las antiguas costumbres. A las espaldas, como sombra maligna la imagen del territorio abandonado, que no huye de la conciencia y por el contrario, se vuelve un permanente llamado de los inconfundibles. En la espesura de la montaña, en los escondrijos del pie de monte y de la selva, los enmontados construyen el lenguaje del silencio como una tenaz forma de sobrevivencia. Se regresa al habla cotidiana cuando el peligro del enemigo ha dejado de acechar.
A mitad de camino, después de un mes o quizá más meses de marcha, se inicia para cientos de desplazados, el sueño de la Tierra Prometida: la vida se juega al juego terrible de la persecución por señalamientos políticos, la vida se enfrente a una naturaleza inhóspita, en el camino se queda el niño o el viejo porque no resisten el agotamiento del cuerpo y la carretera sigue desaparecida en los límites de lo imposible.
En la marcha cambia el Sentido de la Vida ya sujeta a una mentalidad del perseguido que huye, se desplaza y conserva gracias al valor individual que tiene como semilla metida en el cerebro, la solidaridad y el desprendimiento humano. En la marcha cambia el sentido de la muerte cuando se pierde el ritual cotidiano del duelo que expresa la muerte natural, y ahora se despide al ser querido muerto por muerte violenta. En el trasegar de la evacuación, el duelo se preservará en la memoria.
En la evacuación campesina se producen los actos de fundación humana: nunca se olvida el abrigo del monte o de la selva, en las cortezas de los árboles se dejan señales para un posible regreso; el caleterío levantado para apaciguar el cansancio o el sueño será el próximo abierto en la montaña que dará nombre a la futura nueva población; el río que se cruza a la fuerza, será el puente de paso de la nueva señal, fronteras que corren con asombro de memoria adulta, el siguiente desplazamiento será otra demarcación territorial desconocida de la geografía nacional: y detrás de las huellas profundas de los desplazados, vendrá la presencia formal e inútil del Estado, así como las presencias de las guerrillas, el paramilitarismo y el narcotráfico.
En la reciente historia colectiva del país, las huellas del desplazamiento se volvió también por arte del caminar, relato oral. En la marcha campesina se cuentan con un espíritu de sobrevivencia -la memoria no debe enterrarse en el olvido- complejas historias de amor, abrazos filiales, historias de sangre y venganza, hazañas individuales, reencuentros con los espacios perdidos, historias de pequeños y grandes poderes económicos, historias de sueños soñados y sueños por realizar, historias de espantos que recogen un mirar cultural, historias de aventuras, en una especie de cajón mágico de recuerdos de un nuevo imaginario cultural, expresado en otro lenguaje; luciérnaga de voces que se disgrega tras el olor penetrante de "huidores" que deja impregnada la montaña, la selva, la carretera y llega a la ciudad, pidiendo espacio de acomodo para el cuerpo. Relatos que se cantan, danzan y teatralizan para exorcizar el miedo, tatuaje en la piel, el alma y la conciencia.
Son la Sociedad Civil
Los desplazados de la violencia son parte fundamental y esencial de la llamada Sociedad Civil, que cuando habla, lo hace como supuesta representación urbana. El desplazado no existe o quizá ha dejado de existir para aquellos que han asumido la representación del país civil. En cincuenta años de desplazamiento forzado, el Estado nunca ha tenido una política en relación con este fenómeno. Los desplazados tampoco estuvieron en mente de los políticos porque en su constante movilidad no son votos contables.
Los desplazados que han vivido como experiencia vital las consecuencias de la contienda armada, que seguirán viviendo en carne y pensamiento los horrores de la guerra total declarada por el gobierno y la insurgencia, son una profunda voz que debe escucharse en todos los ámbitos que vislumbren un nuevo proceso de paz.
Arturo Alape nació el 3 de noviembre de 1938, en Santiago de Cali; falleció en Bogotá, el 7 de octubre de 2006. Fue un historiador, escritor y pintor colombiano. Su verdadero nombre fue Carlos Arturo Ruiz. Algunas de sus publicaciones son: La bola del monte, 1970; Las muertes de Tirofijo, 1972; El diario de un guerrillero, 1973; El cadáver de los hombres invisibles; Guadalupe años sin cuenta, 1976; Un día de septiembre, testimonio sobre el paro cívico de 1977; Bogotazo: Memoria del olvido, 1983; Noche de pájaros, 1984, novela; El vuelo de la risa, 1993, corto documental que dirige con Priscila Padilla; Música y colores en las lomas, guion, 1995, documental realizado por Luis Alberto Restrepo, basado en la novela Ciudad Bolívar: la hoguera de las vanidades; Azucenas también florecen estos días, guion inédito que se encuentra en la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano; Fidel y el Bogotazo, La Habana, Cuba, 2008. Recibió los siguientes reconocimientos: Premio Casa de las Américas de teatro en 1976 como coautor de Guadalupe, años sin cuenta; Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 1999 a la mejor narración periodística en crónica; Doctor Honoris Causa por la Universidad del Valle (2003).
Estudioso de la realidad política de Colombia. Se integró a la Juventud Comunista en los años sesenta, hombre de izquierda, fue amenazado varias veces debido a su militancia lo que le llevó a vivir varios años en el exilio, primero en Cuba y después en Alemania. Entre 1987 y 1990 vivió en La Habana, donde trabajó en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. Fue un autodidacta, su obra comprende 25 libros que abarcan varias disciplinas, desde la antropología y la historia hasta las artes plásticas. Además de su labor literaria, se destacó en el ámbito de la cultura colombiana y latinoamericana por su quehacer como investigador en temas políticos, históricos y sociales, e incursionó también en la pintura y los audiovisuales.