Arte para cambiar la cultura
La pretenciosa idea de imponer en el mundo un pensamiento único es tan antigua como la vieja creencia en la planicie de la tierra, y sin embargo, todavía tenemos que volver a repetir como los pensadores antiguos: ¡la tierra no es plana! Y la cultura no es un bloque de hormigón armado. La razón instrumental ha terminado imponiendo, como única razón moderna, la racionalidad del mercado. “No existe el afuera” nos advierten los ideólogos de la planicie.
En todos los tiempos los imperios han querido imponer una cultura única. Sobre la sangre de los festivos pueblos paganos y en el afán de entronizar un dios único se ha levantado la civilización. Hoy como ayer se pretende hacer creer que “no existe el afuera”. Ante el silenciamiento del intelectual crítico, aparece ahora el converso, el intelectual de sotana; su deleznable dios es el mercado. Pero es suficiente la existencia de un incrédulo, de un infiel, para demostrar que el afuera existe y que no todo es mercado. También existe el sentido creador, la pulsión poética. Asistimos a una franca involución intelectual, a una versión estrecha del mundo que algunos presentan como irrecusable. A estos clérigos de la academia la poesía les pone de presente la necesidad del sueño; un ser que no sueña es un cadáver. El momento de Latinoamérica y del mundo es un momento de creación, de allí que el imperio de la muerte se enfurezca y deslice ahora sus naves guerreras por el Atlántico.
La construcción del tiempo y el espacio
Proponemos un cambio de rumbo, y este cambio comporta necesariamente la construcción de nuestro tiempo y de nuestro espacio. Como ciudadanos, como miembros de una comunidad, proponemos un cambio de sentido en las prácticas y usos culturales, y el sentido que proponemos es la defensa de la dignidad. Dignidad es democracia para todos, paz y pan para todos, justicia para todos. Desde la ciudadanía, más allá de los partidos, las organizaciones y los intereses de grupo; en la acción directa como garantía de consolidación de un proceso de paz que cambie definitivamente el rumbo de nuestra historia.
Sin una fuerte corriente civilista, con sólidos argumentos y propuestas claras, es muy difícil para la sociedad colombiana sobreponerse a la imposición de las armas. El cambio de rumbo, el proceso de transición que proponemos requiere de un esfuerzo activo de los artistas, de los intelectuales, de las comunidades y todo colombiano que quiera incidir en el proceso, y rebasar a través de la creación de formas diversas de la acción política, las prácticas armadas.
El Movimiento de artistas e intelectuales por la paz busca una apertura democrática en todos los órdenes de la vida nacional: en las reformas básicas, pero también en la búsqueda de elementos de vínculo del ciudadano a los procesos de creación y de construcción de un proyecto nacional.
Acción colectiva
Luchar por un sentido poético del mundo de la misma manera en que se lucha por el pan es la tarea de un pueblo que pretenda elevar su estatura humana. Desde una estrategia poética, artística, y con todas las expresiones posibles. Desde las fortalezas particulares, pero juntos porque la estrategia de la unidad nos hace fuertes. Conozcámonos como creadores en la perspectiva y en la iniciación en la poesía que no es sólo una forma de escritura, la poesía es también un sentido del mundo. La poesía es la construcción de un mundo con sentido de justicia y de verdad colectiva, y aunque no sea su propósito inmediato, la poesía tiene la cualidad de poner al sistema nervioso.
El Movimiento es cultural y político, pero no es deliberadamente político. A través de nuestras propias obras vamos descifrando una historia que tiene un indignante entramado de violencia. Por esta razón nuestra propuesta es de paz, la vida, el amor, la belleza son nuestras intersecciones, y son éstas también las tres inexcusables premisas del arte. Somos una confluencia de expresiones de la vida que busca la poesía para transformarse y para transformar la ominosa realidad que habitamos.
La perspectiva ambiciosa de nuestro ideal nos lleva a ser precisos y a tomar la iniciativa. Vamos en el sentido de la acción a intervenir nuestro espacio, vamos a habitar nuestro territorio, a poblarlo de arte y desplazar a la muerte: allí donde la muerte quiera instalarse, el arte la expulsará como expresión de la vida que se yergue. La dignidad del arte y de la poesía está comprometida en la recomposición de nuestra sociedad fragmentada, en la resignificación del sentido mismo de sociedad. Vamos a la profunda raíz, a volver la mirada del arte hacia el dolor para transformarlo en fuerza de la creación de un país para la vida.
El Movimiento es el acto colectivo desde donde reinventamos nuestra vida social. No hacemos arte para el arte sino para todos, y sobre todo para que la sociedad tome conciencia, desde la poesía, de la necesidad de un camino distinto de la sociedad y de la cultura. Los músicos están solos, los poetas están solos, los artistas están solos, los hombres y mujeres están solos, todos están solos. Pero está el sentido poético como compañía y como fuerza creadora.
Inventemos el mundo, juntemos lo grande con lo pequeño, la poesía con la acción, el arte con la política. Es un hecho que esta civilización en crisis está pidiendo respuestas que no pueden venir del mundo simplificado del hombre visto sólo como productor de objetos. La necesidad humana, la sed de justicia, excede el sentido del hombre para la subsistencia. No nos interesa una vida solo para transformar la naturaleza, o para contemplarla de manera pasiva. Queremos una vida junto a la naturaleza, queremos un ser para la existencia y la defensa de la vida y la naturaleza, no un ser para la contemplación o el expolio.
Nuestra casa es la tierra y vamos a llenarla de poesía para espantar a la muerte, para conjurar el terror. Corriente arriba como los salmones que buscan el mayor grado de oxígeno, como los hombres y mujeres buscadores de luz. Vamos por el fuego que nos ha sido raptado, por la palabra justa, por el llamado a transformar el mundo y a cambiar la vida.
Vamos a llenar las calles de Colombia y el mundo de poesía y vamos a volver a sacralizar la vida. No es la guerra lo que llama a los creadores sino la defensa de la dignidad humana, el juego de las posibilidades, no la renuncia y el ensimismamiento. Vamos hacia la plenitud del mundo que se abre todos los días y vamos a empezar por nuestra propia aldea. Vamos a hacer del Movimiento un tambor, un gran tambor, el tambor resonante de nuestros corazones que se alista para el primer llamado.
Movimiento de artistas e intelectuales por la paz
Agosto 2008