I Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz de Colombia
Declaracion de los poetas reunidos en la
I Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz de Colombia
Es nuestro deber de ciudadanos y de poetas, alzar un clamor en defensa de los millones de personas que padecen hoy, como desplazados y como víctimas civiles, la atrocidad de la guerra colombiana.
El conflicto, con su lógica puramente militar, asume cada vez más un carácter injustificable e inhumano, y la mayor parte de sus víctimas son civiles, ante todo mujeres y niños.
El gobierno ha escogido la política de guerra total, y aunque cuenta hoy con el respaldo de un sector de la población, no sólo está invirtiendo en la guerra recursos inauditos para un país en bancarrota material y moral, sino que su política de "seguridad democrática" está siendo utilizada para ocultar la crisis social, afectar a sectores laborales pacíficos, y acallar la inteligencia crítica, deteriorando más aún la situación de los derechos humanos.
La guerra misma es presentada como la causa de una crisis que en realidad tiene, como es bien sabido, su origen y su más antiguo alimento en la injusticia social y en la exclusión.
La guerrilla ha convertido prácticas inhumanas como el secuestro y los asaltos a poblaciones, en las que la víctima principal es el pueblo, en su modo predominante de lucha y en su argumento privilegiado, permitiendo que la lógica militarista se imponga sobre las consideraciones políticas.
Los grupos paramilitares, apoyados por sectores privilegiados, y que han asesinado y torturado a campesinos, obreros, maestros, periodistas, y hasta candidatos presidenciales, han contribuido de manera decisiva con sus masacres a la degradación del conflicto y a la instauración del terror.
Pero, si bien son muchas las causas internas de la guerra, las violencias inducidas por la globalización, el auge de la droga y de sus mafias, el tráfico de armas, la apertura de mercados que arruinan las economías locales, y la codicia imperial sobre nuestra biodiversidad, agravan la situación colombiana, y convierten la última guerra del pasado agrario en la primera guerra del futuro globalizado, en la que se incita incluso a una intervención extranjera.
La guerra no es la solución a la guerra, y si bien sólo una negociación política firme y lúcida puede acallar las armas, la paz civil requiere verdadera justicia social, respeto por la diversidad étnica y cultural, y por las comunidades que la guerra disgrega, y esfuerzos de educación y de dignificación de la vida de millones de personas.
Estamos a tiempo de comprender qué tan grande es el abismo entre el futuro que nos prometen las atrocidades de una guerra sin fin, y el que abriría el camino de una negociación política con justicia social.
La guerra es soberbia en labios de los poderosos, pero es sangre y miseria en las aldeas humildes y en las barriadas sin esperanza. Y es de la población colombiana de quien depende finalmente el futuro de la nación.
Medellín, junio de 2003.