Poesía: La compañera inseparable de la humanidad
Por:
Ataol Behramoglu
Traductor:
Rafael Patiño Góez
Especial para Prometeo
Cuando era un niño de seis años, jugar con las palabras me divertía.
En aquel tiempo la armonía entre las palabras, las voces de ellas, me interesaban más que sus significaciones.
Y también fue ese el período de la infancia en el que la música entró en mi vida.
Me gustaba cantar.
Pero no eran canciones infantiles las que yo cantaba.
Eran las canciones de los adultos cuyos temas eran de amor y nostalgia.
Probablemente durante aquel tiempo debí haber sentido la relación entre las voces de las palabras y sus significados.
Las otras compañías de aquellos años fueron las bellezas y la magia de la naturaleza y mi soledad.
Tampoco estaba yo inconsciente del sentimiento amoroso.
Otro profundo sentimiento que recuerdo de aquellos años es mi dolor y rabia contra la injusticia.
Hoy, en este momento, aun después de más de media centuria, mantengo mi credibilidad en aquel niño.
Ésta es, al mismo tiempo, mi credibilidad en la poesía también.
Todas las modas pudieran pasar dejando su sitio a las otras.
La poesía misma también pudiera ser cambiada por el tiempo que transcurre.
Pero creo que la poesía auténtica, como la infancia, es única y eterna.
En cuanto la humanidad no completamente derrumbada por la pérdida de sus valores esenciales, continuamente habrá de sentir nostalgia por un pasado perdido y un vago, incierto, pero dignamente deseable futuro.
Y el sentimiento de justicia continuará también manteniendo su existencia.
Mientras estos sentimientos sobrevivan, la poesía también existirá como una compañera inseparable de la condición humana durante su eterna y dramática aventura.
19 de marzo de 2011.