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David Huerta (México)

David Huerta en la inauguración del 12º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: David Huerta

Olvidar

Aquí están los nervios
que envuelven, como un papel fragante,
las melodías obtusas
del rencor.

  Y aquí la risa

como un pájaro ebrio-

Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.
La espuma del sufrimiento
cala en el encaje náufrago
de mi silbido matinal.

Aquí están los sonidos
olvidadizos, las crepitaciones
que amarillean.

  Una vez más,

todo será escuchar
u olvidar.

Olvidaré estos doblados
enigmas, estos relojes
rectilíneos de esperas, este cuerpo
ajeno

  en la llama de sándalo.

 

La orden

(para Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo)

En este plato te sirvieron
lo que no querías comer
y te ordenaron
comerlo.

No quiero saber
si lo comiste.

Hay demasiadas cosas
en el mundo
para ocuparse de aquel plato, de aquella
orden, del alimento atroz
que te mandaron comer.

Aun así quiero saber
si en el fondo de tu boca
han seguido encendidas
algunas palabras
-tú sabes cuáles son
y lo que significan:
soles raudos
para la noche del devenir-

o si aquel alimento
y aquella orden
las apagaron para siempre.

Aquí fuera
también
te persigue.

 

La noche del cuerpo

(para Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo)

En la noche del cuerpo se preparan
los alimentos de Dios,
la cena carmesí de los esclavos, el místico bocado
de los turbios amantes-

sudor, lágrimas, mierda-

el humus lento, el óvalo marchito,
el resto náufrago del visionario,
el regalo sedente
que se posa en la tierra-

un vapor de Demonios
rodea los Testimonios.

En la noche del cuerpo
se preparan de nuevo
para sus explosiones
diurnas, para el momento
en que habrán de salir
entre el humo feroz de su estallido.

 

COMO LA LUZ QUE RODEA

 

Como la luz que rodea las hojas sibilinas
y, al hacerlo, deja que el viento las arrastre,
pues el viento es otra forma de la luz,
o como la mano que mueve la cortina
para dejar entrar las imágenes frescas del día,
y la mano es entonces una de esas imágenes,
y al mismo tiempo
su sombra desdoblada en la superficie ilegible
y profunda de las aguas diurnas, así
digo tu nombre en la serenidad de los bosques
y de mi boca se desprenden figuras de silencio,
labios líquidos en los pétalos
luminosos y ávidos de cada sílaba,
pues a tu nombre leve mi sed se acerca, oscuramente,
con un movimiento de penumbra, de ritmos fugaces,
y en el delgado vaso de ese proferimiento te descubro,
para perder de nuevo la fluidez redonda, huidiza,
de decir, de decirme tu nombre cada vez, y encontrarme
entre las hojas ilegibles del bosque
como perdido ante una ventana
oculta por una cortina
a la que mi mano se aproxima
como si quisiera tocarla
y no puede tocarla.

 

QUEVEDO

 

Cristalerías, oro en oraciones
engastadas en cláusulas ardientes;
luz en la sombra, joyas relucientes
y en el fondo el fervor de las canciones…

En la alta noche las constelaciones
le daban las imágenes dolientes
de los astros lejanos y silentes,
el resplandor de sus combinaciones.

Él traducía la música del cielo
en otra astronomía: su escritura.
En el verso profundo el duro hielo

se volvió sangre y ritmo, partitura
de espasmo funerario y desconsuelo,
lujo verbal, prosodia y hermosura.

 

AYOTZINAPA

Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras

Los muertos tienen manos

Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable

Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó

Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes

Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía

El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país

Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos

Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto

Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer

Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río

Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa

Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos

Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido.


David Huerta nació en México en 1949. Poeta, traductor, y ensayista. Realizó estudios de Filosofía y Letras Inglesas y Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: El jardín de la luz (Universidad Nacional Autónoma de México, 1972); Cuaderno de noviembre (Era, 1976), 2da. Ed. Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes (Lecturas Mexicanas, 1993); Huellas del civilizado (La Máquina de Escribir, 1977); Versión (Fondo de Cultura Económica, 1978); El espejo del cuerpo (Universidad Nacional Autónoma de México, 1980); Incurable (Era, 1987); Historia (Ediciones Toledo, 1990), Premio de Poesía Carlos Pellicer, 1990; Hacia la superficie, 2002; El azul en la flama, 2002; La olla, 2003; La calle blanca, 2006; Traducido al italiano La strada bianca, 2014; Canciones de la vida común, 2009; Before Saying any of the Great Words, 2009, antología bilingüe —inglés y español— traducida y seleccionada por Mark Schafer; La mancha en el espejo (2 vol.), 2013 -Recopilación de la obra poética publicada-; Filo de sombra (en colaboración con Jordi Boldó, 2019; Los grandes almacenes. Poemas en prosa (en colaboración con el pintor Frederic Amat, 2013. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1970-1971) y de la Fundación Guggenheim (1978-1979). Ha sido Secretario de Redacción de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica y Coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Última actualización: 19/11/2021