Odia Ofeimun (Nigeria)
Por:
Odia Ofeimun
Traductor:
Raúl Jaime
Poemas inéditos
Rap anti-texto
En el brebaje del shaman
que hicieron los generales
los muslos se deshacen
en la algazara de los carnavales
tatuando las calles
con turbas alquiladas
y circos
el halcón voló
con el halconero a remolque
Rotando y rotando
en giras forzadas
hasta que la razón dió un salto mortal
y la oscuridad desatada
los muslos se deshacen
los generales aparecieron
los muslos se deshacen
y el General voló
a un matorral de fantasmas
mientras de mareas de sangre envanecida
surgieron nueve perros que gruñían
y las vacas dejaron de dar leche
los cerdos se revolcaron
en pantano y petróleo
mientras la inocencia se ahogaba
cesaron todas las convicciones
las ceremonias ardían centelleantes
de pasión enceguecida
la intensidad extinguida
bajo ahogadas filas
hasta que el presente incoloro
produjo un sol despiadado
un destino punzante
esculpió en oro la muerte
Lo peor se hizo lo mejor
en el brebaje de nuestro shaman
mientras los dragones retumbaron
y los barones desfilaron
sus redadas falsificaron la luz
del alba sus bayonetas hablaron
en nuestros intranquilos callejones
sometiendo a prueba los motines
desafiando las calamidades
su guerra mostraba los dientes y lloraba
en una mueca de sepulcros blancos
sus profecías proclamadas
ante un relámpago.
No más látigos
los escorpiones la próxima vez
no más halcones
el láser la próxima vez
y el mundo entero esperaba
y el ancho mundo lloraba
hasta que los sueños del General
enmarcaron un completo funeral
Después del golpe
(Para Chinweizu)
Están aquellos que no tienen gracia de la cual caer
sepultados ya en derrumbes de tierra luna y sol
de pronombres colectivos:
"nosotros el pueblo" fertilizamos el día
para sembradores cuyas manos se llenan del maíz
del silo de la hambruna del mañana
nosotros somos aquellos que no tienen gracia de la cual caer
atrapados por el tiempo y sobrepasados por las turbas alquiladas
"nosotros el pueblo", llevados en andas a través del humo de los fusiles
por las transmisiones matinales
nosotros consagramos las plazas públicas para dar la bienvenida
a Generales que se inclinan lejos
de las lluvias que germinan en Julio,
el silo de la siega de mañana,
y las reservas del destino en oraciones no escuchadas
somos aquellos que no tienen gracia de la cual caer
bombardeados por ¡VIVAS! a caminos nunca hechos
por viejas calles renombradas en donde volver a nombrar
es abrir la historia para almacenar y embarrilar
que deberá ser reinventada de nuevo para seguirnos la corriente
"nosotros el pueblo", viajando sin mapas
viajamos hacia mapas
ensangrentados por Generales en tanques
en un nerviosismo de lo inolvidable
ii
ah! queridos Generales soñando con manifiestos
ustedes convierten una era de maíz en un campo de banderas
verdes y blancas banderas que flamean al humo de los fusiles
ustedes convirtieron el campo en abalorios de palabras,
palabras que chillan y patalean plantadas en la estridencia
de cascos de hierro que crecen más que el trigo o el ñame
queridos Generales más elocuentes que manifiestos
ustedes son ovejas leonizadas por pastos suplicantes
donde sus articulaciones mentales custodian nuestras moradas del hambre
antes del canto del gallo y antes de que hablen los yunques,
rasgando los taparrabos de los sueños de la carne inspirada,
tus pliegues mentales trenzan una danza más allá del muezin
-centinelas de la noche cuyas huellas son slogans
-centinelas de la noche cuyos acres prohiben los silbidos
-centinelas de la noche cuyos pájaros no vuelan
tus madrugadas hablan de mascaradas que regresan
ancestros que vuelven como abikus seducidos por mendalions
tus madrugadas bullen con estandartes y fábulas temerarias
empapados de grasa para empalar los estómagos en los muros húmedos
tus madrugadas ejercitan la amnesia en fiestas y hogueras
donde nuestros sueños se enfrentan al humo de los fusiles para fertilizar el tiempo
La nueva ciencia
en el nombre del mercado, ellos necesitaban
un pueblo sin la indisciplina del río
que se introduce al mar en un delta; ellos dijeron,
un río debe sostenerse en contra de los arroyuelos;
en el nombre del mercado, ellos necesitaban
rehenes de los pantanos y del cieno antiguo
que superasen los axiomas de los sabios
en busca de un delta que fluye y confluye
en el nombre del mercado ellos necesitaban un pueblo
que se inclinase antes de que el viento hiciese de ellos sauces
o los pusiese fuera de combate, ellos dijeron, si no van a servir
derríbenlos en el nombre del mercado
bajo los arcos triunfales de la nueva ciencia
la paz ofrecida sólo a ciudades reducidas a polvo
por fuegos amistosos en el nombre del mercado,
ellos necesitaban un pueblo que creciese en inercia
ellos necesitaban un pueblo que creciese en aceptación
y se postrase en el nombre del mercado
al sino primitivo de oro negro fluyendo
hacia los desiertos de cuentas bancarias extranjeras
ellos necesitaban un pueblo cuyas calles en silencio
tuviesen la alquimia suficiente para convertir el rugido
de los estómagos y el llanto de los niños muriendo de kwashiokor
en una música de baile más allá de las silbantes ventiscas
ah! ellos necesitaban de la música en el nombre del mercado
para poder probarlo, necesitaban de vidas enteras
más allá del caminar y del anhelo; tenían que probarlo
probar que su ciencia funciona -que su ciencia en verdad funciona-
Lizombe
Nunca olvidamos a nuestros padres
es su puño el que levantamos
por encima de nuestras cabezas
cuando danzamos el Lizombe
con las teas de nuestras mujeres encendidas
ardiendo apasionadamente a nuestro lado
dándole fin a los reclamos de la inocencia
Jamas olvidamos a nuestros padres
sus cicatrices aún nos hablan
a través de nuestras marcas de nacimiento
sus viajes se hacen proverbios en nosotros
plantando, cazando y cosechando nuestra esperanza
abriendo nuestros años
a la fragua sepultada profundo en el hueso
dándole fin a los reclamos de la inocencia
Jamas olvidamos a nuestros padres
Jamas olvidamos su palabra en nuestras venas
Como las cicatrices de Ngoni en Riuvuma
escapando de los Assegais Zulúes
a través del Limpopo
a través del Zambezi
duras cicatrices sanadas
en el lunar de los vástagos
nuestros padres encarnan el sendero de la angustia
para acceder a las vasijas de la vida
dándole fin a los reclamos de la inocencia
Un asa para la flautista
Tú eres la tormenta de arena bajo mi piel
la sal en la carne cruda y sangrante
Tú eres la flagelación y la hierba
el huracán de mis noches sin sosiego
la conversación que pronto se vuelve argumento
tú eres la flagelación y la hierba
en tu copa mi vida corre
siempre fluyendo
entre tus brazos agitados mi espejo antiguo
y cuando me arrodillo
es por ti por quien imploro
tú eres mi canción, no sé otra
Odia Ofeimun nació en Iruekpen-Ekuma, Nigeria, en 1950. Trabajó como obrero en una fábrica, y como reportero de noticias. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Ibadan. Ha sido Secretario General y Presidente de la Asociación de Autores Nigerianos. En 1989 fue miembro del Comité Editorial de The Guardian, en Lagos. Desde 1995, ha sido Presidente del Comité Editorial de los semanarios The News y Tempo. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos A Handle for the Flutist and other poems, A Feast of Return Under African Skies y Dreams at Work and other poems.