Enrique Buenaventura (Colombia)
Por: Enrique Buenaventura
A César Vallejo
Este César Vallejo tan loco
como siempre. Tan cuerdo
como nunca, que sigue siendo
así después de muerto y uno
lo oye respirar pese a la invernal
tuberculosis, a la estadía en e
el hospital, pese a la pena
y a su españolísima ira llena
de tiernos y coléricos poemas,
pese a la soledad, la lluvia,
la tristeza, la oscuridad allá
en la ciudad luz. Sin pan
allá, donde se mide el pan
por metros. Este César Vallejo
tan poco cesáreo y más bien
Cristo que cristiano y comunista
hasta los huesos por humano
y, sin embargo, peruano,
peruanísimo, con su perfil
de puro curaca y cholo puro
y tan inca como el inca
Garcilaso que decía: "porque
las fuerzas de un indio no
alcanzan para tanto" y
alcanzaron, sí señor, les
alcanzaron para escupir sangre
y pulmón contra las injusticias.
Este César Vallejo, hueso puro,
tocando su huaino en una zampoña
que suena a puro tuétano
y añorando el Perú en Pére Lachaise
donde quedó enterrado y luego
el puñado de cenizas fue
llevado al Perú, a ese Perú
saqueado y humillado, a ese
Perú del oro y de la sangre.
A este César Vallejo me encomiendo,
te encomiendo con toda el alma
y sin encomenderos. Hay que ponerle
cuatro velas y rezarle en silencio.
Ayer no más
Ayer estaba frente al mar.
Frente a su majestad luminosa
y sombría. Volaba ayer
sobre su abrumadora inmensidad plateada.
Miraba los oscuros esteros
y las verdosa ciénagas
y los caprichosos caminos
entre verde vivo y pálido
amarillo y légamo morado.
Entre lenguas de agua dulce
y labios de agua salobre,
entre ríos de pureza y podredumbre.
Pensaba en aquel Don Rodrigo
de Bastidas que casi deja
el pellejo y las tripas en
esos manglares jigantescos
tan altos y orgullosos como
los castillos de España pero
hechos de ramas y raíces,
de burbujeante vida verde,
llena de lujuria, con troncos
como muslos y algas fosforescentes
como sexos de mujeres ahogadas
y dentadas flores carnívoras.
Ayer, no más, don Rodrigo,
copulaba usted con los bufeos
y engendraba mitad mujer
mitad escamas y hordas voraces
de mulatos y mestizos y nonatos.
Ayer, no más, dios radiante,
techo ondulante del planeta,
mar ciego, sordo, indiferente
ante los millones de ahogados
que te habiitan, que van con las
medusa ondulando en
la oscuridad de tus abismos.
Es la pobre raza humana
ronco, espeluznante, bello, terco
océano. La humana estirpe
que no te ha dominado
porque, cuando quieres, la escupes
como mínima alimaña
pero que, desde que apareció,
te ha desafiado. Se ha enfrentado a tu soberbia.
Declaración
Estuve tan cerca de la victoria
que me ví perdido.
Presentí mi calavera laureada.
Pero vino a salvarme la derrota.
Enrique Buenaventura, Cali, Colombia, 1925 - 31 de diciembre de 2003. Estudios de artes plásticas en su ciudad natal y en Bogotá y de Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Fundó el Teatro Experimental de Cali (TEC) que está cumpliendo 45 años de trabajo ininterrumpido. Su obra ha sido profusamente puesta en escena, estudiada y traducida a varios idiomas.Una buena parte de sus piezas teatrales son consideradas clásicos del siglo XX: En la diestra de Dios Padre, Los papeles de Infierno, La Orgía, La Tragedia del Rey Christophe, El Menú y Crónica, entre otras.