Por:
Blanca Wiethüchter
Alma madre de la cruz lavada
territorio tatuado por redondas gargantas
tibia morada despojada en el monte
a golpes de barreno a golpes de vacío
fijas el centro en tu falta padre- no ves
discurso de astros agoniza
en todos los padres una y otra vez
padre empozado por el sol
padre ahogado por los cascos marinos
padre pez en tu estrella de púas
gira la obscena astronomía de otra sangre
no engendras la múltiple geometría de la raíz
en la intemperie de tu sexo
la sombra desolada de tus días
sólo el polvo sólo el frío la sangre errante y todas las horas anteriores
a ese día nuestro
Siempre pensé que la vida
tenía que ser algo más
la vida algo más que los muertos
la vida algo más que la madre
la vida algo más
para en la noche poder dormir
para con el día
para vivir por vivir nomás.
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ese cuerpo que esperas demás |
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ese cuerpo definitivo que deseas |
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desde Cota-Cota o el Montículo |
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ese cuerpo desde el Alto o Llojeta |
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ese cuerpo definitivamente en tu deseo |
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ese cuerpo que te expulsa y vomita |
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ese cuerpo que miras y comprendes |
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sin decir ese cuerpo no es mío |
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no es tuyo y es tuyo también |
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espacio áspero roca profunda |
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que no posees y te engendra |
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y te quema y te exige y te ciega |
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ese cuerpo deseoso de muerte |
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girando entre manos precisas: |
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la sangre sembrando fango |
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el golpe horadando el fuego |
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ese cuerpo se descubre y anuda |
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ese cuerpo venciendo su cuerpo |
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se pierde y vuelve a perderse |
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perdiéndote para siempre a ti. |
De pronto llega
cabalgando las noches
agotando murallas
-al fin y al cabo a cualquiera
acuérdate nomás del cura
el del cine y los periódicos.
-Uno nunca sabe y todo puede ser
te despojan de tu alma
-tu sorpresa de ciervo oculto
para que todo pueda ser
-en pleno día-
Y asombra tanto pasado de un día
tanto pasado de una semana
mientras dicen estamos a punto de ser
quemando la certidumbre de ser
al cerrar los ojos.
Mientras miras deslizándose hacia abajo las luces
por lo mismo hacia abajo con los ríos
resistiendo entre pedazos y lluvias
ese cuerpo delirante por vivir
resistiendo mientras desciendes
mientras ese cuerpo extiende las manos
y las estira y las extiende para caer
en esa mano y otra mano
en esos ojos mirando la ciudad
mientras sufres y dejas de esperar
para esperar en otra vez.
Del libro Madera Viva y Árbol Difunto
Blanca Wiethüchter nació en La Paz, Bolivia, en 1947. Poeta, narradora y ensayista. Egresó de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Andrés, en la Paz. Licenciada en Ciencias de la Educación, obtuvo en París una maestría en Literatura Latinoamericana. Formó parte del grupo de poetas próximos al gran poeta Jaime Saenz, sobre quien realizó un estudio muy dedicado, llamado Memoria solicitada. Sus principales libros son: Asistir al tiempo, 1975; Travesía, 1978; Noviembre 79, 1979; Madera viva y árbol difunto, 1982; Territorial, 1983; El verde no es un color: A la luz de una provincia tropical, 1992; Los negros labios encantados, 1992; El rigor de la llama, 1994; La Lagarta, 1995; Qantatai, 1996, y la antología La Piedra que labra otra piedra, 1999.