Thiago de Mello, Brasil
Por:
Thiago de Mello
Traductor:
Enrique Lihn / Pablo Neruda
Maneras
Soy yo sólo en verso.
Mis más diversas personas
son antiguos laberintos
que me confunden y me extravían.
Mi pensamiento perfora
muros de nada, en busca
de quien nunca fui ni habré de ser.
Frente a la pálida carne femenina
mi cuerpo se recompone,
para testimoniar lo que no soy.
Mi andar, mis gestos
denuncian, si acaso lo hacen,
mi permanencia todavía indemne.
Alcanzar allí donde
No intento estar, pero estoy,
Trazado como una palabra permanezco.
Noticia de la mañana Yo sé que todos la vieron
y jamás la olvidarán.
Pero es posible que alguno,
denso de noche, estuviese
profundamente dormido.
Y a los dormidos - también
a los que estaban muy lejos
y no pudieron llegar,
a los que estando muy cerca
permanecieron sin verla,
al moribundo en su catre
y al ciego de corazón -
a todos los que no la vieron
describiré esta mañana
mañana, cielo vertido,
cristal de la claridad,
reinando de este a oeste,
de monte a mar, dominando
soberana la ciudad.
Pues dentro de esta mañana
voy caminando. Y me voy
tan gozoso como el niño
que me lleva de la mano.
No tengo ni trazo rumbo:
me da el rumbo la mañana.
Soy llevado por el niño
(el conoce los caminos,
los mundos, mejor que yo).
Amorosa y transparente
es la sagrada mañana
que el cielo entero derrama
sobre las casas, los campos,
sobre los hombres y el mar.
Y su dulce claridad
ya se esparció mansamente
sobre todos los dolores.
Lavó la ciudad. Ahora,
Va lavando corazones
( no el del niño, sino el mío
lleno aún de oscuridad).
Mañana tan verdadera
que ha llamado otras mañanas
siempre radiantes que existen
( a veces despuntan tarde
o no despuntan jamás)
dentro del hombre y las cosas:
en los cordeles con ropa,
en los navíos que llegan,
en la torre de la iglesia,
en el pregón de los pescadores.
En la sierra circular de los obreros,
En los ojos tan bellos dela niña que pasa.
La mañana está en el suelo,
en las plazas suburbanas,
en las avenidas centrales,
en las terrazas de los rascacielos.
La belleza mensajera
de esta radiante mañana
no se resguardó en el cielo,
ni se paró en el espacio,
hecha de sol y de viento,
sobrepasó la ciudad.
No: la mañana se dio al pueblo.
La mañana es general.
Y de pronto esa mañana
-mañana, cielo vertido,
de claridad, claridad -
fue cambiando la ciudad
en plaza, en inmensa plaza,
dentro de la plaza el pueblo,
el pueblo entero cantando
y adentro del pueblo el niño
que me lleva de la mano.
Traducción de Pablo Neruda
La vida verdadera
Aquí, pues, está mi vida,
lista para ser usada.
Vida que no se guarda,
ni se esquiva, asustada.
Vida siempre al servicio
de la vida.
Para vivir lo que valga
pena y precio del amor.
Por más que el gesto me duela,
no encojo la mano: avanzo
llevando un ramo de sol.
Aunque cubierta de polvo,
aún en la noche más fría,
la vida que va conmigo
arde
siempre encendida.
Desciende de los barrancos
la forma dulce y violenta
de mi vida, ay, ese gusto
de agua negra cristalina.
La vida va por mi pecho
pero es ella quien me lleva:
tizón ardiente que vela
girasoles en lo oscuro.
Soporto un grito que crece
más y más en la garganta,
dejando su huella triste
en la verdad de mi canto.
Húmedo canto barroso
de niño del Amazonas
que vio la vida crecer
donde la tierra es más firme.
Que sabe prever la lluvia
por el temblor de las palmas
y descifrar los mensajes
que trae el viento en su ala;
mas que también sabe el tiempo
de las fiebres y del hambre.
En las aguas de mi infancia
Perdí el miedo al remolino.
Por eso avanzo cantando.
Estoy al centro del río,
en el medio de la plaza.
Tengo los pies en la tierra,
sé que estoy en mi lugar
como la olla en el fuego,
la estrella en la oscuridad.
Por eso es que ahora voy así
Por mi camino. Públicamente andando.
No, no tengo camino nuevo.
Lo nuevo que yo tengo
Es la manera de andar.
Aprendí
(lección del camino)
a recorrerlo cantando
como conviene a mí
y a los que conmigo van.
Pues ya no camino solo.
Pues aquí está mi vida.
Hecha a la imagen del niño,
Pero semejante al hombre,
Con todo lo que hay en él de primavera,
De valiente esperanza y rebeldía.
Vida, casa encantada,
Vivo en ella, vive en mí.
Te quiero así verdadera
Oliendo a mango y jazmín.
Que sigas tu deslumbrada,
Como ternura de moza
Rodando por la campiña.
Vida, limpio mantel, vida sobre la mesa,
Vida brasa vigilante, vida piedra y espuma.
Estiércol y rosa del amor, la vida.
Pero hay que merecerla.
Santiago de Chile, 1962
Thiago de Mello nació en el estado del Amazonas, Brasil, en 1926, falleció el 15 de enero de 2022. Fue hijo del río caudaloso, de los pájaros de la selva, del follaje infinito de todos los colores de su tierra. Poeta, ensayista, político, utopista, diplomático, vivió en muchos países y fue traducido a varias lenguas: inglés, francés, alemán, italiano... Algunos de sus libros al castellano fueron traducidos fervientemente por Pablo Neruda, Enrique Lihn, Jorge Enrique Adoum y Mario Benedetti. Entre sus obras destacan La canción del amor armado; Viento general; En un campo de margaritas; Arte y ciencia de elevar cometas; y El pueblo sabe lo que dice. Su poema Los Estatutos del Hombre fue editado en más de treinta países. Tradujo al portugués a César Vallejo, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal y Eliseo Diego.