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Cees Nooteboom: “La mejor forma de conocer un país es perderse en él”

Por: Daniel Arjona

El Cultural

El primer escritor holandés actual es además uno de los últimos grandes viajeros, una especie al borde de la extinción. Y es que Cees Nooteboom (La Haya, 1933) viaja perdiéndose, dedicando todo el tiempo que le exija el lugar al que ha llegado, sin prisas, sin agencias, sin fotografiarse delante de cada monumento. Y a su regreso escribe sus celebrados libros de viajes, alguno de ellos bestsellers indiscutibles, como El desvío a Santiago, cuya edición especial se presenta este lunes en Ediciones Siruela (calle Almagro, 25, Madrid). El libro suma 26 ediciones en Holanda y ha sido traducido a 16 idiomas.

“Bueno para Cess Nooteboom y bueno para España”, afirma, socarrón, el autor.

Pregunta.- La primera edición de El desvío a Santiago data de 1992. ¿Cuál es hoy su relación con este libro?

Respuesta.- El libro me ha aportado mucho. Jamás lo pude imaginar cuando lo escribí, en un proceso que duró muchos años. Y ahora acaba de editarse en China, por lo que tengo que ir en agosto a la Feria del Libro de Shangai. Y también ha conocido versiones en inglés, polaco, sueco, alemán, catalán… Se trata de un éxito personal. Por ejemplo, cuando he regresado al Camino y he parado en algunos sitios, hablaba con los peregrinos y muchos me decían: “Ah, es usted el escritor del libro. ¡Lo llevo en la mochila!” Otra anécdota. Un matrimonio holandés hizo el Camino andando desde Holanda a lo largo de medio año y cada día escribían una carta a sus hijos contándoles que estaban en tal hotel, en tal refugio, en tal monasterio, y después los hijos, antes de que los padres volvieran a casa han hecho el mismo trayecto en coche, dibujando cada día el lugar al que llegaban y con esos dibujos y el diario del viaje, han preparado un libro personal para regalármelo a mí. Son cosas que pasan cuando escribe un libro un poco raro. Ja, ja, ja.

P.- Afirma al inicio del libro que los viajes ya no duran años y sin embargo en el relato del suyo resuena el eco de siglos, de la historia entera de España. ¿La documentación, la preparación del viaje es tan importante como el viaje en sí?

R.- Lo que es más importante para mí es documentarme al revés, después. Por ejemplo, llego a Soria y compro literatura local, historia de Soria, de la región, de la nobleza... En cada sitio hay documentación local que nunca llega a las librerías grandes y yo me hago con todo eso, recolecto todas esas nueces, me las llevo a mi casa y las utilizo como puedo. Tengo toda una librería, un tanto extraña, de libros de historias locales, de León, de Soria, de Cáceres, demasiado para mi pobre cabeza. Esa suele normalmente mi costumbre.

P.- Declara su amor a España, que aunque más tosca que Italia, es más afín a lo que usted es, y nunca deja de sorprenderle. Han pasado algunos años. ¿Ha cambiado mucho el país?

R.- Yo tengo una cierta edad. Cuando por primera vez llegué a España en tiempos de la Dictadura se trataba de un país gris, oscuro, pobre. Y, sin embargo, tras un tiempo -hay que acostumbrarse, ustedes, los españoles, no son fáciles-, cobró para mí una atracción enorme. Es cierto que hoy España ha cambiado completamente y se ha modernizado. Pero sigue siendo parte de mi vida y, desde 1954, no ha pasado un año que no la haya visitado.

P.- ¿Cree usted en un espíritu de los pueblos, en una suerte de alma de España?

R.- Pienso que la esencia de un país no se cambia tan rápido. La Historia se toma su tiempo. Se podría decir que la España de antes, la más característica sobrevive en regiones rurales y aisladas. Pero es cierto que el país se ha modernizado y ha cambiado mucho.

P.- ¿La modernización iguala a las naciones?

R.- Es una afirmación delicada porque a fin de cuentas muchas cosas permanecen. Lo que yo siempre he buscado en España sigue ahí, pero es cierto que en los trenes, como ocurría en los años 50, la gente ya no comparte su pan y su vino. Yo viví la España anterior al auge del turismo que tan profundamente la ha transformado.

P.- Su libro es más el relato de un desvío que de una llegada. ¿El viaje ha de ser siempre lateral? ¿Hay que perderse para saber?

R.- La mejor forma de conocer un país es perderse en él. Hay que tener la suerte de disponer de tiempo para perderse, claro. La mayoría de la gente no puede. Existe un método distinto del tradicional, que consiste en irse dos semanas a Thailandia y ya basta. Puedes, por ejemplo, viajar a Bangkok, presentarte en la estación de autobuses y tomar el primero que pase. De esta forma se puede viajar un año y conocer mucho mejor el lugar que en una década yendo allí un par de semanas al año. Es un privilegio poder hacerlo, lo sé.

P.- 2010 es año Xacobeo. ¿Qué significado, cultural, artístico, religioso, tiene el Camino para usted?

R.- El Camino posee para mucha gente un valor espiritual, aunque para otros tantos es sencillamente una prueba que se imponen para demostrarse a sí mismos que pueden cumplirla. Para mí era muy importante su valor histórico y cultural pero también la idea de que el Camino forma de alguna manera parte del espíritu europeo. Creo que este año van a venir un millón de personas. Lo que me da un poco de miedo porque yo voy a Santiago esta semana y, la verdad, no me gustaría encontrarme a tanta gente.

Enero 17, 2011

Última actualización: 21/01/2022