Robinson Quintero, Colombia
Por: Robinson Quintero Ossa
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 94-95. Julio de 2013.
Canción del chofer en el parabrisas
Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre:
colinas de altos pastos rojos
un río de brillantes peñascos
una montaña escasa de luz
y otra cumbre más distante donde ya es la noche
Un cielo color granate
y un viento que entra con sus pájaros en el crepúsculo
también de viaje
El temblor de los platanales en la carretera
las aguas estancadas en las zanjas
los abismos por los desfiladeros
El oscuro sonido que se hace debajo de los árboles
y la última luz viva de la tarde
todo en viaje hacia la noche
Ante mí veo lo que un día se borrará para siempre
Una historia
Y aprendimos del yolofo, el pájaro azul turquí que canta sólo cuando vuela, nunca posado en los árboles.
Del pájaro ubus-ubus, de una sola ala, que para volar necesita del ala de su pareja.
Del pájaro septicolor, de tramadas transparencias en el viento de un poema.
Del pájaro Gipaeto, cuyos ojos son escarapelas.
Y sentados, le oíamos largamente, mientras de su boca volaban más pájaros extraordinarios. Y entre más maravillosos parecían, más felices escuchábamos…
Y aprendimos que si alguien dice algo según su sueño, alguien otro lo oye desde el suyo.
Perro
Un perro está contento porque amaneció:
ladra
recio ladra al cielo muy alto
pasea entre las gentes
y le hace fiestas a la mañana
El callejero que pasó la noche entre zaguanes
en el frío quicio de las puertas
o vagando los andenes
se hace oír
retoza feliz de ver el sol
de escarbar la hierba fresca
de caminar otra vez al lado de los hombres
Igual yo
después del azar de la noche
vagando sin rumbo
agradezco el anuncio de la luz
mi parte de contento
Como ese perro que campea
y es feliz
vuelco mi latido al mundo
Trabajan tanto los carpinteros de ataúdes en mi país
A mañana y tarde
en día laboral o festivo
miden trazan
cortan
desde las vísperas
Sin importar para quién
sin importar si es el suyo
cofres abullonados unos
ásperos
otros
Como peones al mando
del más severo patrón
taponan pulen
empañetan
a prisa
En las noches oímos
sus garlopas alisar
tabla a tabla
sus martillos oprimir
clavo a clavo
Con las manos llenas de polvo
con los rostros sucios de aserrín
cantan:
¿Son más los de
arriba?
¿Son más los de abajo?
De sol a sol trabajan los carpinteros de ataúdes
en mi país
Muchachos desnudos
En un recodo del río antes de echarse al agua
los amigos se descubren por primera vez
desnudos
Y la piel ofende al ojo
y hay quien inclina la frente para no mirar
quien aguarda con pudor a desvertirse
y quien
rumbo a la orilla camina
como por entre un bosque de ojos
Yo estoy entre ellos alterado en medio
de tanto esplendor inusitado
picado por un intenso rubor inocultable
tratando con afán de descubrir para mis ojos
cuál es más deslumbrante
cuál más esbelto en su estatura
cuál más extrañamente poderoso
Hoy ya no preciso esos cuerpos
Cada día que pasa pierde contorno
ese color que brilló
de pronto en el aire
(Tal vez no miré lo suficiente
Tal vez sentí vergüenza)
Cada día que pasa me son más
memoria inútil
más muerte corriente
(Tal vez tuve miedo de embriagarme
Los ojos no lo resistieron)
Fisuras
Es necesario después de despedir los muertos
reanudar la lidia aun con las costillas rotas
Aprisa reacomodar los huesos
-que no se escape el espíritu por entre tanta
fisura |
Es preciso reordenar la casa destacar
las ventanas
destrabar las puertas
En la angustia de eternidad que nos tocó en la tierra
conquistar un día más
una oportunidad todavía
Y continuar una a una las tareas encargadas:
tajar el lápiz
o alistar el azadón
sin olvidar a la hora del descanso
que donde no hay canto no hay oración
De la infancia
El abuelo enfermó en un cuarto oscuro y estrecho del que no salía. El parlante de un transistor sony de pilas, bien pegado a su oreja, le traía las noticias del mundo.
El dormitorio tenía una ventana con sus cortinas siempre corridas, la cama, una silla incómoda -destinada a las visitas-, y el mueble donde la lucecita del radio titilaba día y noche junto al velador.
Su comida enfriaba en las bandejas antes de ser probada, y en el cobertor, la bajo alfombra y alrededor de las patas de la cama, las migajas caídas de su plato.
Cuando aceptaba compañía, hablaba poco; después el silencio fruncía su gesto, daba el morro a la gente y se dormía.
Su cara permanecía siempre hinchada de agua, y su vientre hinchado de agua, y las plantas de sus pies y sus manos. La abuela le mojaba las comisuras resecas y cuarteadas con un trozo de hielo y el abuelo chupaba la escarcha con la prisa de un niño.
Desde entonces no meditó el balcón, ni paseó los corredores, ni subió a las terrazas. Se hacinó en su pieza donde, tosegoso, asfixiaba, pedía ayuda malhumorado y se quejaba con frecuencia del fuerte ardor de sus orinas. Se entregó a la medianoche interminable, acompañado apenas por las voces de los locutores de radio y mirando un punto fijo en el techo boca arriba con los ojos cada vez más ciegos.
Después de su muerte, el dormitorio permaneció cerrado, visitado apenas por la abuela que entraba con sigilo para asearlo y demoraba sacando trastos viejos.
Los niños seguíamos jugando en los corredores, y a veces oíamos, desde la pieza cancelada, quejas, toses, el verter del orín en una bacinilla y el ruido de una onda radial mal sintonizada, como si el abuelo no hubiera muerto y siguiera allí, anunciándonos que la infancia aún no había terminado.
Robinson Quintero Nació en Caramanta, Colombia, en 1959. Poeta y ensayista. Licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje, 1994; Hay que cantar, 1998; La poesía es un viaje, 2004; El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse, 2008. Textos de investigación literaria: Catálogo Centenario José Asunción Silva 1896-1996, 1996 y compilación de Colombia en la poesía colombiana: los poemas cuentan la historia –Premio Literaturas del Bicentenario del Ministerio de Cultura–, 2010. Textos de ensayo: Un panorama de las tres últimas décadas para el libro Historia de la poesía colombiana, 2009, junto a Luis Germán Sierra, y Libro de los enemigos –Beca de creación artística de la Alcaldía de Medellín, 2012–, 2013. Libros de periodismo literario: 13 entrevistas a 13 poemas colombianos [y una conversación imaginaria], 2008, y El país imaginado: 37 poetas responden, 2012. En la actualidad dirige talleres de creación literaria para las bibliotecas de Comfenalco en Medellín.
Publicado en agosto de 2013