Antonio Zibara (Colombia)
Por: Antonio Zibara
Inéditos
Fugaz presencia
Quédate allí, por un instante detenida
y comparte tu pecho con la luz
de los duraznos,
Con espuma en tus muslos y una llave
en el vientre,
Bajo el ciprés poblado de hormigas;
Estruja el papel y arroja la página,
-ahora- que escribo en tu cuello
sin que el pulso me tiemble demasiado,
Conmemora los colores en un cuadro de Chagall,
En la vertiente del aire,
En el latir de la hierba con miradas de lince,
Al pie de la cascada o en inocencia del barro.
Adolescencia
Aquella muchacha todavía no conoce el paraíso
sin embargo,
le parece suficiente poseer dos pechos
con los que abre la llave del alba y desafía
el horizonte,
una flor del otro lado de la carretera o en mitad
del precipicio.
La he visto saltar la cuerda bajo espesor del cielo
antes de espolear la ventana,
caminar sonámbula por el corredor e incorporarse
en la apiñada tapia,
gestar un aro en el filo de los párpados,
bañarse en el oleaje de la sala y dormir en el sillón
junto a la tristeza del perro.
El tiempo se ha detenido en una parte de la casa;
Quizás, en este patio tapizado por sedientas
bugambilias,
por el húmedo olor de las pilastras y la corteza
de los árboles,
en la cerradura de esa puerta que no da a ninguna parte,
excepto, al sótano donde duerme la siesta un dinosaurio,
Dios y un sonido sordo de campanas que evocan
la historia de este país y un muladar
que ofende a las estrellas.
Dulce morada
Durante la siesta contempla la mudez
de los árboles,
de esos árboles que han sido esencia
del aire y piel donde sueñan las hormigas.
Esta experiencia le recuerda su infancia,
al hombre que pasa con su cajita de música
y extravío de huesos,
al sol que derrama leche en los muros,
tu cuerpo desafiando el equilibrio
de las piedras,
al caracol en la vertiente y esa dulce morada
escuchando el silencio
Clave
La libertad estuvo recostada en el muro
pensando en una llave
o frotando un dulce cerrojo.
Su posición inexacta le pertenece
al vértigo,
al eslabón perdido,
a la triste partida de un tren
y un adiós exiliado con tactos de niebla.
Su testimonio escruta alas en la sombra,
traduce ecos de piedra
y peldaños de arena.
Conspiración
Hay muchos lugares que sin ser un cementerio trajinan con historia
en los párpados.
Menciono los bordes;
el costado que vela la lluvia
con extensión de techos y delgadez del grano...
el abismo que ansía agua
con dispersión de huesos,
y el fondo con instantáneo brillo.
Tercer cículo
Esa mujer en la hierba produce
una serie de ondulaciones,
explora cortinas en la charca,
estruja su pecho contra el árbol
de la noche,
la realidad de frutos
que engendra el horizonte
y planea el espectáculo,
la vertiente quimérica
que aparenta el cortejo con avidez y sombra.
Templo
Edificio del mundo con
soberbia luz
de paraíso,
silencio que prolonga
un dios que salpica
peldaños en vastedad,
en bancos de madera
que acompaña rostros
con historia
atados al sueño,
a sedienta devoción reluciente
en un monasterio.
Eco
Aquel sonido no descifra
ni recupera
la forma pequeña
del aire
cuando transmite luz
que sueña
una flor oxidada
esa diosa
en la esquina y el rostro
la comprensión de la hierba
la memoria del búho y el naranjo.
Lectura en el 10º Festival Internacional de Poesía de Medellín, Testimonio del viento
Antonio Zibara nació en Cali, Colombia, en 1944- murió en esa misma ciudad el 13 de noviembre de 2021. Publicó los libros de poemas: Identidad secreta (1980), Ciudad de los ausentes (1986), Al sigilo de la máscara (1989), El Árbol digital (1993), En el lomo del viento (1995), El sol y sus mudanzas (2004), Peldaños de arena (2006), Esa pausa del viento (2008), Las formas prevalecen (2016). Es poeta y narrador. Poemas suyos fueron traducidos al francés y publicados en Les cahiers du Lez, en Montpellier.
Según la poeta Ana Milena Puerta: “Es un poeta que pareciera habitar entre dos pausas. En la primera edad de su obra, nos deslumbra con recuerdos fulgurantes y la presencia de su querida Guatemala; en la madurez literaria nos lleva a la esencia de las cosas, las primeras piedras, los primeros indicios del desastre que somos.Zibara formó (y forma) parte del paisaje caleño durante muchos años, no hubo (ni hay) coctel realmente bueno sin su presencia. Desde su retiro de invierno, trae para nosotros su más reciente producción literaria”.