Defensa del Festival de Poesía
Por: Olga Elena Matei
El Mundo, julio 12 de 2005
El arma, la palabra. El escenario, Medellín. La ocasión, el extraordinario evento del Festival Internacional de Poesía que acaba de realizarse en esta ciudad. Con regularidad anual, ¡lleva 15 años! Y hay que reconocer, que es un acontecimiento grandioso. Grandioso, desde todos los puntos de vista: Si hablamos de lo menos importante, las dimensiones, ya esto por sí solo es monumental para cualquier comunidad o ciudad; y para Colombia, formidable: ¿Dónde y cuándo vemos aquí un abanico de 4.800 personas sentadas en el duro concreto durante 5 horas seguidas, !sólo para escuchar poesía!? ¿Y cuál otra entidad cultural es capaz de invitar a más de 80 personas reconocidas en una carrera cualquiera (y menos cultural), a venir a nuestro peligroso lugar, con eficiente organización, gastos cubiertos y cualquier problema que pudiera surgir atendido diligentemente? ¿Y luego de lograrlo, repetirlo 15 veces? Y estas personas altamente capacitadas para desempeñarse en cualquier posición laboral bien remunerada, deciden dedicarse durante todo el año, cada año, a preparar la compleja logística: Investigación de listados literarios internacionales, correspondencia, procesos de selección, invitaciones, consecución de fondos y de toda clase de colaboraciones, averiguaciones sobre aerolíneas, rutas, conexiones, requisitos, visas; auditorios, equipos de amplificación, técnicos, mobiliario, transporte local, personal, porterías, traductores de texto poético, traductores orales, editoriales, diseño gráfico, impresión de programas y del gran libro antológico de Las Memorias. Todo esto es una labor ingente, que solo la hace gente con espíritu de dedicación vocacional. Y todo esto con el fin de glorificar a los demás, y a nuestra cultura, además de a la Poesía misma, que necesitaba ser rescatada del desprecio de los insensibles y los ignorantes. Y ¿qué han logrado?
Ante todo, recuperaron el prestigio de la poesía en el ámbito local. De nuevo se le reconoce categoría entre nosotros. De igual importancia es el hecho de que pongan a Medellín en el mapa mundial de la cultura. Y a la cultura, en los planes personales de nuestra gente, y especialmente de nuestros estudiantes. Otro resultado estimable es que se logren fructíferos contactos entre los poetas colombianos y los extranjeros, y entre entidades que apoyan la cultura, tanto aquí como en el exterior. La edición arriba mencionada del libro, que contiene poemas de todos los participantes, en español, en inglés y en las lenguas autóctonas de cada autor, es una obra de grandes proporciones y complejidad de producción, que también resulta ser un tesoro, regalo para los invitados y el mayor interés para el público, que quiere aprender sobre las tendencias y la calidad de la poesía que se está produciendo en el mundo.
Finalmente, el Festival se convierte en un altoparlante, que da oportunidad de denunciar y escapar a la mordaza, para los que necesitan acusar o lamentarse de las prevalentes opresiones que sufren en este momento como nunca las poblaciones de casi todos los países del Tercer Mundo. Yo no soy militante en ningún partido político, pero reconozco la razón a aquellos pensadores de izquierda que se oponen incansablemente a tantos abusos contra los derechos humanos, en guerras genocidas e intervenciones de países que ostentan poderes desmesurados y no reparan en victimizar a poblaciones civiles indefensas, por razones políticas, privadas y hasta personales.
No podríamos decir que los poetas de tantas naciones que leyeron sus poemas contra las guerras, las matanzas, la miseria y el hambre, no tienen la razón o están actuando de manera subversiva; porque, al tener la razón, tienen también la necesidad y la obligación de hablar. Deberíamos reconocer que es mucho mejor que los poetas activistas o voceros de izquierda reunidos por un vínculo cultural, utilicen la palabra poética, en vez de utilizar las armas, como lo están haciendo muchos otros, desde ambos extremos geopolíticos. Me conmovió personalmente comprobar, una y otra vez, que casi todos los poetas participantes estábamos obsesionados por esas mismas temáticas. Al fin y al cabo, a situaciones universales, lenguaje universal.
No puedo abstenerme de lamentar el pobre cubrimiento de algunos medios de comunicación, que se limitaron a cumplir parcamente con la publicación de los listados de los programas diarios. ¿Cómo es posible que venga a Nos un Premio Nobel, Wole Soyinka, y una Premio Pulitzer, Rita Dove, y nadie se interese por hacerles unos buenos reportajes, a la altura de su categoría?
A Fernando Rendón, director de Prometeo y del Festiva, a Gabriel Jaime Franco, Samuel Vásquez, Luis Eduardo Rendón, Luisa Aguilar y demás creadores y organizadores de esta proeza y este milagro cultural, alguna entidad importante debería concederles alguna condecoración máxima. Junto con los poetas colombianos, yo les doy las gracias por mi parte, con consciente admiración.