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Euler Granda, Ecuador

Fotografía tomada de Notimérica

Por: Euler Granda

La advertencia

Un día
le regalan a uno
una palabra
y uno la pone al sol,
la alimenta,
la cría,
la enseña a ser bastón,
peldaño,
droga anticonceptiva,
garra,
analgésico,
brecha para el escape
o parapeto.
Uno le saca música,
la pinta,
la vuelve más pariente
que un hermano,
más que la axila de uno.
Uno la vuelve gente
y en los instantes débiles
hasta le cuenta
las cosas subterráneas de uno;
pero cría palabras
y un día te sacarán los ojos.

 

La droga

La más inofensiva,
la más sana,
la que nunca produjo salpullido a nadie;
la que hasta ahora que yo sepa
a nadie le ha pasmado la alegría;
la pájara,
la pajarita
que nos hizo volar sin ser aviones;
la que a mansalva nos hizo sudar miel,
quedar absortos
hasta sacar en conclusión
que el mundo lo teníamos cogido
como a una lagartija por el rabo.
Ese licor,
o si usted lo prefiere
esa licora
que nos hizo espumear sin ser cerveza,
que nos hizo calor en pleno frío.
La rica,
la pura gozadera
que no daba adicción
ni efecto de rebote
ni sueño dependencia
y así todo al respecto.
La bizca,
la bizcacha,
la tuerta,
la tuertacha
que nos hacía ver todo bonito y de colores
Esa descabellada primavera,
ese frescor sin nombre,
ese aroma sin cara,
esa borracha borrachera
que nos exacerbaba el apetito
para que devoráramos las fechas y las calles.
Esa droga, ese placebo
que no era cocaína,
ni peyote, ni crak, ni L.S.D. ni marihuana;
esa droga que en nada coincidía con un ave
y sin embargo era más ave
que las aves.
Esa destartalada,
esa chúcara fruta
que nos hacía sufrir delirios de grandeza,
alucinaciones, vahídos
y sin embargo teníamos
Más salud que los toros.
Esa recontramuerta,
esa enterrada viva droga de la juventud.

 

Eso es el tiempo

Ni la muralla china
ni el alambre con púas
ni los cordones de perros policías
o policías perros
que resguardan las nalgas sociales y cristianas
del hot dog presidente,
nada es capaz
que yo sepa,
nadie puede detenerte.
Ni las minidevaluaciones,
ni la maxi hambre,
ni todos los bostezos juntos de la burrocracia,
ni la inflación,
ni la desinflación,
ni la deuda externa:
ajena mortecina
que nos cargaron en la espalda;
ni el patriotismo a sueldo
de las fuerzas desarmadas de la patria,
ni las redes del miedo con que a río revuelto
pescan las religiones;
contigo no se puede:
a todos y a todo
nos pasas por encima; a todo matas;
todo lo pulverizas,
lo desmemorias todo;
a todos nos conviertes en morcillas
para las aves de rapiña;
todo no es más
que una decrépita palabra
escrita en la arena movediza del cerebro;
eso es el tiempo
y no huevadas de relojes.

 

Poema sin llanto

 

Hoy mataron a Juan el huasicama,
lo mataron a palo en día claro,
lo mataron por indio,
porque trabajaba como tres
y nunca sació el hambre,
porque junto a los bueyes
arrastraba el arado,
porque dormía en el suelo
y con su <<mala suerte>> cobijábase,
porque amaba  a la tierra
como la aman los árboles;
lo mataron por bueno,
por animal de carga.
Se quedó
de los pies hasta el alma ensangrentado,
se quedó boca abajo
para que los trigales no le vieran
la cara destrozada,
quedo
como las hierbas
después que pasan los caballos
 y nadie dice nada;
lo mataron sin que lo notara nadie,
sin que a nadie le importara nada. 
El viento persistió en su erranza
como siempre las aves revolaron,
siguió impasible el soledoso páramo.
No hubo más
el patrón lo mató
porque le dio la gana.

 

 

Soliloquio

 

Uñas contemporáneas,
uñas madrastras,
primas, vecinas o extranjeras,
uñas sin parentesco,
hambreadas uñas,
uñas en general atended un momento:
el mar y yo
éramos uña y carne,
pero suceden cosas
como si nada sucediese.
Orejas
sin orejas,
sin ojos
sin cabeza
_Paulina te detesto
porque me vienes
cuando voy a decir algo importante_,
orejas de la calle,
del club, de los chiqueros…
Hay en mi piel el ojo de una cerradura,
 podéis mirar por él.
Muelas omnipotentes,
vulgares muelas,
colmillos sin problemas,
os invito a  mirar,
porque ­–así como el arroz-.
os gusta comer intimidades.
Al unísono todos acercaos,
acercaos más,
más,
más,
tremendamente más,
hasta que entre vosotros y yo
no quepa ni una uña;
 oídme:
Yo maté al mar.
Porque todos los días
era un ojo de mar en las paredes,
era un brazo de mar siempre agarrándome,
El mar pescaba pescadores,
en cada puerta el mar;
cara de gato el mar,
cara de hueco;
hecha de mar estaba
la suela en mis zapatos.
No me dejaba en paz,
no pude con el mar,
hasta que un día
-a punto de reventar-
bajé  desaforado al mar
y en la boca del mar
al mar lo sumergí
hasta ahogarlo.

Os aseguro
yo vi boquear al mar
y sin embargo
en el cuarto de al lado
está bramando el mar.

Por eso,
sin pensarlo dos veces
abro de nuevo el mar,
busco,
rebusco,
escarbo en sus cajones;
me sumerjo en la sal,
viro las olas.
Necesito saber
dónde diablos estás,
asida a qué madrépora,
dónde la concha perla
y las Nereidas;
pero es inútil,
ayer tiraron bombas,
está quemado el mar,
y entre huesos de peces
y corales exangües,
siniestramente,
flota el agua muerta.

Ineludiblemente,
aburren las palabras,
llega un momento
que no cabe media palabra más.

Debo callarme ya,
darme la espalda,
cerrar los boquerones
porque donde se escurren las palabras;
quizá,
mejor sería
tirarme un arponazo;
pero me anega el mar,
sobre mi sangre vuelan los albatros
y cuando estoy buceando en el silencio
agua salada me raspa la garganta.
El mar y yo,
aunque no quiera el mar,
el mar mi casa,
mi esqueleto,
la verde sobrecama que me falta;
el mar hecho corbata,
el mar bajo mi terno,
el mar puesto mi nombre,
yo soy el mar.

Pero otra vez
de nuevo el sin embargo;
no quedaría dónde poner un pie,
donde una concha,
si de pronto
no hubiera un sin embargo…
A bordo de Noviembre,
mientras descámanse las horas,
sin que averigüe nadie,
sin que interese a nadie,
tranquilamente digo:
no estoy triste,
tampoco estoy alegre,
no mas
estoy como un lagarto.
Y otra vez
sin embargo,
sin saber por qué lo hago:
tal vez porque tal vez,
tal vez
por convencerme que estoy vivo
me muerdo la cabeza y me remuerdo,
desato un tiburón contra mi cuello;
porque nunca tal vez,
tal vez
por dar explicaciones
por última y primera vez
escúchame:
me queda solamente un camalote,
no hay puesto para ti,
es mejor que te marches a otra parte:
aquí la muerte está con hambre.
A propósito de mar,
más valiera decir:
a propósito de nada.
Hoy diré la verdad
aunque me cueste sangre.

Mentira que fue amiga
La rosa de los vientos,
no es cierto que fui barco,
ni nenúfares hubo
cuando encalle esa tarde;
nunca jamás un muelle,
un ave,
un nada.
Es muy fácil decir
Tengo algas en el alma;
Otra es la realidad.
Quise cruzar el mar
a pie,
eso fue todo.
No conozco más mar
que el vaso de agua.

Video de su lectura en el 12º Festival Internacional de Poesía de Medellín: La droga


Euler Granda  (Riobamba, 7 de junio de 1935 - Portoviejo, 22 de febrero de 2018)​ fue un poeta y psiquiatra ecuatoriano, miembro del movimiento cultural tzántzico. La crítica lo ha calificado como una de las voces de más conmovido acento humano que hay en la actual poesía hispanoamericana.

Publicó los libros de poemas: Voz desbordada (1963); El lado flaco (1968); El cuerpo y los sucesos (1971); La inutilmanía y otros nudos (1973); Un perro tocando la lira (1977); Daquilema Rey y otros poemas de bla, bla, bla (1982); Anotaciones del acabose (Premio Internacional de Poesía Jorge Luis Borges, 1987); Ya paren de contar (1991); Poema con piel de oveja (1993); Relincha el sol (1996), Que trata de unos gatos (2000); Antología personal (2005); Atajos de otra piel (2013). En 1965 se graduó de Doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad de Guayaquil. Fue Miembro fundador de la Sociedad de Médicos Psiquiatras del Ecuador.

Última actualización: 23/02/2022