Desmond Egan, Irlanda
Por:
Desmond Egan
Traductor:
Patrich Serrín y Enrique Cámara
Paz
(A Seán MacBride)
salir tan sólo a dar un paseo por la carretera
únicamente eso
debajo de los espesos árboles
que susurran de paz
partir el pan de palabras con alguien que pasa
únicamente eso
cuatro personas alrededor de un cochecito
el bebé de quien se ven solamente
los deditos dormidos
entrar en armonía con
los campos las azules montañas tantas veces vistas
los charcos de luz y
quizás oír el reclamo del faisán en el bosque
o ver el chorlito pasar zigzagueando
mientras la tarde posa con un mirlo
en su mesa de seto
eso únicamente
ver aquí y allá una verja
la luz encendida en la ventana de algún chalet
oler el humo de leña de las vidas
únicamente eso
pero Dulce Cristo
eso es más de lo que la mayoría de las personas tienen
con este globo todavía trenzado
en su propia corona de espinas
demasiados ojos muriéndose de hambre
demasiados niños con caras de viejos
agachados cubiertos de moscas
demasiados arsenales de miedo
demasiadas cárceles demasiados generales
demasiadas personas bajo tortura por los impotentes
cuyos gritos se mezclan con el aire que respiramos
demasiados sueños atascados en atolladeros financieros
demasiados montones de la mantequilla del egoísmo
demasiados pobres ahogándose en las calles
demasiadas chabolas en las afueras de las vidas
demasiados de nosotros indecisos sobre lo que queremos
alimentamos un hábito para cada cosa
hasta que los títeres de ego los ejércitos
reflejan nuestra cara embrutecida
demasiado corta la paz
Hiroshima
A Akira Yasukawa
Hiroshima tu sombra candente
se graba en el granito de la historia
y conserva para nosotros peregrinos
un espacio amplio y solemne
donde uno puede llorar en silencio
llevo alojada en mi mente
una bala de cristal
el recuerdo de ese epicentro donde
cien mil almas
se fundieron en un instante
y la imagen de un soldado
ofreciendo con ternura una taza de agua
a un niño quemado que no puede hablar
y las delicadas grullas de papel
Para todos los que conozco
(canción por Billie Holiday)
Cariño la noche se envejece
Cariño
Mi amor no se declara todavía
como el perfume de gardenia marchita
o el brillo vago de un viejo 78
algo de juveniles callejeos
en esa voz cansada
ahora cari blanqueada
como la muerte su último amante
acaricia su garganta
y aquella juventud
aquella vida
toda vida
se convierte en adiós
Epitafio
Tom Egan no yace aquí
ni el calor de su dedo meñique
ni su risa que rebosaba de vida
ni su espíritu que saludaba desde la puerta
entre la calle los años
ni nuestro amor más duradero que el granito
A Samuel Beckett
¿qué tenemos nosotros que ver con este hotel
con su cristal y sus boutiques y su cromo giratorio
y su camarero negro buscando propina?
donde nuevamente estamos sentados frente a un café doble
conservando cual exiliados entre los años
tu voz tan suavemente dublinesa como la de Yeats
y más ágil que unas manos como las de mi padre
sumidas en la vejez.
austero y amable como un monje en su día libre
dispuesto a considerar cualquier tema para variar
¡incluso el de los escritores! Joyce y la máscara de la muerte
el verso de Auden acerca del cual albergamos nuestras dudas
un encuentro con Patrick Kavanagh en París
los quince minutos que estuviste sentado de sobremesa
en los que ni tú ni Pound articulasteis palabra
¿las exposiciones de París? sólo con encoger los hombros
quedan ya más lejos de lo que queda Irlanda
(¿y quién podría imaginarte en cualquier caso
escudriñando al acecho catálogo en mano?)
La compañía con la faz amada y leal de tu mismo padre
llamándote desde las olas de Cuarenta Pies.
Marihuana en Ballymahon -¡ahí tienes un poema a tu medida!
y aún me sorprendes cuando te inclinas
sobre la superficie de mármol con un rostro desgastado
y ojos azules que nos hacen responsables de citar aquellas frases de Watt
del vacío corazón y de las manos vacías
de la mente oscura y tambaleante
entre las tierras baldías…´
y mi mente otra vez se anuda en soledad
y no estamos ya en el bar sino en algún sitio
en el espacio exterior de tus palabras
ese silencio casi intolerable en el que
debemos intentar aferrarnos a algún modo de dignidad
en la oscuridad cegadora que jamás eludiste
después nos abrazamos y llevas tu paso firme
a las calles ochenta años envejecidas
que Dios te bendiga Desmond
y a ti Sam nuestro navegante valiente y necesario
vagabundo nuestro por los bordes de este mundo interpretado
que Dios te bendiga
Dún An Óir (Fragmentos)
III.
tú puedes sentir todavía
la desolación
de españoles italianos mientras comprendían
que la muerte había zarpado con ellos desde casa
a la que nunca volverían a ver de nuevo
de nativos irlandeses exilados por el sufrimiento
refunfuñones estoicos Ár nAthairs
de mujeres y niños rodeados por
la fe de Grey y la misericordia de Raleigh
puedes escuchar las hojas segando
el sonido que una cabeza hace o una garganta
el porrazo que con el hueso se oye sordo
escucha
la arena se fila en derredor tras la piedra
y hay otras presencias que no escaparán
los listos generales de Isabel sus soldados
tan propensos a revelar y estropear antes
de descender a serios negocios
el torvo Diputado de Isabel tan ventripotente
poeta mascota de Isabel
la calva Isabel ella misma una glosa sobre
esta última empresa ejecutada por ustedes
tan grandemente para Nuestro placer
luego las pocas mujeres fueron violadas
una vez más y decapitadas como pollos
la última cabeza dio vueltas hasta la cueva
y el cuerpo desatado anduvo
después que el último niño fue atravesado a espada
las almadanas cayeron hicieron
escolta a Grey, Raleigh y Macworth
a través de la tierra esponjosa
para inspeccionar la obra póstuma de lo acordado y
¿advirtieron ellos a la belleza invernal como Febo
oculta sus húmedos vellones más allá
de las multitudes de cadáveres?
en los gritos de estos campos
Ár nAthairs: Nuestros padres
Revelando...
carta de Bingham a Lane, 1580
Desmond Egan nació en Athlone, Irlanda, el 15 de julio de 1936. Es poeta, ensayista y traductor. Ha obtenido diversos reconocimientos por su obra, como el Premio de la Fundación Nacional de Poesía de Estados Unidos, 1983; el Premio Farrell, 1989; el Premio Stanford, 1990; el Premio Literario Anfiosso, 2001; y el Premio Literario de Macedonia, 2004.
Ha publicado 21 libros de poemas, entre ellos: Tierra adentro, 1972; Hojas, 1974; ¡Asedio!, 1977; Leñador, 1978; Viendo doble, 1983; Poemas para la paz, 1986; Una canción para mi padre, 1989; Península, 1992; En el holocausto de otoño, 1994; Poemas para Eimear, 1994, Elegías, 1996; Hambruna, 1997; Preludio, 1999; Música, 2000; La colina de Allen, 2001; Cortocircuitos, 2008; Hopkins en Kildare, 2012; y Épica, 2015.
Algunos de sus libros de poesía han sido traducidos al francés, holandés, italiano, alemán, japonés y checo, entre otros. Tradujo al inglés Medea de Eurípides y Filoctetes de Sófocles. Publicó también los libros de ensayo: La muerte de la metáfora, 1990; El jinete de bronce, 2008 y Hopkins esperanzado, 2008.