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Susy Delgado (Paraguay)

Por: Susy Delgado

 

Pero había sido
llegaría el día
para que volviera
viento viejo
enojado y gritando
pisando
lo que encontrara
aliento enloquecido
tirando al suelo
desgarrando
triturando todo
retorciendo
su viejo chicote
empinándose
y dale, rasgando
la ruta de las nubes
haciendo llover
su furia
echando ese látigo
nunca esperado
en la flaca espalda
de esa pobre gente
sobre sus animales
sobre su querencia
con furia veraz
que no quiere creerse
se satisface
se voltea
y se va…
Salgan del camino
que viene algo bravo
desatando fiebres
muertes y orfandades
Pronto, escóndanse
¿Bajo la cama?
¿Bajo la tierra?
¿En el trasfondo del sueño?
El viento te encuentra igual…

Y un día regresa
con paso callado
andrajoso viento
aliento del cielo
del camino viejo
la vieja capuera
lamido de hartazgo
polvo de arenal
donde estuvieron
los viejos montes
sus huellas
de olores antiguos
pisadas
polvareda de vida
que se pierde en el aire.
Aliento perdido
en los pliegues oscuros
de la vida
pequeña vida que muere
antes de nacer
antes de ayer y de mañana
desde antes, desde hace mucho
siempre viento, viento
una una y otra vez
viejo viento
que se muere en los cielos
que vienes y vas
que vienes y vas
viento viejo
viento viejo…

 

Nuestro padre está cansado


Nuestro Padre el Primero
está viejo de pronto
cansado hastiado
se sienta se agacha
dormita
ya no mira
al ánima de la tierra
ni a su hogar.
Atardece
Y ya soplan
los vientos
de la orfandad…
Nuestro Padre el Primero
ya ha bajado los brazos
ya no esparce
en la intemperie
su sapiencia
su viejo aliento
ya no crea
la silleta en que ha de sentarse
en medio de la noche antigua
entre la antigua neblina
ya no trenza
el adorno
para que el Colibrí primigenio
pueda volar
haciendo lloviznar
el rocío
por el firmamento…
Maino’i
se ha quedado
desnudo
y ensaya
una danza triste…
Nuestro Padre el Primero
ya no crea de sí mismo

el fuego
la neblina
como hijos suyos
para que ellos
extiendan
a su vez
su sabiduría
en toda la grandeza del universo
para que hagan
un buen hogar
en la tierra redondita
donde habrá de ser bueno
todo lo que exista.
Ya se apagó
el fuego sagrado
y la neblina
se disolvió en la noche
de un tiempo maligno…

 


Patria de los pobres


Anochece
y en mi ventana
se encienden
como candelitas pobres
los ranchos
la patria de los pobres.

 

 

 

De qué puedo quejarme,
al fin y al cabo,
si pude amar intensamente
con la música vieja, entrañable
de una lluvia como ésta.
Por qué llorar
si no he podido
atrapar y encerrar en un frasco,
eternizar
a esos amores que pasaron
por mi lecho y mi cuerpo.
Si pese a todo,
llevo su aroma
para siempre, conmigo.
De qué me puedo arrepentir,
al fin y al cabo,
si pude amar a cuentagotas,
con música o sin ella,
detrás de alguna puerta,
en un campo oloroso,
bajo un inmenso sol de fuego
y a veces,
completamente a oscuras.

 

 

 

Aquí, contrita,
al fin de este febrero subasalariado,
en el zaguán oscuro de un noventa y nueve
que sobreviene como un escupitazo,
con maldiciones y horóscopos aterradores...
Aquí,
solita,
poniendo cara de ubicada,
gateando,
rumbo al círculo exacto,
dorado y otoñal de los cincuenta
-¿son doradas las hojas del otoño,
o se están marchitando, simplemente?-,
a unos pocos suspiros de un milenio
que ya nos mira desde el este
con cierto aire familiar, duro y marcial,
como el que usó durante tanto tiempo,
mi General.
Aquí,
sobre el intento fracasado
de ordenar de una vez
los nombres, los recuerdos, las ausencias,
toda esa montaña de papeles
-¿toda esa inmensa soledad?-...
Aquí,
sobre el adiós de las cigarras
de otro febrero que me deja
con tantos libros sin leer,
con el estúpido almanaque
mostrándome la obra
que otra vez quedó sin terminar,
cuando mi paisito, la tele y las facturas
me miran con su mueca de burla cruel,

me quiero ir de vacaciones de estas vacaciones...

 

Quién sabe,
amigo mío,
tal vez un día
cuando acabemos
esta carrera tonta y terca,
esta carrera ineludible,
nos sentaremos
en la playa del mundo
a respirar
y a matarnos de risa
de ver que todo empieza
allí de nuevo,
de ver que otros mundos
insospechados, inasibles,
se levantan y cruzan
la inmensidad del cielo
cansinos e indolentes,
matándose de risa de nosotros...

 


Susy Delgado nació en 1949 en San Lorenzo, Paraguay. Es poeta, ensayista, traductora, tallerista literaria, cuentista, escritora para niños y periodista cultural bilingüe guaraní-castellano. Pertenece a la Academia de la Lengua Guaraní y a la Sociedad de Escritores de Paraguay. Es asesora de lenguas de la Secretaría Nacional de Cultura. Entre sus libros publicados se encuentran: Camino del huérfano, 2008; Cuando se apaga el takuá, 2010; Yvytu yma, 2016; y Ka’aru purahéi, 2018, Algún extraviado temblor; Antes del olvido; El patio de los duendes; Sobre el beso del viento; y, La rebelión de papel. Como responsable del Area Cultural del Periódico La Nación de Paraguay, creó la colección Grandes Figuras de la Literatura Paraguaya, dirigidos a los estudiantes de su país. Tradujo al guaraní una selección poética de Augusto Roa Bastos y la antología Cielo, mar y tierra de Gabriela Mistral. Ha presentado charlas sobre el guaraní y la traducción, en Brasil, Alemania, Chile y Francia, y ha presentado ponencias sobre literatura paraguaya y guaraní, en numerosos encuentros en América.

 

Última actualización: 25/10/2021