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Edessa Ramos (Filipinas)

13º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Javier Naranjo

Por: Edessa Ramos
Traductor: Rafael Patiño

El sendero a Guinobatan

En cada giro de la montaña madurábamos
hacia un mundo más nuevo y más fresco que
el último claro dejado atrás.
Con cada kilómetro estirándose
y ascendiendo más pendiente cada cuesta,
tanto más cerca nos allegamos al cielo.

Lamentándose abajo al pie del precipicio
voltean las piedrecillas que estuvieron entre mis pies.
Mirando por encima de mi hombro reto
al sol en mis ojos
para echarte una mirada,
requiriendo esa sonrisa, ese asentir,
el familiar encogerse de hombros que conserva en su sitio al pesado fardo
por coraje de dominar el desconocido próximo ascenso.

Vagamente llega la orden
de permanecer sentados en los talones;
Siento la presión de tu mano,
apacible pero apremiada,
sobre mi hombro abajándome
en tanto navegamos aparece la última dificultad.
Perezoso y calmo el valle,
una colcha de retazos verde y punteado,
ante nuestros ojos se despliega.

Con suave respiro,
el viento sopla guedejas de cabello contra mi mejilla,
lleva en vilo el humo desde una quema de bosque derribado
haciendo a mi nariz estornudar.

Aquí sobre esta montaña
el tiempo fija la memoria
ando a gatas para capturar nuestra perpetuidad.

 

Andreas a los dos años

Mis días comienzan y terminan contigo.
En la mañana cuando volteo mi cabeza
y nuestras narices se tocan,
mi perfecta jornada desde la landa de los sueños
es suavizada por el suave cepillo
de tu pelo contra mi frente,
tu aliento que me rememora
el aroma a envoltura de cocos
cortados en las distantes montañas
cuesta abajo hasta un amable mar
y mientras abro mis ojos admiro
mi primer regalo para el día – tu sonrisa –
cuidadosamente la recojo entre mi alma
del modo como el cuenco de las manos recoge lluvia,
oh, tu sonrisa –
bálsamo calmante para una vida
que hasta ahora sólo había conocido el dolor
y como el cieno de las orillas del río lavado
por la fiebre de amor que brilla en tus ojos
oscura como carbón, brillante como luz de hoguera,
recuerdo
que la oscuridad no perdura para siempre.
Al atardecer mientras el sol se hunde
admiro la forma como se encrespan los rizos
y relumbran a contraluz
recordándome las frescas cosechas del maíz
y todos los rayos de sol que nunca había conocido,
y mientras el día solloza entre el silencio de la muerte
y nos preparamos para la noche,
ningún fantasma puede sojuzgarme ahora
mientras me anticipo dichosa a la hora
en que despierto a tu sonrisa.

 

Combatiente de Arnis

 
De niño eras más feliz  
trepando árboles
y reduciendo a los amigos 
sobre el suelo, mientras 
otras niñas se mantenían ocupadas
haciendo paradas con minifaldas en el parque
 
y mientras envejecías
marchabas 
a través de calles bravas, asfixiándote  
entre gas lacrimógeno, desafiando  
dictadores, 
y en otros momentos descendiendo 
muros submarinos
o escalando 
picos de volcanes 
 
y sabías,
de alguna manera sabías,
 
no querías trepar escaleras corporativas - 
más bien trochas que llevan a las cimas de las montañas, 
ni pelear con los parientes en justas emocionales - 
más bien tú misma en la batalla llamada vida. 
 
Un día
alguien puso un par de palos 
en tus manos.
 
Yantok
 
Eran tan largos como tus brazos
tus dedos los rodeaban bien
 
los balanceabas
de este modo
de aquel modo
 
Y súbitamente
el firmamento se deslizó
como un manto alrededor de tus hombros
el viento comenzó a cantar en tus oídos
mientras tus palos tallaban sus senderos a través del espacio vacío
en infinitos patrones de figuras de ochos,
el calor de tu aliento despellejando el aire, 
el suelo elevándose para encontrar tu abrazo 
mientras en el suelo sometías oponentes         
y los reducías con llaves de piernas y llaves de brazos. 
 
La interminable música de los palos  
tiriqui y tiraqui 
ondular y palmear 
era el único procedimiento en tu cabeza 
 
y con cada gracioso giro, 
con cada avance y retirada, 
con cada golpe y contragolpe, 
tejías el patrón de tus sueños.  
 
La suave superficie del yantok te recordaba  
arboledas de bambú y robustas viñas 
como los árboles viejos que usualmente trepabas 
y tú sabías, 
 
sabías ciertamente, 
cuánto has querido siempre 
estar libre, 
 
ser agreste 
y estallando en supremacía, 
ser todo lo que podías imaginar, 
ir solamente donde tú decidieras, 
 
para hacer contacto con el viento 
y músculo y lluvia y fango, 
y tú sabías 
 
que tu mente era bastante fuerte,  
tú sabías 
 
que tu instinto era suficientemente agudo 
y tu rostro tan bello y resplandeciente 
como el regalo que es para el arte tu cuerpo, 
 
tú sabías  
que verdaderamente te 
proponías ser  
guerrera. 
 
Arnis – antiguo arte marcial Filipino 
Yantok – joven bambú del que se hacen palos de combate

 

Crepúsculo


Camarada mío
ven a mi lado y junta
tu mejilla con mi mejilla
palpa
tus labios con mis labios
ahora encendidos
con la promesa de tus sueños
y mi deseo inexpresado

Ven
reclina tu piel sobre mi piel
y abrásate en la llama
de perdurable amor

alimentado por intenso anhelo
e insomnio inigualado
inmóvil como las estrellas
que vigilan mientras espero
tus pisadas a lo largo
del pie de la montaña
y tu dulce saludo
tu sonrisa de anhelo

ven yazgamos en abrazo
acunado en el pecho de la montaña
oye bien y escucha
desde los susurros de la tierra
las centenarias epopeyas
de las desventuras de nuestras gentes
ellas que nos abrigan
e invierten en nosotros
su fe y cuidados

Ven

y a la graciosa melodía de la guitarra solitaria
y las voces de los camaradas cantando,
mientras la noche se desgasta, se desgasta,
hasta que todo lo que queda es la música de la paz,
de silencio preñado
por nuestra inminente victoria,
Camarada mío
deja que tu cuerpo se funda con el mío
porque mañana partirás de nuevo
como también yo   laboraremos
separados aunque entrelazados
por el vívido recuerdo
de nuestro último ardiente amanecer 
y la última mirada de la luna
sobre el borde de nuestro lecho de amantes
descansa bajo el techo del cielo amatista
entre estos suaves muros de hojarasca topacio

pero mientras estamos aquí
con la noche todavía segura y apacible
ven
aprieta tu mejilla con mi mejilla,
tus labios con mis labios
y murmura junto a mis pestañas
las formas secretas de los arroyos en la jungla.

 

Prosa de montaña


Llego al medio de las montañas
en una tarde de verano con lluviosa mortaja
el lago Alpino encierra el campo de mi visión
su superficie por ondulaciones agraciada
me saluda en silencio, me da una total bienvenida.

La estación de Schwyz está vacía,
un hecho que noto de inmediato
con un tinte de melancolía mientras
desciendo del tren.

Qué belleza florece en lugares desolados,
me susurro a mi misma, y de inmediato
me alcanza una cadencia de comodidad.

Elijo un sendero entre los prados,
o mejor, él me elige
mientras emprendo en dirección desconocida 
esperando llegar a una aldea
a la vuelta de una colina en alguna parte
pero por cerca de una hora
sólo existe la lluvia
y la calma que detiene el pulso
de este paisaje vuelto mi amigo.

Hojas de hierba salvaje ondulan hacia arriba
hasta los picos con capas de nieve
el inmaculado verde interrumpido
unas pocas vacas y un puñado de casas
que puntean la vista.

En la distancia muy arriba
tras cortinaje de fina lluvia
sale adelante un glaciar de montaña
fuera de la neblina, miro
su hechizadora belleza
me invade de un dolor total

me confronta con la verdad de que yo nunca
estaré tan cerca del cielo, ni aun
al fin de mi vida, ni jamás
para entrever cualquier sombra del rostro del cielo
puesto que estas montañas inmortales se recuestan
por siempre contra
la mejilla misma del propio cielo.
Luego las nubes descienden a reclamarme
el glaciar, extinguiendo mi deleite.
me someto a mi soledad por completo.

Dicen que esta tierra está bendecida
por una incomparable belleza natural
pero el goce que brinda de algún modo se me escapa
una forastera 
que siempre lo será.

Dicen que una canción prorrumpe
en cada suspiro del viento
pero en los seis años que he vivido aquí
en todo este tiempo he buscado
fundirme con su música, mi alma
siempre estuvo desprovista de melodía. 


Edessa Ramos nació en Manila, Filipinas. Su primer libro de poemas Alone on the Road at Night (Solitaria de Noche en el Camino) fue publicado en Manila en 1999. Su libro In a Quiet Place (En un Lugar Silencioso) fue editado en Durban, durante la Conferencia Mundial contra el Racismo en el 2001. Su poesía ha sido elogiada por reflejar la ruda jornada de su vida, caracterizada por décadas de movimiento constante, dificultades personales y lucha política, pero también de maravillada aceptación de la vida misma.

Su obra ha sido publicada en numerosas revistas y periódicos de los Estados Unidos, incluyendo la Revista Zapatos Rojos y El Diario Americano Asiático de Chicago, Magazín Filipino de San Francisco y el Magazín Filipino de Artes Marciales de Nueva York. En Europa sus historias y ensayos han aparecido en la antología Ticking Along Free, en Film Podium y el Magazín Wendekreis de Suiza. Además ha escrito y dirigido obras que fueron presentadas en teatros de Chicago y Zurich.

Última actualización: 11/12/2021