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Prometeo # 104-105

Pintura de Darío Villegas (Colombia)

Por: Fernando Rendón

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Rimbaud en Eleusis

Toda poesía antigua desemboca en la poesía griega, escribió Arthur Rimbaud en su Carta del Vidente.

No dijo que todos los ríos de los Misterios Antiguos desembocarían en las playas del Mar Egeo, que rodeaba a Eleusis, patria de Esquilo, donde se celebraron durante dos milenios y medio los Misterios fueron la cuna espiritual de la cultura europea.

Según el testimonio de Ernest Delahaye, compañero de pupitre de Arthur Rimbaud en el Liceo de Charleville, el destino final del bardo francés sería Grecia. Pero una insolación lo hizo desistir de su travesía hacia las Cícladas.

En su poema Alba, Rimbaud buscaba a la diosa de sus febriles iluminaciones. Una flor le dijo su nombre. ELLA flotaba sobre la colina plateada.

El poeta traspasó los velos. Ella huyó, mientras él, indigente, corría tras ella. La alcanzó, y sintió su inmenso cuerpo. La primavera y el niño rodaron sobre el bosque.

Dichoso, entre los habitantes de la tierra, el que ha visto estas cosas, escribió Homero en su Himno a Deméter. Conoce el fin de la vida, y conoce su principio, agregó Píndaro.

Uno es Otro, escribió Rimbaud. Rimbaud es Eleusis. La experiencia humana de la existencia no muere en sus límites. Salí del salón del misterio sintiéndome como un extraño para mí mismo, manifestó el filósofo Sópatro sobre su experiencia eleusina. Aunque tu vida haya sido siempre sedentaria,/ y por el mar no hayas navegado, /ni recorrido caminos por tierra firme, / pese a todo, acércate a contemplar/ aquellas noches de los ritos de la gran Deméter,/ gracias a los cuales, tanto entre los vivos, como cuando vayas al reino  de los muertos, tendrás un ánimo sin dolor y aéreo, testimonió Crinágoras.

El sueño iniciático de Rimbaud alcanza el mediodía del mundo. El místico Rimbaud respira a pleno pulmón el aire de Eleusis. El sol brilla cada día sobre los siglos. El poeta bebe la ambrosía, y es frotado con la miel de la planta sagrada. Quemado por el fuego de la Tierra ha salido indemne de las fieras llamas, sus pasos han atravesado el umbral de la eternidad, donde habitan los inmortales.

El alto viajero modula aún las palabras de su vigorosa juventud, el espíritu de rebelión contra la muerte. Su verbo encendido es todavía el comunero incendiario que lucha contra el rígido establecimiento que habrá de mutilar su cuerpo y aplastar un día su voluntad de vida.

Huye de Francia el hijo febril de Europa. Se refugia en todos los países y huye de todos los países. Huye a través de carreteras, trochas y bosques quemados por los cañones de bellacos fornidos. Huye a pie, a caballo, en carromato, y atraviesa desiertos árabes y africanos a lomo de camello. Huye de la civilización europea y de la muerte. Lo había augurado en su Temporada en el Infierno. Pero Europa y la muerte lo alcanzan.

Eleusis ha tocado con el rumor de sus alas espirituales a Europa. Sin embargo la condición sagrada de la materia viviente se ha perdido. Europa ha cambiado de rumbo, ha emprendido el soberbio camino de la guerra, ha saqueado todos los continentes y el saqueo en el jardín de la belleza llega hasta nuestros días.

“Humanos ignorantes e insensatos, no sabéis distinguir vuestra suerte de vuestra desgracia”, sentencia Deméter. Europa ha derribado los pilares de Eleusis y prendido fuego al campamento sagrado. La fuga del poeta ha tocado a su fin. Él ha devenido en mito. Y el mito debe enfrentarse a la cultura de la destrucción y a la civilización de la muerte.

Frente a la intimidación de la destrucción nuclear y a la forzosa expoliación de todos los seres vivos, que constituyen la suma de
los trabajos del progreso que pregona Occidente, nos esperan todos los terrores y estremecimientos de la muerte. No obstante, tras la
resistencia y lucha que sobrevendrán, la luz de la victoria humana se sobrepondrá a todas las catástrofes; y como en la experiencia de
Eleusis vendrán a nuestro encuentro la luz admirable, los lugares puros y praderas, llenas de sonidos, danzas y el lenguaje sagrado y las visiones poéticas de los individuos y los pueblos liberados, del miedo a la muerte y de la muerte misma, como lo sintetizara Plutarco, otro testigo de Eleusis. El mito se ha sumergido en la sangre y en el sueño de los poetas y de los pueblos.

Fernando Rendón

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Última actualización: 28/09/2022