La poesía nos abraza con sabiduría milenaria
Por: Yira Plaza O´Byrne
Lectura de poemas en la Organización Indígena de Antioquia
Oficina de Prensa Festival Internacional de Poesía de Medellín
¿Por qué resuena tan fuerte la voz del indígena? Cada vez que un hombre de los pueblos originarios habla parece que no hablara un hombre sino la tierra misma, y no es sólo por las metáforas del río, de la nube, del árbol, que siempre están en la voz del indígena. Existe en la oralidad del hombre de los pueblos raizales algo profundo que emerge desde el fondo de la tierra, sube como una serpiente de fuego desde los pies hasta la boca y sale en forma de voz humana, pero no es realmente la voz humana la que escuchamos, es algo más profundo, algo que viene desde el fondo del tiempo y hace que mientras hablamos con el indígena, nos encontremos no solamente con el hombre vivo que tenemos al frente sino también con la voz de todos los hombres que han habitado el tiempo y el mundo, como en un cuento de Rulfo nos transportamos en la eternidad a través de la voz del indio y nos preguntemos por esa fuerza telúrica que se manifiesta en forma humana.
Esa sensación de hablar con el mundo ancestral, de encontrarnos con la memoria viva de los que ya no están, es lo que sentimos cuando en el Festival Internacional de Poesía de Medellín asistimos a la lectura de poetas indígenas y escuchamos decir a Graciela Huinao, poeta del pueblo mapuche de Chile: “La primera escuela es mi casa, el fogón donde arde la historia de mi pueblo”. Otra de las singularidades de la voz indígena es que siempre está hablando en plural, siempre es la expresión de su comunidad.
La poeta Mapuche manifiesta abiertamente ante el público del auditorio de la Organización Indígena de Antioquia que la poesía es un camino para contar su propia historia: la verdadera historia de un pueblo atropellado que siempre ha sido contada por el “vencedor”, por el otro.
Graciela, perteneciente a la primera generación de mapuches que aprendió a leer y a escribir considera como una responsabilidad mayor tomar las herramientas de lo aprendido para llevar al mundo la historia mapuche a través de su palabra poética. Su verso nítido reclama las injusticias cometidas contra su pueblo, por eso canta con una voz profunda: nunca fuimos el pueblo señalado, pero nos matan en señal de la cruz.
Cuando llegó el turno para José Luis Ayala, los versos de Graciela parecían continuarse, ahora en la voz de un hombre peruano proveniente de la cultura Aymara. Sus palabras conducían a la imagen natural y cotidiana del Perú, a la lluvia, a la poderosa lluvia que no cesa y que lo hace exclamar: Pero esa lluvia infinita jamás borrará el rostro ensangrentado del Perú.
Lectura de poemas en la Organización Indígena de Antioquia:
Lectura del poeta José Luis Ayala, a su lado la poeta Graciela Huinao
Fotos Fredy Amariles
Con una voz melodiosa, el poeta Ayala nos conduce en un viaje hacia el origen de su cultura: “Yo soy la voz de un pueblo que no existe, la nación Aymara ha sufrido una escisión territorial con la formación de las repúblicas. El pueblo Aymara se encuentra disperso en tres países: Perú, Bolivia y Argentina”. Ayala, además de ubicarnos en el contexto de las comunidades y los pueblos divididos arbitrariamente en diferentes territorios, se expresa sobre el significado de aprender español y lo valioso que es poder llevar el sentido de su historia a través de esta lengua.
La historia del aprendizaje del español y el sufrimiento que este proceso le costó a la población, lo cuenta desde un poema que recrea la escena del castigo proferido a los primeros que se atrevían a enseñar el alfabeto, un canto que culmina con un interrogante: Y ahora que escribimos en español nos dicen que no tenemos los mismos derechos, ¿qué les parece?
Cuando se sorprende al poeta Ayala con la pregunta sobre el sentido de la poesía para los pueblos indígenas, opta por una respuesta muy concreta: “La poesía no es instrumento para cambiar el mundo, pero si un camino para cambiar de mentalidad.
Otra voz profunda entre los indígenas que fueron invitados este año al Festival de Poesía, es la de Rosa Chávez, una mujer joven que ha construido una mirada compleja sobre la cultura maya guatemalteca, de donde proviene. Rosa afirma que la poesía está en el idioma mismo, “en la naturaleza, en todos los elementos cósmicos, dentro de la misma cotidianidad: la poesía está viva”.
En Rosa Chávez renace la tradición oral de los cantos ceremoniales de los abuelos mayas y la poesía que hay en los petitorios que hace un campesino para iniciar el día: Dame permiso espíritu del camino/ regálame permiso para caminar / por este sendero de cemento/ que abrieron en tu ombligo.
En un tono suave y de calma la poeta transmite la sabiduría de todas las familias indígenas guatemaltecas que luchan por el reencuentro con la propia identidad frente a la barbarie de la discriminación, el racismo y la exclusión a la que ha sido sometido la comunidad indígena. La poesía, afirma Rosa, “es mi destino pero también una forma de reivindicación política”.
Rosa nos habla también de los elementos: de la presencia vital de las piedras entendida desde el principio del buen vivir del pueblo maya, donde todos los elementos de la tierra son parte constitutiva, y donde los seres humanos no somos más o menos que lo que nos rodea. Por eso la piedra tiene varios sentidos, el de la vida de la naturaleza y el de la historia escrita sobre las piedras. “La historia es que nuestras piedras nos encuentran y una piedra es nuestro destino, pues está escrita en piedra nuestra historia”. La poeta Rosa Chávez expresa la cultura que ha tenido en la piedra un medio del mismo rango que la voz para comunicarse, la piedra monumental que ha sido el tablero de los mayas.
La lectura de poemas que ya había sumergido al auditorio en el mundo indígena latinoamericano, finalizó con la intervención de un indígena Emberá y de esta manera se encontraron allí cuatro voces surgidas de la memoria profunda de la tierra: la voz Maya, la voz Mapuche, la voz Aymara y la voz Emberá, como raíces expuestas a la luz en medio de la extrañeza de los elementos del mundo actual.