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Homero Aridjis (México)

Por: Homero Aridjis

 

Inéditos

El Evangelio según John Donne

  Meditation XVII

Ningún hombre es una Isla
que vive de sus propias fuerzas;
ningún ego es un Continente,
ni un Planeta autosuficiente, acaso
es un pedazo de miedo rodeado de nada,
un jirón de vida colgando de un traje viejo,
un guijarro lavado por las aguas
desmemoriadas del tiempo. La Ciencia
es poca cosa, es un promontorio resbaladizo
donde las manos se aferran, sus semillas
estériles no enraízan en el futuro de la vida.
Tu cuerpo es una envoltura vana,
un pájaro descoyuntado con el pico roto,
aventado a los basureros de la muerte.
Habitante de la Tierra, la muerte
de toda criatura te disminuye,
Por eso, cuando alguien muere, no preguntes
por quien doblan las campanas de la extinción.
Doblan por ti.

En un avión Nueva York-México, 16 de abril de 1999.

El ojo de la ballena

  Y Dios creó las grandes ballenas.
(Génesis, 1, 21)

A Betty

Y Dios creó las grandes ballenas
allá en Laguna San Ignacio,
y cada criatura que se mueve
en los muslos sombreados del agua.

Y creó al delfín y al lobo marino,
a la garza azul y a la tortuga verde,
al pelícano blanco, al águila real
y al cormorán de doble cresta.

Y Dios dijo a las ballenas:
"Fructificad y multiplicaos
en actos de amor que sean
visibles desde la superficie

sólo por una burbuja,
por una aleta ladeada,
asida la hembra debajo
por el largo pene prensil;

que no hay mayor esplendor del gris
que cuando la luz lo platea.
Su respiración profunda
es una exhalación".

Y Dios vio que era bueno
que las ballenas se amaran
y jugaran con sus crías
en la laguna mágica.

Y Dios dijo:
"Siete ballenas juntas
hacen una procesión.
Cien hacen un amanecer".

Y las ballenas salieron
a atisbar a Dios entre
las estrías danzantes de las aguas.
Y Dios fue visto por el ojo de una ballena.

Y las ballenas llenaron
los mares de la tierra.
Y fue la tarde y la mañana
del quinto día.

Después de un viaje a Laguna San Ignacio
1 de marzo de 1999.

Medusa

Vagando por la ciudad de México
me encontré con Medusa, una prostituta
que corría las calles oceánicas de Insurgentes.

De joven había sido la atracción del Salón Rosa.
El cabaret se quemó y en un vestidor quedó atrapada.
Ahora era un monstruo de amor.

Esa noche ocultaba sus ojos petrificadores con lentes de sol
y su cabellera de serpientes con una peluca dorada.
Tapándose la boca con la mano, no podía disimular sus dientes atroces.

Al toparme con ella, yo, que una vez la amé, no supe qué era peor,
si verla a los ojos y convertirme en piedra,
o pasar de largo y convertirme en olvido.

México, martes 13 de julio de 1999

Poema de amor en el espacio cibernético

  Abrir o no abrir, that is the question.
Manual of Spanglish.

En la soledad del Espacio Cibernético,
vagando por la Ruta de los Iconos,
encontré tu nombre y lo perdí.

Dispuesto a hallar tu rostro
en la Pantalla, navegué día y noche
por las Luces de Eudora.

Entre en Listas y Memorias,
anduve en las ciudades virtuales de América Futura
y recorrí Playas con nudistas holandesas.

Sexoservidoras sin volumen ni sombra,
paradas en la Carretera Cibernética,
me ofrecieron sus brazos infieles.

Los pájaros volaban inmóviles en la Página Actual,
los rayos de tus ojos me devolvían siempre al Comienzo,
los sacerdotes del siglo XXI alzaban el cáliz hacia Todo.

Ansioso de hallarte envié cartas electrónicas,
abrí Ventanas, tomé Atajos, exploré Formatos,
inserté Números, recorrí Bandejas y Basureros,

me metí en Programas, examiné Fotos,
Periódicos, Anuncios, Opciones; frecuenté los mares
del Spanglish, pero tu amor siempre se escapaba.

El deseo no satisfecho me dio insomnio y ansiedad,
y ganas frecuentes de asomarme a la ventana
de un edificio fantástico de cincuenta pisos.

En el laberinto de los ordenadores vi la Imagen Total de Dios,
oculto bajo Vocabularios, Informaciones, Descripciones,
Símbolos y Signos, y páginas de web.

Después de viajar sentado por la intensa nada,
creyéndote cerca, siempre lejana, cerré la puerta
a la vida que se abre y se cierra con un clic.

México, D.F. 26 de octubre de 1999

 


Homero Aridjis nació en Contepec, Michoacán, México, en 1940. Su obra ha sido traducida a doce idiomas. Ha publicado 28 libros de poesía y prosa, entre ellos: Los ojos desdoblados (1960); La tumba de Filidor (1961); Antes del reino (1963); Perséfone (1967); Los espacios azules (1969); El poeta niño (1971); El encantador solitario (1973); Quemar las naves (1975) Espectáculo del año dos mil (1981); El último Adán (1986); Memorias del Nuevo Mundo (1988); Gran teatro del fin del mundo (1989); El poeta en peligro de extinción (1992); La leyenda de los soles (1993); Tiempo de ángeles (1994); Apocalipsis con figuras (1997); Ojos de otro mirar (1998) y La montaña de las mariposas (2000). Su obra ha recibido reconocimientos, entre ellos, el Premio Xavier Villaurrutia, en 1964. En 1997 recibió el Premio Roger Callois, por el conjunto de su obra poética y novelística. Dirigió los festivales internacionales de poesía de Michoacán, Morelia y Ciudad de México. Es presidente internacional del Pen Club. En 1985 fundó el Grupo de los Cien, del cual es presidente, integrado por artistas e intelectuales comprometidos en la lucha contra la contaminación y en favor del medio ambiente.

Última actualización: 08/10/2021