Gonzalo Rojas (Chile)
Por: Gonzalo Rojas
8 POEMAS
Gonzalo Rojas
TABLA DE AIRE
Consideremos que la imaginación fuera una invención
como lo es, que esta gran casa de aire
llamada Tierra fuera una invención, que este espejo quebradizo
y salobre ideado a nuestra imagen y semejanza llegara
más lejos y fuera la
invención de la invención, que mi madre
muerta y sagrada fuera una invención rodeada de lirios,
que cuanta agua
anda en los océanos y discurre
secreta desde la honda
y bellísima materia vertiente fuera una invención,
que la respiración más que soga y asfixia fuera
una invención, que el cine y todas las estrellas, que la música,
que el coraje y el martirio, que la Revolución
fuera una invención, que esta misma
tabla de aire en la que escribo no fuera sino invención
y escribiera sola estas palabras.
EN CUANTO A LA IMAGINACIÓN DE LAS PIEDRAS
En cuanto a la imaginación de las piedras casi todo lo de carácter
copioso es poco fidedigno:
de lejos sin discusión su preñez animal es otra,
coetáneas de las altísimas no vienen de las estrellas,
su naturaleza no es alquímica sino música
pocas son palomas, casi todas son bailarinas, de ahí su encanto;
por desfiguradas o selladas, su majestad es la única que comunica
con la Figura,
pese a su fijeza no son andróginas,
respiran por pulmones y antes de ser lo que son fueron máquinas de aire,
consta en libros que entre ellas no hay Himalayas, ni rameras,
no usan manto y su único vestido es el desollamiento,
son más mar que el mar y han llorado,
aún las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,
son ciegas de nacimiento y ven a Dios,
la ventilación es su substancia,
no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,
no entierran a sus muertos,
la originalidad en materia de rosas les da asco,
no creen en la inspiración ni comen luciérnagas,
ni en la farsa del humor,
les gusta la poesía con tal que no suene,
no entran en comercio con los aplausos,
cumplen 70 años cada segundo y se ríen de los peces,
lo de los niños en probeta las hace bostezar
los ejércitos gloriosos les parecen miserables,
odian los aforismos y el derramamiento,
son géometras y en las orejas llevan aros de platino,
viven del ocio sagrado.
NINGUNOS
Ningunos niños matarán ningunos pájaros, ningunos errores
errarán, ningunos cocodrilos
cocodrilearán a no ser que el juego
sea otro y Matta, Roberto
Matta que lo inventó, busque en el aire a
su hijito muerto por si lo halla a unos tres metros
del suelo elevándose:
yéndose de esta gravedad.
Ningunas nubes nublarán ningunas estrellas, ningunas
lluvias lloverán cuchillos, paciencias
ningunas de mujeres pacienciarán
en vano, con tal
que llegue esa carta piensa Hilda y el sello
diga Santiago, con tal que esa carta
sea de Santiago, y
el que firme sea Alejandro y
diga: Aparecí. Firmado: Alejandro
Rodríguez; siempre y cuando
se aclare todo y ningunas
muertes sean muertes, ningunas
Cármenes sean sino Cármenes, alondras en
vuelo hacia sus Alejandros, mi Dios, y
los únicos ningunos de este juego cruel sean ellos, ¡ellos
por lo que escribo esto con mi
sintaxis de niño contra el maleficio: los
mutilados los
desaparecidos!
EL HELICÓPTERO
Ahí anda de nuevo el helicóptero dándole vueltas y vueltas a la casa,
horas y horas, no para nunca
el asedio, ahí anda
todavía entre las nubes el moscardón con esa orden
de lo alto gira que gira olfateándonos
hasta la muerte. Lo indaga todo desde arriba, lo escruta todo hasta el polvo con sus antenas
minuciosas, apunta el nombre de cada uno, el instante
que entramos a la habitación, los pasos
en lo más oscuro del pensamiento, tira la red,
la recoge con los pescados aleteantes, nos paraliza.
Máquina carnicera cuyos élitros nos persiguen hasta después
que caemos, máquina sucia,
madre de los cuervos delatores, no hay abismo
comparable a esta patria hueca, a este asco
de cielo con este cóndor venenoso, a este asco de aire
apestado por el zumbido del miedo, a este asco
de vivir así en la trampa
de este tableteo de lata, entre lo turbio
del ruido y lo viscoso.
LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE
Sobre un acorde de Chihuahua:
-Los niños en el río
miden el fondo
de la transparencia.
Los verdaderos poetas son de repente:
nacen y desnacen, dicen
misterio y son misterio, son niños
en crecimiento tenaz, entran
y salen intactos del abismo, ríen
con .el descaro de los 15, saltan
desde el tablón del aire al roquerío
aciago del océano sin
miedo al miedo, los hechiza
el peligro.
Aman y fosforecen, apuestan
a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos
y otras mil orejas, pero
las guardan en el cráneo musical, olfatean
lo invisible más allá del número, el
vaticinio va con ellos, son
lozanía y arden lozanía.
Al éxtasis
prefieren el sacrificio, dan sus vidas
por otras vidas, van al frente
cantando, a cada uno
de los frentes, al abismo
por ejemplo, al de la intemperie anarca,
al martirio incluso, a las tormentas
del amor, Rimbaud
los enciende:
«Elle est retrouvée
Quoi? L´Eternité »
Pero la Eternidad es esto mismo.
EL PRINCIPIOY EL FIN
Cuando abro en los objetos la puerta de mí mismo:
¿quién me roba la sangre, lo mío, lo real?
¿Quién me arroja al vacío
cuando respiro? ¿Quién
es mi verdugo adentro de mí mismo?
Oh, Tiempo. Rostro múltiple.
Rostro multiplicado por ti mismo.
Sal desde los orígenes de la música. Sal
desde mi llanto. Arráncate la máscara riente.
Espérame a besarte, convulsiva belleza.
Espérame a la puerta del mar. Espérame
en el objeto que amo eternamente.
CADA DIEZ AÑOS VUELVO
Cada diez años vuelvo. Salgo de mis raíces,
de mi niñez, y vuelvo hasta las últimas
estrellas. Soy del aire
y entro con él en toda la hermosura terrestre:
en el fuego, en el vino, en las espléndidas
muchachas. Soy el mismo
que silba su alegría en las radiantes
calles, el mismo príncipe y el mismo prisionero.
Me pongo esta corona de diez años ardientes
-diez rosas ya resecas por las llamas
de mi cabeza oscura- y el gran público ríe
de la farsa y yo río con ternura,
pues mi fortuna es ésa: quemarme como el sol,
mi único rey, mi único padre.
20 DE DICIEMBRE
Cualquiera sea la vibración uno es de estiércol y envejece por las puntas,
el responsable es el aroma terso de la piel que no está bien curtida
para un uso glorioso, ¿qué haremos
este diciembre, exactamente este
veinte de diciembre, qué haremos
a las dos de la mañana recién paridos como
estaremos nuevamente llorando
desnudos otra vez cabeza abajo, al alba, hasta la
asfixia sin madre, sin
ni un minuto más que cumplir, sin un minuto
más que querer cumplir, Resurrección: qué haremos?
Gonzalo Rojas Nació en Lebu, Chile, en 1917. Es uno de los grandes poetas contemporáneos en lengua castellana. En 1948 publicó su primer libro de poemas, La miseria del hombre, que mereció el Premio de la Sociedad de Escritores de Chile de poesía inédita en 1946. Fue Consejero Cultural de la Embajada chilena en Pekín, bajo el gobierno de Salvador Allende. Recibió los premios: Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio Nacional de Literatura y José Hernández, en Argentina. Otras obras poéticas de Gonzalo Rojas son: Contra la muerte (1964); Oscuro; Transtierro (1977); Antología breve; Críptico y otros poemas (1980); Del relámpago (1981); 50 poemas (1982); El alumbrado (1986); El alumbrado y otros poemas (1987); Antología personal; Materia de testamento; Esquizotexto y otros poemas (1988); Desocupado lector (1990); Zumbido; Antología de aire; Las hermosas (1991); Cinco visiones (1992); Carta a Huidobro y Morbo y aura del mal (1994); Río Turbio (1996); 80 veces nadie (1997); Tres poemas; Poesía; Obra selecta (1998); Diálogo con Ovidio (1999); Metamorfosis de lo mismo; Qué se ama cuando se ama; Velocidades de loo posible (2000); Réquiem de la mariposa y Antología poética (2001).