Blanca Wiethüchter, Bolivia
Por: Blanca Wiethüchter
Poemas inéditos para PROMETEO
Como un amante el miedo vuelve. Mansa se esconde en la huesa de una voz para buscar las palabras precisas que harán crecer el árbol en la frente en claro olvido de sus miserias.
*
No persigo la imagen reflejada en el agua sí la dicha del pez en el mar que desconoce la embestida del reflejo de la imagen que regresa.
*
¿Y si es niebla la piedra que arrastra al subsuelo de los huesos?
*
Cuando el día se torna del lado perverso está lejos el mar y la piedra la sola como un pájaro en su nido me sueña amando.
*
Cuando mi animal duerme desaparecen los ruidos del deseo. Cautivo el vuelo del día me hace pensar que soy hueso a pesar de ser ceniza.
*
Fatigar el cuerpo hasta llegar al silencio ahí está esa otra arrodillada pidiendo la palabra.
*
Oir la noche es oir las olas lamer con furia las voces y callar.
TERRITORIAL
(Fragmento)
Sólo tengo este cuerpo. Estos ojos y esta voz
Esta larga travesía de sueño cansada de morir.
Conservo el temor al atardecer.
No se comunica con nadie.
Por mi modo de andar
algo descubierto un poco esperando
cambio frecuentemente de parecer
conmigo no puedo vivir segura.
Habito un jardín de palabras
que han dejado de nombrarme
para nombrarla. No me atrevo
pero es necesario decirlo. Es un secreto.
En realidad somos dos.
Ahora debo inventar a la otra.
REPOSO
Entro en mi casa
y me alojo en su centro
esperando la temperatura
que enmudece los ruidos inútiles.
En un andar del silencio
comienza el mundo
en un olor a fuego
en una hoja
en un cambio de sábanas
en una gana de hacer cosas
no siempre precisas.
Ya no soy la misma
y mis pasos en la voz
resuenan más oscuros.
Otro es el sol que arde
en los crepúsculos que contemplo
viajera inmóvil
pienso
sólo quiero cuidar de lo vivo
y tener luz
para él
y mis niñas.
*
Me he muerto a mí misma
y eso me conmueve sobremanera.
Volver a preparar mi desaparición
me consuela y me desgasta.
Pero puedo seguir la curva de mi brazo
lo que me da la medida de mi soledad
y puedo morderme el vientre de nuevo
lo que enciende el sumidero
en el que temo caer para siempre.
Amo este mi cuerpo árido
sin solicitud, con avaricia
mi negro hombro infantil
que se desplaza según el cielo
que diseña todo invierno.
(No conozco otra estación que el despojo.)
Todavía no me interrogo
sobre lo que significa para mí
esta nueva derrota en mi historia.
Me pregunto cuántas veces aún
tendré que ofrecer mi cuerpo
para cambiar de nombre
y llamarme solamente a mí
con mi claridad desamparada
y mi oculta herida sin balanza.
Me pienso a veces
con el orgullo de una estrella
y alguien en mí se mofa del algodón
con un canto de sirena entre los senos
no entiende nada de las hormigas
ni del placer de mirarse morir
matando lo harto que todavía hay en mí
de niña tierna y maternal.
Pocos son los que comprenden el fuego que se está quemando
y que puedo morir de verdad morir de verdad
sin un signo de locura.
Blanca Wiethüchter nació en 1947, en La Paz, Bolivia; murió en 2004, en Cochabamba, Bolivia. Trabajó como editora de un suplemento cultural del diario La Razón, titulado La Hormiga Eléctrica; organizó diversas publicaciones especializadas en literatura; dio clases en instituciones educativas de su país; trabajó como redactora en “Puraduralubia” Publicó, entre otros, los libros de poemas: Asistir Al Tiempo (1975), Travesía (1978), Noviembre 79 (1979), Madera Viva y Arbol Difunto (1982), Territorial (1983), En Los Negros Labios Encantados (1989), El Verde no es un Color (1992), El Rigor de la Llama (1994), La Lagarta (1995), Sayariy (1995) y Qantatai (1996), y los libros de relatos Memoria Solicitada (1989), En el aire de navegación de las montañas (1992) y A manera de Prólogo (1993).
También publicó libros de ensayo, entre los que destacamos La Estructura de lo Imaginario en la Obra Poética de Jaime Saenz (1976). Trabajó el teatro y en algunas producciones de video.