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José Emilio Pacheco (México)

En prime plano William Ospina, Edoardo Sanguineti. Más atrás Esteban Moore, Juan Manuel Roca, Luis Eduardo Rendón.
José Emilio Pacheco en la parte central, en su hombro se recuesta María Montero

Por: José Emilio Pacheco

El gran inquisidor

Señor, guarde silencio o le cerramos la boca
de un latigazo.
Se la inutilizaremos bajo el hierro candente.
Con las tenazas de la Ley retorceremos su lengua.

No nos haga llegar a los extremos.
Guarde silencio. Cállese. No hable.
Al juez no se le juzga.
Él imparte Justicia, decide todo.
Es la mente que piensa por nosotros.

En cambio usted no es nadie, no sabe nada.
Se llama simplemente el acusado.
Qué soberbia aspirar a defenderse.

¿Supone que en el valle de Josafat
se atrevería a increpar a Dios Padre
por la forma tan justa en que creó este mundo?

¿Se da usted cuenta? Es el culpable de un crimen.
No sabrá cuál, no sabrá cuál,
morirá sin saberlo.
Debe pagar por ello. Y de qué manera.

No, no: no abra la boca. No interrumpa.
Respete al Juez y su Alta Investidura.
Es la Ley, se halla aquí para juzgarlo.

Está en peligro de volverse reo
De Lesa Majestad. Acepte y calle.

¿Desea, señor, que pierda la paciencia?
No me obligue a salir de mis cabales
Añadiré a su cuenta de pecados
el delito nefando de la blasfemia.

No me venga con cuentos de derechos humanos.
Usted ya no es humano: es el enemigo.
Vea en esta faramalla un pretexto formal
que disimula y cubre el expediente.

Dentro de unos instantes ofrendaremos su cuerpo
en el altar del Bien, la Bondad y el Orden Fraterno.

 

Ley de extranjería

La tierra es plana y la sostienen
Cuatro elefantes gigantescos.
Los mares se derraman en las tinieblas
Y de las olas brotan las estrellas.

He estado en Creta, Nubia, Tarsis, Egipto.
En todas partes fui extranjero porque no hablaba el idioma
ni me vestía como ellos.

También nosotros, ciudadanos de Ur,
Despreciamos al que es distinto.
Por algo hicimos lenguas diferentes:
Para que los demás nada entiendan.

En Ur soy como todos. Hablo mi idioma
Sin traza alguna del acento bárbaro.
Como lo que comemos los de Ur.
Huelo a nuestras especias y licores.

Y sin embargo en Ur me detestan
Como jamás fui odiado en Tarsis ni en Nubia.

En Ur y en todas partes soy extranjero.

 

La rueda

Sólo es eterno el fuego que nos mira vivir.
Sólo perdura la ceniza.
Funda y fecunda la transformación,
el incesante cambio que manda en todo.

Sólo el cambio no cambia y su permanencia
es nuestra finitud.

Hay que aceptarla y asumirla: ser
del instante,
material dispuesto
a seguir en la rueda del hoy aquí

y mañana en ninguna parte.

 

En la República de los Lobos

En la República de los Lobos
nos enseñaron a aullar.

Pero nadie sabe
si nuestro aullido es amenaza, queja,
una forma de música incomprensible
para quien no sea lobo;
un desafío, una oración, un discurso
o un monólogo solipsista.

 

La Diosa Blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.

 

Aceleración de la historia

Escribo unas palabras
                                        y al mismo
ya dicen otra cosa
                                 significan
una intención distinta
                                       son ya dóciles
al Carbono 14
                         Criptogramas
de un pueblo remotísimo
                                            que busca
la escritura en tinieblas.

 

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
     es inasible.
Pero (aunque suene mal)
     daría la vida
por diez lugares suyos,
     cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
     fortalezas,
una ciudad deshecha,
     gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
     montañas
-y tres o cuatro ríos.

 


Caverna

Es verdad que los muertos tampoco duran
Ni siquiera la muerte permanece
Todo vuelve a ser polvo

Pero la cueva preservó su entierro

Aquí están alineados
cada uno con su ofrenda
los huesos dueños de una historia secreta

Aquí sabemos a qué sabe la muerte
Aquí sabemos lo que sabe la muerte
La piedra le dio vida a esta muerte
La piedra se hizo lava de muerte

Todo está muerto
En esta cueva ni siquiera vive la muerte

               De Islas a la deriva, 1973-1975

 

El mar sigue adelante

Entre tanto guijarro de la orilla
  no sabe el mar
     en dónde deshacerse

¿Cuándo terminará su infernidad
   que lo ciñe
      a la tierra enemiga
        como instrumento de tortura
          y no lo deja agonizar
            no le otorga un minuto de reposo?

Tigre entre la olarasca
  de su absoluta impermanencia
    Las vueltas
      jamás serán iguales
        La prisión
          es siempre idéntica a sí misma

Y cada ola quisiera ser la última
  quedarse congelada
     en la boca de sal y arena
         que mudamente
           le está diciendo siempre:
              Adelante

 

El reposo del fuego

                                      (Don de Heraclito)

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.

 

Video: Prehistoria -Fragmento-


José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939-ibid., 26 de enero de 2014)3​ fue un destacado poeta que también escribió crónica, novela, cuento, ensayo, crítica literaria y traducción. Se le considera integrante de la generación de los cincuenta o de medio siglo. Desde los años 50's figura en importantes antologías de poesía latinoamericana. Tarde o temprano recopila sus primeros seis libros de poemas. Otros libros de poesía son: Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Islas a la deriva, Desde entonces, a los que han seguido; Los trabajos del mar, Miro la tierra, Ciudad de la memoria, así como un volumen de versiones poéticas, Aproximaciones. Es autor de dos novelas, Morirás lejos y Las batallas en el desierto y tres libros de cuentos: La sangre de Medusa, El viento distante, El principio del placer.

Se le otorgaron, entre otros, los premios Magda Donato, Nacional de Poesía, Nacional de Periodismo Literario, el Xavier Villaurrutia, el Malcolm Lowry para trayectoria en el campo del ensayo, Nacional de Lingüística y Literatura, 1992; en 1996 el Premio José Asunción Silva al mejor libro de poemas en español publicado entre 1990 y 1995; Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2004; Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca 2005; Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009; Premio Cervantes 2009. Fue profesor en universidades de los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Entre sus traducciones figuran Cómo es de Samuel Beckett, De profundis de Oscar Wilde, Un tranvía llamado deseo de Tennesse Williams, a las que se sumaron Cuatro cuartetos de T.S. Eliot y Vidas imaginarias de Marcel Schwob.

Última actualización: 18/11/2021