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Miguel Iriarte (Colombia)

Por: Miguel Iriarte

 

 

 

 

 

 

A LAS PUERTAS DE BILLIE

 

Tranquila Billie
En esta puerta nadie habrá que te impida 
Seguir hasta el fondo 
con tu canto.
Aquí podrás entrar por todo el frente
Porque mi alma no tiene entradas falsas
Y porque yo soy el único perro 
que conozco.
Aquí estaremos, Billie, solos
Y podrás arañarme el corazón
Con tus voces de gata:
“I get a kick from cocaine”.
Y podrás colgarme de tu canto:
Extraña fruta yo pendiendo de tus cuerdas
Vocales
Para que pague parte de mis culpas.
Billie
Siempre tuviste a alguien
Cruzando un pie para cerrarte el paso:
Un policía maldito que exacto
A su país
Jamás pudo entender
Que tú eras una diosa sumida en la tristeza
La única puta que subió a los cielos.
Para cerrarte el paso, Billie
Un portero
Negro disfrazado de blanco
Haciéndote subir por donde bajaban
La basura y la vergüenza.
Qué bueno que no te dejaras atrapar
A la salida de tu último hospital.
Qué bueno que burlaste la ley una vez 
Más
Huyendo 
Por la única puerta que nadie jamás
Controlaría.
Qué bueno, Billie
Que dejaras plantado al mundo
Por morirte.

 

 

SEMANA SANTA DE MI BOCA

 

 

Sólo queda tu ausencia repetida. 
Es eso todo lo que tengo. 
Tú que desapareces, que te esfumas 
En la ráfaga alisia que estremece mis ramas. 
Aire que nada dice. 
Brisa del río que viene siempre ahogada. 

Cada vez que te pierdes de mí 
Más cercana del centro de mis sueños yo te encuentro 
Más hundida en el pozo rojo de mi sangre 
Más lejana de mis manos 
Que quisieran tocarte. 

Por eso sueño. 
Para ordenar la defectuosa realidad 
De no tenerte 
Para recomponerle a Dios 
Los terribles descuidos de su oficio. 
Para llegar a ti primero que la muerte 
Película de tiempo 
Sobre la piel lustrosa de la noche. 

Parejas intocables somos 
frente a un telón abierto 
Desde donde nos miran los duendes del deseo 
Asomados distantes al mar antiguo de Taganga 
Desde el claro mirador de las alturas 
Desde el ojo de un pez que nos ve allí 
Puestos los dos para un hambre anterior a toda sed. 
Y sin embargo ausentes 
En la extraña ceremonia del olvido. 

Pintura viva de este mar 
Para el consumo de mis ojos del alma 
Con los mismos que te miro 
Siempre que quiero verte y no te veo. 
Espejo desierto de una sal que arde 
Paisaje en el que navegan mis adentros. 

Podrás, ahora que ya sabes de mí andar 
En el feliz dolor de la poesía 
Que voy en vuelo fácil de la nada del sueño 
a mis silencios, y viceversa, 
Podrás, repito, 
Entender por fin que un amor por más callado 
No tiene que ser menor amor. 

Déjate hallar, 
Perdida medicina de mí ahogo 
Déjame ponerte las manos encima 
Virgen gemela 
Idéntica deidad a la que van mis rezos dirigidos 
Dulce moreno de trópico de almíbar 
Miel de ciruelas 
Para la semana santa de mi boca.

 

 

ORACIÓN DE LA SAL

 

 

       A mis hijos

 

 

He venido a decirlo
Con lo que puede haber de mar en mis palabras.
Este plato de sal, queridos hijos
Estos granos de sal que he traído desde el mar
Esta mañana
Han sido cultivados en su extensa verdad
Desde hace siglos
Y se los he ganado a las tormentas de mi alma
Y a los monstruos del miedo que persiguen mis delfines
Y a los misterios del fondo que me llaman.
Están aquí, muchachos, para calmar
La pobreza de esta casa.
Y para iluminar la bruma de este muelle
En el que sólo atracan recuerdos y fantasmas
Orín de tiempo y ahogados de otras aguas.
No la rieguen en la tabla de la mesa
No dejen que su diamante más perfecto
Se confunda en el desorden de la tierra
No permitan que arda en la candela
No se alimenten con ella en demasía
Ni derramen su salmuera en la herida equivocada
Abierta
Por la hoja de metal o por la pena.
Pero, ante todo,
No dejen que sus sueños la corrompan
Y así estarán salvados de la nada.
Este deseo de sal amada mía
Tiene que ser navegado en tus rincones
Para que se alimente el hambre de mi lengua
Para salvar mi corazón con ese aliño
Para llevarme un recuerdo de sabores
Y no mirar atrás, estatua calcinada del olvido.
Señor
Aparta la sal de mis pupilas
Déjame ver el mar desde tu orilla
Guarda la sal de aquellos que tienen mala suerte
Ten para mí la cruda sal de cada día
La de mi pan, la de mi amor y la poesía.

 

 

Preguntas para J. J. Johnson

 

 

Qué cosa es un trombón J. J. Johnson?
Qué pretende un hombre como tú
Decirle a otro
Con semejante máquina de viento
Con tanto ir y venir de un brazo largo
Que mezcla el aire con el tiempo
Con tal dedicación, con tal respeto
Que pareces un preocupado carpintero
Puliendo la extensión de su madera?

Qué pones allí dentro
Con tanto porvenir, con tanta angustia
Por qué corres el riesgo de sostener
Tu corpulento sueño
Con una frágil columna de aire dominado?

No es acaso peligroso?
No tiene algo qué ver con la trombosis?
No necesitas más espacio para estirar
Tus frases de nostalgia por la nativa Indiana?
No sientes que Kay Winding
Eres tú mismo tocando para un espejo blanco?

No sé por qué pregunto
Si está todo tan claro
Tan sentido!

 

El sabio Hawkins

 

Por esos mismos días en los que Einstein,
Ese viejito más o menos relativo
Negociaba con oriente y accidente
Su tambor de ondas

  Percusiones

Y de más graves aún repercusiones.

Por esos mismos días Coleman Hawkins
Que era un sabio también
Un sabio negro
Con una ciencia de azules

  Absolutos

Inventaba con bella imperfección
La voz del saxo
Con el milagro del que inventa la luz
Sin crear la sombra
Con el asombro del que dice mujer
Y suena el viento.

Hallazgo en el que puso cuerpo y alma
Para que el hombre tuviera un instrumento
De placer, de curación, de rabia y miedo
Un sonido de Dios
Para espantar los ruidos de la guerra.

Coleman Hawkins
Quien lo ve allí
Con sus dos negros pies sobre la tierra
Con sus alas de jazz entre los ángeles.

 

Rudimentos para conocer el vibráfono

 

Han escuchado ustedes un vibráfono?
Es una gota sensual de agua profunda
Una pronunciación rigurosamente

  Submarina

Una música para la danza de los ríos
Del pensamiento
El instrumento ideal para las catedrales
Sumergidas.

Es suave percusión ejecutada
Por un felino acuático y tristísimo
Bien enfundado en unos guantes de algodón
Para no despertar su propia pena.

Es suave percusión, quién lo diría
Pero distinta a la expresión de la madera
A la paila forjada en la candela
Al seco golpe de la piel

  De la mano

Sobre el cuero.

Es una placa metálica que canta
En un océano imaginario de silencio
Ninguno debe hablar
Nadie respire
Es mejor esperar que baje el agua.

Después podremos escuchar
a mister Jackson
Solo, en cuarteto, o como quieran.

 


Miguel Iriarte nació en Sincé, Sucre, Colombia, en 1957. Ha publicado los libros de poesía: Doy mi palabra. Ediciones Simón y Lola Gubereck, Bogotá, 1985; Segundas intenciones, Ediciones Metropolitanas, Barranquilla, 1996; y Cámara de Jazz, en edición restringida, Barranquilla, 1997. Sus poemas aparecen antologados en diferentes publicaciones, entre ellas: Panorama Inédito de la Poesía Colombiana, Procultura, Bogotá, 1986; Antología de poetas de Sucre, ediciones de la Gobernación de Sucre, Sincelejo (1997); Cinco poetas de Sucre, Ediciones Fondo Mixto de Cultura de Sucre (1998); Antología de la poesía colombiana, Biblioteca Familiar, Presidencia de la República, Bogotá, 1997. Textos suyos sobre literatura, cine, música y entrevistas a distintos personajes de la cultura, así como sus poemas, han sido publicados en diarios, suplementos literarios y revistas de Barranquilla, del Caribe Colombiano, del país y del exterior. Ha participado en recitales individuales y colectivos en diversas ciudades de América y Europa.

 

 

Última actualización: 28/06/2021