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José Antonio Carr (Panamá)

17º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: José Antonio Carr

La rosa contra el muro

 

De Tercer Discurso
(Fragmentos)

1.

«La luz tiene una edad,
la noche no.»

René Char

Primero que la luz,
fueron las sombras:
las aguas y las llamas,
la noche y la vigilia.
Y antes que la voz
fueron las aguas.
Más la palabra fue
dando paso a la vida.
Las sombras seguirán
cuando no existas.
Es tiempo de vigilias.

2.

Agua mansa
y tiempo en calma.
Luz. Rebaño.
Los hombres pastan
magra ración del tiempo.
La vida se desliza en comunión.
Fiera, la muerte ve
el convite. Aguarda
los despojos.
Ya dentro,
la flor no pasa.

 

Muerte, soledad y espanto (Canto cuarto)

Lorenzo era menudo de cuerpo
y usaba un sombrero blanco-cielo.
El sable de General de División
le llegaba hasta el pecho
y era del color de la miel su tez,
olorosa a maíz y a guanábanas silvestres.

Victoriano no había estudiado en West-Point
ni había tomado cursos de contra-insurgencia
ni leía mapas militares
ni recibía cables y telegramas de Washington.
(¿Ya te dije que no cobraba sueldos
ni pasaba informes de inteligencia
a la Embajada Norteamericana?)

Era un sencillo relámpago en combate;
un hijo de la tierra de este istmo.
No usaba guerrera de botones dorados
ni portaba revólver Remington, de seis tiros
y cacha de nácar, al cinto.
Ni hombreras con estrellas y galones
con charreteras y barras.

Lorenzo no fumaba ni asistía
a los dorados salones de Bogotá.
Jamás bailó un pasillo con frágil dama capitalina,
semi-desmayada entre sus brazos. Ni bebió champaña.

Victoriano miraba al mar con desconfianza.

Y había un “Tratado” anclado en la bahía.

 

Muerte, soledad y espanto (Canto sexto)


Nadie le salvó de sus verdugos.
En su favor no medió la iglesia
ni se movilizaron recursos extranjeros.
Lorenzo vio la muerte que venía
envuelta en una lluvia de plomos
feroces y salió a la Plaza de Armas
(un 15 de mayo de 1903)
en medio de una escolta de sicarios,
con su traje sencillo, color mostaza,
y paso marcial: marcando el paso.

Y muchas copas de sangre levantadas
brindaron su “Wisconsin” de ganancias.

 

Soliloquio del fusilado (Canto cuarto)


Un día vínose hasta mí la patria
envuelta en los deberes acuciosos.
Vestí la autoridad como se viste
el novio que se casa en vez primera.

Creí en la Ley y la hice valedera:
me alcé contra el pasado y sus quimeras.

Un día la patria vino como un ángel
y me cegó su luz de mil estrellas.
Un día la patria me llamó violenta
y yo le contesté: “Heme aquí. Ordena.”

 

Soliloquio del fusilado (Canto quinto)


Me casé con la patria de los pobres
en las batallas previas a mi hora
en donde, Capitán de cortas luchas,
condecoré con grillos y con pájaros
el pecho de los hombres despojados
de mieles, de guirnaldas y de cantos.

Un día disparé contra un tirano.
Allí sellé mi suerte con el barro.

En él maté la injusta y mala muerte.

Un día la sangre me llamó clamando:
a la sangre, en mi sangre, di respuesta.

Video: Poema a una mujer


José Antonio Carr. Nació en Panamá, 1958. Profesor de literatura universal, hispanoamericana y Panameña. Ha realizado estudios superiores de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Panamá. Miembro fundador del Gallo de Oro y del colectivo de escritores Atabal, en 1988 y 1990 respectivamente. Ha sido ganador en dos ocasiones del Torneo de Poesía de Verano del Instituto Nacional de Cultura (1989 y 1995). Premio Juego Florales Universitarios (1988). Premio León A. Soto en 1986, 1988 y 1990. Obtiene el Premio de Ensayo Universidad de Panamá de Ciencias y Tecnología. En 1991 y 1995 gana el Premio Nacional Ricardo Miró.

Última actualización: 19/11/2021