Frankétienne, Haití
Por:
Frankétienne
Traductor:
Pablo Montoya para Prometeo
Cada día, empleo el dialecto de los ciclones locos. Y proclamo la locura de los vientos contrarios.
Cada tarde, utilizo el patois de las lluvias. Y proclamo la furia de las aguas desbordantes.
Cada noche, hablo a las islas del Caribe el lenguaje de las tempestades histéricas.
Y proclamo la histeria del mar en celo.
Dialecto de los ciclones. Patois de las lluvias. Lenguaje de las tempestades.
Evolución de la vida en espiral.
Fundamentalmente la vida es tensión. Hacia algo. Hacia alguien. Hacia sí mismo. Hacia el punto de madurez donde se desatan lo antiguo y lo nuevo. La muerte y el nacimiento. Y todo ser se realiza en parte en la búsqueda de su doble. Búsqueda que se confunde en última instancia con la intensidad de un deseo, de una necesidad y de una investigación infinita.
Perros que pasan –siempre me han obsedido los perros errantes- le ladran a la silueta de la mujer que añoro. A la imagen del hombre que busco. A mi doble. Al rumor de las voces que huyen. Desde hace tanto tiempo. Se diría treinta siglos.
La mujer se fue. Sin bombos ni platillos. Dejando mi corazón destemplado. El hombre ni siquiera me tendió la mano. Mi doble me lleva siempre la delantera. Y las gargantas deshechas de los perros nocturnos aúllan espantosamente con un ruido de acordeón roto.
Es entonces cuando me convierto en una tormenta de palabras que revientan la hipocresía de las nubes y la falsedad del silencio. Ríos. Tempestades. Relámpagos. Montañas. Árboles. Luces. Lluvias. Océanos salvajes. ¡Llévenme en la médula frenética de sus articulaciones! Basta una pizca de claridad para que yo nazca viable. Para que yo acepte la vida. La tensión. La inexorable ley de la maduración. La ósmosis y la simbiosis. ¡Llévenme! Basta un ruido de pasos, una mirada, una voz emocionada, para que yo viva feliz con la esperanza de que el despertar es posible entre los hombres. ¡Llévenme! Pues basta una nadería, para que yo proclame la savia que circula en la médula de las articulaciones cósmicas.
Dialecto de los ciclones. Patois de las lluvias. Lenguaje de las tempestades. Yo proclamo la evolución de la vida en espiral.
2
De tanto querer decir, no soy más que una boca vociferante. No me interesa en absoluto saber lo que escribo. Simplemente, escribo. Porque es preciso. Porque me ahogo. Escribo cualquier cosa. No importa cómo. Pueden llamarlo como quieran: novela, ensayo, poema, autobiografía, testimonio, relato, ejercicio de memoria, o nada en absoluto. Ni yo mismo sé. Sin embargo, lo que escribo no me es ajeno. Nadie podrá llegar a decir mucho más de lo que habrá vivido.
Me ahogo. Escribo todo lo que se me pasa por la cabeza. Lo importante para mí es el exorcismo. La liberación de algo. De alguien. Quizás de mí mismo. La liberación. La catarsis.
Me ahogo. No encuentro un respiradero. Y ataco las paredes de mi asfixia con el ariete de las palabras.
Si a pesar de todo, ellas no se abren, alguien al pasar oirá la embestida anárquica de mi lenguaje, o el SOS bárbaro de mi agonía. He pensado lo suficiente. La gente en mi alrededor piensa demasiado. O quizás no piensa en absoluto. Estoy cansado. Ahora estoy golpeando a puertas que no se abren. Doy brincos de impaciencia. Grito. Llamo. Vocifero. ¿Lograrán mis gritos de alarma conmover a alguien? ¿Alcanzar un blanco sensible? No sé. Sin embargo, la desgracia, la miseria, la desesperación, la ira, los ríos, las tempestades, la sangre, el fuego, el mar, los ciclones, mi país, los árboles, las montañas, mi pueblo, las mujeres, los niños, los ancianos, todas las cosas y todos los seres hinchan mi voz, a tal punto que si fracaso, habré estado realmente solo. Espantosamente solo. Horriblemente solo.
Yo acuso desde ya a los fariseos de la cultura in vitro.
¡Filósofos holgazanes! ¡Desháganse de los bacilos del espíritu puro! Explíquenme esta sed en torno a toda la tierra. Estos campesinos desnutridos que se alimentan de papilla de piedras. Estos niños que mueren de fiebre. Este amigo que perdí, extraviado en el ejército de invasión americana en Vietnam. Esta mujer que se fue y nunca más regresó. El tercer mundo escarnecido, despreciado. La amenaza de las Potencias imperialistas. La ceguera de la gente que no sabe cómo descifrar los graffitis del tiempo que pasa. El orgullo analfabeto de las dictaduras que pisotean los sueños de los pueblos. Los escalofríos de la muerte. Las palpitaciones de la vida. La tristeza de unos. La alegría de otros. El enigma de la muerte. Hasta mi corazón que palpita. Explíquenme todo esto. Tendré incluso la paciencia de escuchar y de oir, si la acción está al final de la sabiduría.
Mientras espero, hablo por la voz de Raynand, por la voz de Paulin, por la mía propia. Raynand y Paulin son el mismo y único personaje. Yo soy su voz, ora débil, ora fuerte, pero siempre existente. Siempre presente. La voz del tercer mundo descuartizado. La voz sofocada bajo sombras gigantescas. Raynand cansado, se busca en Paulin, imagen del que lucha por transformar la repugnante realidad. Y en el intervalo, una voz permanece audible, es la de Raynand, la de Paulin, la mía propia. Ahora bien, yo mismo no sé nada aún de la vida que me arrastra en un tren de espejismos y utopías vivaces.
La esfinge
El viaje se prolonga a través de mi
memoria tachada de violencias.
Mi boca se rasga y todo calla. La ópera del silencio como una gangrena amarga en el sida de |
la lengua.
Ebriedad y vértigo de mi ciudad en el |
péndulo de la muerte.
A falta de pulmones aprendo a respirar por el corazón |
y las tripas.
Ilumino mi caída interminable en los |
ecos de mis riñones
mis paradojas indisolubles en las |
quemaduras de mi voz
mi vida y mi subsistencia en las |
aletas de mi sueños.
¡Soy la esfinge! |
El enigma en el corazón del huevo
Óvalo como un cero en el insomnio de los |
espejos políglotas
la eternidad del laberinto en el embarazo |
de las metáforas
la obesidad del huevo la opacidad del huevo la sal de mis dialectos de donde yo saco |
mis claridades chupando el oro del huevo
en el fondo de mis entrañas
el huevo que cae y rueda libre música perfume de luna luz aleatoria en la grasa del |
caos
mi huevo hirviente en la sintaxis de las |
utopías
mi bola sangrienta rodando al |
ritmo de los dados crueles que tasan el azar
de los ganglios del alma
peso mis hipótesis en la danza de mis alas y mi dolor fogoso solidario de mi huevo indestructiblemente nuevo. |
Yo mismo
Yo mismo en arco iris yo mismo en blanco y negro yo mismo en paradoja yo mismo en disidencia yo mismo en mestizaje yo mismo inagarrable en canon |
de erotismo
yo mismo en carne y hueso yo mismo de nieve mezclada con sangre maduré bajo la máscara en mi |
alma tan frágil entre las garras del
tiempo donde sonrió mi angustia.
Subterránea es mi luz hueca |
mis amnesias en el insomnio de mis
raíces y el incendio de mis tinieblas.
Toco mi soledad en el interior |
del circo y danzo mi locura en
un trapecio imaginario.
Y sigo siendo el dueño |
de mis palabras insólitas
yo mismo rebelde incorregible tan violentamente yo mismo que |
oscilo y deliro en el estropicio de las vocales
y de las sílabas en llamas.
Cada noche hablo en silencio a mis |
abejas efímeras
y adivino la miel del alba. |
Mi ciudad huracanada
Danzas y tambores y tamtams ruedan |
a las llamadas de mi ciudad
soy golpeador tocador en la embriaguez de mis |
tripas
deliro y cabeceo en el estrépito |
de mis ruedas ciclónicas
resbalo circulo huyo ruedo en los zig-zags de mis palabras |
con la velocidad y el vértigo del huracán
mis paisajes ruidosos mi sexo brillante de embriaguez coincidencia y connivencia mis congojas y mis heridas en el estremecimiento de la máscara. Danzas y tambores y tamtams |
ruedan a las llamadas de mi ciudad parada
inagotable entre porquerías y luz en
el pantano de las tinieblas.
Y perra es mi memoria en los ladridos del silencio cuando mi ciudad remolinea hasta el límite de mi sexo que día |
y noche se extiende para llevar
a lo más profundo de ti mi paraíso perdido.
Visa por la eternidad
I
Alas
frágiles
de mi isla
en los flancos de mi dolor.
Ella
rebelde
y bella
en los centelleos de mis quemaduras.
Yo inclino mis palabras
lentamente
pacientemente
entre la tristeza de las ruinas
y el polvo del silencio.
Por la luz de mis heridas
aún estoy vivo.
II
De la rabia
a la margen
yo digo el riesgo
yo escribo la desgarradura extrema
el azar cleptómano
donde envuelvo
mi frágil desnudez.
Otra vez tu cuerpo de sílex
que tiembla
en una sueño erótico
bajo mi sexo azul de noche.
Abstraída el alba inaudible
la leche inagotable
entre el caos de las sombras
y la cópula
de los espejos y el viento
III
Secreta
y pura
mi herida musical
mestizaje de sol y luna.
Vulva abierta
enrojecida
ruptura de luz atroz
así marcha el dolor.
Y cuando la noche vuelve
más espesa
más oscura
más cruel
yo recojo mis vocales
y retorno
a mi reino imaginario.
Esta puerta entreabierta
esta sombra hermafrodita
esta imagen andrógina
es una vagina que sangra
o un pene que quema?
Frankétienne nacido Franck Étienne Ravine-Sèche, en Puerto Príncipe el 12 de abril de 1936. Es un escritor, poeta, guionista, pintor, músico y activista e intelectual haitiano. Está reconocido como uno de los más importantes escritores haitianos en francés y creol haitiano. Obra: Au Fil du Temps, compilación de poemas; Ultravocal, novela; Pèlin Tèt, obra escrita en creol haitiano; Dézafi, novela sobre la vida durante el régimen de Duvalier, la primera en creol haitiano; Mûr à Crever, novela; Les Affres d'un Défi, novela. Distinciones: Comendador de las Artes y las Letras, Prix Carbet de la Caraïbe et du Tout-Monde (2002); Premio Príncipe Claus (2006); Gran premio de la francofonía (2021).
Fue uno de los fundadores del movimiento Espiralista. Algunas de sus obras lo han convertido en un héroe nacional, especialmente sus novelas: Dezafi (1975), primera novela publicada en créol, y El pájaro esquizoide (1993). No abandonó nunca Haití en la dictadura de Duvalier, a quien combatió con una prolífica obra en francés y en créol. En su producción se encuentran decenas de novelas, piezas de teatro, y libros de poesía, entre ellos: Al filo del tiempo (1964), Caballos de la víspera (1966), y Flores de insomnio (1986).