Julián Malatesta (Colombia)
Por: Julián Malatesta
(Inéditos)
Memoria
Nadie despìde el barrio en sus mejores horas.
Necesité un día de lluvia
para volver al barco encallado en la bocatoma de la esquina
y ver ese río de espejos arrastrando las basuras :
otros niños navegaban en las aguas de mis primeros días.
Madre no quería en casa un navegante,
decía que en la voz del marino no había siempres ni mañanas.
Eran los días de la fiebre
y del médico visitando las bodegas del muelle
mi casa olía a historia, a bahía, a continente.
Mientras en mi calle la lluvia persiste
ahora el barrio es sólo una huella en la edad de las cosas.
Epitafio para un traidor
Aquí yace uno que prestó su pluma
Para vender a los suyos.
El que se hizo consejero de sátrapas
Y funcionarios locales,
Al que en los banquetes solían acoger
Con mohínos abrazos y recelosos saludos
Al que le decían qué debía escribir,
Cuántas veces elogiar a los señores,
¡ Eso le ordenaban...!
Mas nunca le tuvieron suficiente confianza
Para que visitara sus casas,
Sus patronos escondían a sus hijas de sus lascivos ojos.
Era humilde y se creía digno de altas distinciones
Y murió pobre, abandonado como un desconocido.
Ahora sólo lo visita el operario del cementerio
Que de tanto en tanto arranca la maleza
Que se ensaña con sus restos.
¡Aprended el ejemplo ciudadanos...!
En el puerto de Santa Lucía
Ese navío está loco.
Ayer se le vio con rumbo al sur,
Luego lo vimos pasar tras la estela del sol
Recogiendo noche en su quilla.
Ahora gira y gira cerca de los cayos,
Si arrecia el viento hay riesgo de que rompa sus maderas.
Ese navío está loco.
Lleva un cadáver a bordo
Y el capitán no ha querido arrojarlo al mar.
El hombre se ha pegado a la botella
Y tiene en desorden la cabeza;
El muerto en cubierta danza,
Agita la memoria del barco y enloquece la brújula.
Ese navío está loco.
En el puerto de Santa Lucía -la patrona del ciego-,
Deambulan los tripulantes desalojados del oficio,
Aunque tienen pericia y conocen la faena,
Nadie les da empleo,
Las navieras no perdonan
Que hayan abandonado el navío.
Ciudad de Az-zar
Vuelvo ahora, Fetnah, a esta plaza de mercado en la afamada ciudad de los comerciantes. Aquí soporté la larga espera. Aquí con paciencia aguardé a que abrieras la puerta de tu casa. Aquí hice fortuna y me granjeé la protección de jeques y patriarcas. Mi devoción por ti, amada mía, fue motivo de apuestas en esta ciudad de ventorrillos y casas de juego. Aun en las caravanas -si cruzan los desiertos o hacen alto en los oasis donde hombres y camellos beben agua-, se murmura y se habla esa fábula de amor que enriqueció a tantos jugadores y empobreció a tantos otros. Tú bien sabes que entre ruletas y dados hay un modo de hacer historia.
Pero heme aquí, despedazando esta memoria, como quien rompe un papel en diminutas partículas y luego arroja a la bolsa donde se activa la porra del olvido. Nadie quiere jugar a esta última maniobra del azar.
La desolación
La desolación dobla la cabeza.
Los ojos que fueran guiados por el vuelo de los pájaros
Y exhibieran destrezas leyendo en el aire mensajes cifrados,
Rastrean ahora las penosas sombras que reptan bajo los pies,
Siguen el destino de ignoradas alimañas,
Aguzan su mirada tras el hilo de hormigas operarias agobiadas de sol.
No tiene horizonte la desolación.
Con las pupilas abiertas en la noche,
Evade los carromatos mortuorios de los sueños,
Labora en el blanco tablero del cielo,
Borra la tinta de los marcadores,
Esparce el grafito de los lápices que en vano dibujan
Un paisaje lejano en el alba.
La desolación niega la escritura de los astros y de los hombres.
Julian Malatesta. Nació en Miranda (Cauca), Colombia en 1955. Ha realizado trabajos como actor y director de teatro en diversos lugares del país; es un activo promotor cultural, campo en el cual ha desempeñado funciones como asesor de diversas instituciones. Parte de su obra poética ha sido conocida en publicaciones de revistas nacionales y extranjeras. En 1985 publica su primer libro de poemas (Hai Ku) titulado Hojas de Trébol y, la Universidad del Valle le publica en 1995 el libro de poemas Alguien habita la Memoria, una selección muy personal de sus trabajos en los últimos años. En 1997 gana el premio de Ensayo Jorge Isaac con el libro Presencia de la Poesía China y Japonesa en Poetas Latinoamericanos. Los poemas aquí incluidos pertenecen al libro inédito Dentro de poco vuelven los trenes.