Kazuko Shiraishi, Japón
Por: Kazuko Shiraishi
Del libro Viento venido de la ensenada
Mi tribu de arena
En Riverside no hay río.
El río está seco en Riverside desde 1911.
En el verano de 1980 aparezco por primera vez en Riverside.
69 años después de haberse secado el río.
Allí descubro que Riverside es de hecho una entrada hacia el desierto. Allí de pronto las criaturas de la tribu de arena empiezan a moverse en mi interior y buscan la salida, de prisa, ¡ay! hacia el desierto. Toman la salida mientras pronuncian la palabra mágica, -Riverside, Riverside-; salen atropellándose, volando, hermosos espíritus construidos con granos de arena seca, afuera, hacia el desierto.
Mis pensamientos tiran siempre hacia el desierto, hacia donde hay arena, tierra seca, sin importar en qué lugar me encuentre, aire caliente y seco donde hasta al mismo sol se le quema la garganta, y la tribu arenosa anidada en mi interior adquiere vida de pronto, cuando descubre ausencia de agua, ni una gota de agua en Riverside, y así se lanza cantando, descalza, alegremente silbando, danzando hacia el desierto. Entonces poco a poco me hundo hasta quedar sepultada en esta multitud de arena y mi memoria empieza a remontarse, hacia atrás, centenares de miles de años atrás. ¿Es éste el arenal de los indios yaquis de California o es el desierto del Sahara? ¿Estoy a orillas de la sagrada Uluru o en las planicies de Australia? Entre más atrás se remonta mi memoria, más ambiguos se tornan mis recuerdos... Quizá yo sea lo arcaico, quizá me haya quedado dormida. El tam-tam de los tambores me despierta a veces; mas ya convertida en arenosa tierra, adormecida, ¿cómo podría emerger del todo de mi sueño?
En Riverside no hay río.
Seco Riverside, tierra enigmática, puerta al desierto en donde no hay ni rastro de agua: ¿por qué eres una pura entrada sin salida, por qué está el desierto plagado de entradas sin una sola puerta? El desierto es una entrada
Una entrada abierta a todos
Una entrada abierta a otra entrada
Cada vez más hacia adentro
Tribu de arena, intrépida hermandad, guerreros míos que al olor de la arena corren hacia el desierto, sin saberse bien por qué, no por locura, ni por ir a alguna parte, sólo por puro instinto, sólo el amor al regreso.
De adentro de mi cuerpo regresan hacia su nido, hacia la madriguera original, como si fueran bestias, pájaros o peces. En la tarde calurosa oigo sus aleteos.
Los ojos los ven y no los ven. Tribu de arena, más evidente que la poesía, río seco, grande y ancho.
Poder fantasmagórico, ánimas de la arena que adoptan la forma del río...
(1982)
Traducción del japonés por Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón y del inglés por Jesús Vega, con la participación de Haydé Zavala.
Lago amarillo
puedes pescar aquí peces deliciosos
y ponerlos en tu mesa
pero el lago es amarillo para ocultar su profundidad
los Indios que viven cerca del lago
también ocultan su fondo
quizás los peces vivan en sus ojos
o deliciosos espíritus canten al hervir con odio
las profundidades de sus ojos oscuros nadie puede ver algo vive
en el lago amarillo sin mostrar su forma sobre la mesa
Jugador de fútbol
Un jugador de fútbol
patea una bola,
todos los días, patea una bola.
Un día pateó al amor tan alto
que éste quedó en el cielo
y jamás regresó.
La gente piensa que debe ser el sol,
que debe ser la luna
o alguna nueva estrella.
En mi interior
también pende una bola,
suspendida en el cielo,
que nunca regresó.
Ustedes pueden verla
convirtiéndose en llama,
en amor, en estrella.
(1977)
Ulises en estos tiempos
Al volverse, no encontró rostro alguno
ni siquiera uno nuevo que le perteneciese
el rostro es un país
y el suyo era invadido por la ideología roja.
Sin rostro,
sin labios que besar,
su propio rostro dejándolo atrás
se pone en marcha.
Su tierra natal yace bajo un extraño mapa.
Sólo la firma del vientre de su madre
es el pasaporte del país natal
busca a tientas un nombre
él dejó su país él es Ulises
no conoce el regreso.
Ulises, incapaz del retorno
Ulises, sin fecha posible de retorno.
Llevando a su mujer, niños y flores,
encendiendo la antorcha de un poema
Le grita al mar abierto:
¿hay alguien?
¿algún rostro que pruebe su existencia?
Mil, millones, billones de cambiantes criaturas
aman el mar nocturno
y las estrellas caen en las olas.
Él escucha su música en búsqueda infructuosa del país interior.
Se une a los ascetas del amor.
Aunque pueda crear miles,
cientos, miles de rostros
nunca podrá encontrar
ni siquiera palpar
el rostro del país recién nacido.
Así que hoy, otra vez
Ulises cruza el mar
y toca tierra
en un antiguo pueblo del Midwest, en América.
Penetra a un edificio
a las dos de la tarde,
nadie repara en él
porque no es asistente personal del Presidente,
ni gánster con revólver,
ni un músculo campeón mundial de boxeo.
Él es alto, y es bello, con una nariz recta
posee una escondida dignidad, y un fuego
pero no es propietario de otras características.
Así que, si no es violento,
ni exhibe sobre el pecho medallas honoríficas
la gente pasará por su lado, sin verlo,
porque la Filosofía es un ente invisible.
En estos tiempos nadie le tema a los fantasmas,
y si están vivos, menos,
por lo que pasa inadvertido durante miles de años.
No muere nunca.
No le está permitido.
Él es Ulises, un invisible mito.
Muy borracho me dice:
“¡hoy me siento tan bien!”
Porque realmente puede llegar a estar borracho,
¿es que puede embriagarse en el mar de licor
oyendo las sirenas?
¿Conocerá en verdad a la Sirena?
La voz de la Sirena cambia a Elvis.
¿Es Presley una Sirena?
¿Puede un disco de la era rock and roll
llevarlo hacia Penélope?
Me habla sobre un hombre que visitó la India
nombrado Snyder, ávido de realizarse
me habla del arte de vivir libremente
pensando que es igual a devorar el arco iris,
o a hacer el amor con el mismo arco iris.
Él espera alcanzar esas nubes lejanas
mientras que la Sirena
se duerme sin que le hagan el amor
oyendo un disco de Elvis.
Ulises se despierta,
regresa del almuerzo
y casi a la hora de acostarse descubre
que no hay rostros que pueblen el espejo
ni el cuarto donde habita,
de pronto se da cuenta que es Ulises
a quien le es imposible regresar.
No puede regresar carece de país a donde ir.
Desplazándose siempre.
Oigo un blues
del país solitario de ese hombre sin nombre
más allá de ese jazz de Dixieland
retrocedo en el tiempo miles de años
hasta llegar al baño primigenio
del primer nacimiento de este mundo.
(1975)
Traducción de Ayako Saitou
del libro Poesía Contemporánea del Japón (Antología), publicado por la Universidad de los Andes
Kasuko Shiraishi es una poeta japonesa nacida en Vancouver, Canadá, en 1931. Emigró a Japón justo antes de empezar la Segunda Guerra Mundial y vive en Tokyo desde entonces. La ciudad donde llovieron huevos, fue su primera colección de poemas, publicado en 1951. Unas 30 colecciones adicionales de sus poemas, cuentos y ensayos, han aparecido desde entonces. Su familiaridad con el mundo del Jazz, se hace visible en su obra. En el prólogo de su libro de poemas, Las estaciones de la sagrada lujuria, su trabajo pético comparado con lo mejor de la poesía de los beatniks norteamericanos.