Un puente con la tradición oral
Por: Yira Plaza O´Byrne
El poeta uruguayo Luis Bravo en el Auditorio Caja de Madera
A su lado los poetas: Fuad Rifka (líbano), Mercedes Roffé (Argentina) y Tahar Bekri (Tunez)
Plaza Mayor. Julio 8 de 2009.
Fotografía de Fredy Amariles
Oficina de Prensa Festival Internacional de Poesía de Medellín
Entre los poetas invitados este año al Festival de Poesía de Medellín se encuentra Luis Bravo, un uruguayo que busca en los elementos de la tradición oral un aire nuevo para la poesía y para la renovación de la cultura.
La poesía como toda actividad humana se renueva, se transforma y encuentra nuevos caminos en medio de los cambios culturales. La innovación es parte de la poesía, pero también lo es la tradición. Paradójicamente uno de los fenómenos importantes de la poesía actual es la revaloración de la oralidad y ese es uno de los temas del poeta Uruguayo Luis Bravo quien busca entre las palabras de las comunidades de origen un camino olvidado por la cultura de la poesía impresa. Bravo se apoya en las piedras vivas del lenguaje - porque hay también las piedras muertas – donde apoyarse para decir al viento del siglo XXI latinoamericano que hay otras voces que no se han escuchado, no se han querido escuchar en los siglos pasados. Con esas otras voces Bravo traza un camino propio, un puente entre oralidad y literatura que es un mestizaje de la expresión. Ya hemos tenido reconocido en el Barroco latinoamericano el mestizaje del lenguaje evidente en el colombiano Domínguez Camargo y en los cubanos Lezama Lima y Alejo Carpentier. Pero ese otro elemento del mestizaje de nuestra cultura que es la oralidad apenas empieza a reconocerse: entre esos linderos el uruguayo se construye el sentido de su poesía:
la voz callao asoma como una oreja en diferentes lenguas:
siendo guija, “piedra pelada” (las hay nervudas) o “planta almorta”
adviértese a su consumidor que su ingesta puede provocar latirismo;
caillou (francés) y callau (galaico portugués) son sinónimas de guijarro;
en Islas Canarias “peladilla de río” es llano cubierto por canto rodado de baños de mar
o por almendras con baño de azúcar: elíjase cuál sabor de la lengua degustar;
caliavo (rara forma céltica) significa “de cal, piedra”.
Esa búsqueda de la expresión de Bravo, de juntar elementos de origen con elementos hispanos, es propio del barroco latinoamericano: Bravo nos remite, por sus incursiones en el sentido histórico al barroco de Carpentier y por sus incursiones en la poética de la imagen al Barroco de Lezama Lima. Pero también al Barroco hispano gongorino, pero encuentra al cordobés más americanizado aun, tañendo cítaras de pluma:
que ya no están, señores propietarios de la lengua, más dispuestos a seguir calllaítos
la boca y han entrado por buenas razones morales en la constitución de su propio derecho de cantar, Evohé!, Evohé! Evohé!
Mas no olvide el cantor lo único que no se lleva la corriente: oiga a Don Luis, el mester cordobés, tañendo cítaras de pluma
para dar caza aérea al ave canora de la poema:
“el arroyuelo para oílla
hace de blanca espuma
tantas orejas cuantas guijas lava”.
Esta expresión de Bravo busca el otro elemento olvidado de las culturas de tradición oral, y construye su propia poética: Collar de signos en el cuello del abismo. / Es tiempo que pasa como si no pasara el tiempo.
La puesta oral
La pregunta por el sentido de la oralidad es parte de los ejercicios ensayísticos de Bravo quien indaga sobre la cultura oral del mundo antiguo y de las culturas originales, el complejo paso de la oralidad a la escritura le genera la inquietud por la razones que ha hecho que a buena parte de la literatura se le llame literatura oral, lo que es un evidente contrasentido. Como ejemplo señala a Homero quien fue antes de pasar a la imprenta, el registro de la vivencia de una cultura que construía su tradición y su memoria en la oralidad. “La poesía ha sido oral desde sus orígenes y ha sido importante para determinar el desarrollo del lenguaje, pero antes ha sido mito, hay en América, África, y Asia, muchas culturas ágrafas, para algunos estas culturas pertenecen a una zona marginal de la producción literaria. El mismo término literatura, da la idea de que la literatura ha sido primero escritura”.
Lo cierto es que la tradición oral está enraizada en la cultura de pueblos desde tiempos antiguos, basta con trasladarnos al momento de la historia griega con Safo, Arquíloco y Homero, para darnos cuenta que prevalece la oralidad como única vía de transmisión del arte. “Para Simónides la escritura se considero como traición a la musa, porque según él, en la escritura se pierde algo de lo sagrado. De lo que conocemos de la poesía antigua sólo estamos ante el guión de lo que era una compleja composición”.
Si nos remitimos al continente americano, el poeta nos cuenta que en Paraguay, los guaraníes mbyá mantenían en secreto su literatura ancestral, hasta que por 1950 le fue revelada al antropólogo León Cadogan, que se había ganado su confianza. “Ese corpus se denomina ñe´ ë porä tenonde, y se puede traducir como las bellas letras. Para los mbya las palabras son almas que encarnan en los oficiantes del rito”.
En estos tiempos, señala el poeta uruguayo, las formas de lo oral y lo escrito coexisten en conflicto y con una evidente sobrevaloración de esta última frente a las modalidades orales, pero en el fondo de este conflicto lo que subyace son formas distintas de ver el mundo y construcciones culturales propias. Para Luis Bravo, llegó el momento para que la riqueza lingüística latinoamericana genere “una revisión de los paradigmas en el siglo XXI en dos aspectos: el eje del centralismo de la lengua española y el eje del centralismo del canon occidental”. Después de dos siglos del discurso de la modernidad y el desarrollo, la tradición oral latinoamericana viene de vuelta con toda su fuerza histórica de creación poética y transformación cultural.
Durante el Festival de Poesía los caminos de lo oral y lo escrito se conjugan en un nuevo sentido de la poesía, según el poeta uruguayo, la numerosa representación de poetas de las culturas orales en algunas versiones del Festival a las que ha asistido es, “una señal de que algo importante estaba pasando con la poesía.”