William Agudelo (Colombia)
Por: William Agudelo
Mi compadre
Tomás Argüello Sandoval, el primo del Presidente
parece un griego antiguo:
alto como la puerta de una casa
su pecho como un vellocino grande
sus ojos de gato mirando sin miedo
bajo el sombrero de paja como un yelmo de oro
la barba blanquecina cerrada hasta los pómulos.
Su ojo mide las vulvas y caderas de las vacas.
Ve la huella del venado
y sus mordiscos en la hierba tierna
la cueva del cusuco, el remolino lejano de los sábalos.
Calcula la mira del fusil y el machetazo justo.
Conoce las caricias más sabias para potrancas
y las doma sin maltratarlas.
Hace cercos muy firmes con postes de madero.
Cuando uno tiene sed en el monte
él le da a beber a uno agua filtrada de un bejuco.
Lo despojaron de una gran hacienda
en la que ahora le permiten vivir como colono.
Tomás Argüello Sandoval habla de su pobreza
como los nobles hablan de su alcurnia.
Rumba al sol
¡Oh sol de desgreñados rizos!
(tus mordientes oros viejos
apuñalan los pies hinchados
de quienes apacientan su ira
sobre planchas de asfalto)
en ciudades que guardan
tras las sordas murallas de su miedo
sus oasis con dátiles lustrosos
sonrientes huríes en tanga
y esbeltos vasos de alcohol con hielo.
¡Oh sol que a la arena saltas como un toro
de testa iluminada! (tu rueda de cuernos
al rojo blanco) bate arenas negras
con tu pezuña hendida, cocina en mí tu rabia,
mata mi resignación con el tufo ascendente
de tus enfermerías.
¡Oh sol de lenguas tiernas!
Sobre la piel tostada y con foto-protector
(hay quienes gozan otro día de playa
acariciados por el aura inútil de su belleza)
pon al acecho en sus mimadas carnes
tan cercano en tus tinieblas rutilantes
al oscuro viejo cangrejo.
¡Oh hierático sol de los monos!
(No hay muecas para el rito
no hay uñas en el cuero enrojecido
no hay piruetas-sorpresa,
no hay picor) danos la ligereza
de las grasas fundidas, danos aire
de las flores resecas de las palmas.
¡Oh sol de almuerzos agrios!
(ahora pesas más en el mazo del herrero
explotas en su fragua y le conviertes
en chicle sus hermosas herraduras)
que a los tercos viandantes
das náusea seca del desierto
desplómate a la hora cegadora
del mediodía de las comisarías
en los palacios de las satrapías
en los fraudes de café y de notarías
en las escalinatas de las alcaldías.
¡Oh sol de la injusticia! (Truena
como un inmenso revólver, rae,
cose, mata, muele, aplasta
según nuestro mandato)
Quiero un cóncavo espejo a tu medida
que duplique tu brasa
para que te suicides seco y ebrio
contradictorio y vil
en un ocaso de mar de miel y grana.
No me vendas tu cruz
No me ofrezcas tu cruz
Que traigo un hacha
La paciencia limada y la vergüenza.
No me ofrezcas tu cruz: sudor y palos.
Mi mejilla
Blindada al tercer golpe
y al beso resbaloso de tu compasión.
No me vendas tu cruz: sangre y engaño.
La esponja de mi sed
cae muerta al agua
y de mis tres caídas me incorporo.
No me cargues tu cruz: noria y cadalso.
Son treinta veces treinta
Los escarnios que me obligas a vengar
a mi pesar y golpe a rifle.
Y treinta veces treinta
son las balas que tendré que disparar
para ganar mi vida en libertad.
El salivazo al rostro
te lo anoto
y su fastidio en cien multiplicado.
De qué gracia hablarás: sacrificante.
Al lavarte la mano
en agua regia
sabrás qué sangre seca
no des mancha.
No levantes tu cruz: puño de espada.
Contra mi olor de pobre
alzas un vidrio
y proteges tu cena de mis ojos.
Y veo mi comunión: hambre y cenizas.
Los azotes en mil
te los estimo
y sigo aquí de pie para que me ames
si te asiste el valor contra ti mismo.
Las bodas de oro del P. Rivera
«Usted debiera escribir un poema para las Bodas de Oro del P. Rivera
ya que acogen sus poemas y hasta le pagan por ellos
podría sugerirle imágenes tan bellas como ésta:
cada día sobre su cabeza blanqueada por la nieve de los años
aparece Cristo en la hostia como un sol
fíjese bien: como el sol cuando sale tras las montañas cubiertas de nieve
hable también de sus cincuenta años de sacrificio continuo en su labor sacerdotal
y de su integridad personal y las otras buenas cualidades que lo adornan
es un tema muy bello y usted debe aprovecharlo.»
Yo no pienso hacer ese poema que me piden P. Rivera
porque lo conozco poco a Usted
de Usted sólo sé que:
era un profesor de religión bobalicón
al que los muchachos hacían trampa en los exámenes
Carlitos Vieira lo recibía alborozado en su almacén de Sopetrán
y mandaba por dos tazas de tinto y se ponía a platicar con Usted
(hasta que lo mataron de un tiro en el camino de la finca)
lo mismo Marcos Velásquez en su kiosquito
y Teresita Londoño en su tienda de telas
y en Sucre (el poblacho infeliz
a donde lo confinó Mons. Builes) Usted puede
sentarse con el solecito a leer su periódico
en un taburete de cualquiera de las tiendas
el esclarecido clero barrigón de la diócesis
le compadece con sinceridad
me es muy simpática su figura flacuchenta
su sotana remendada
el pitillo plateado en el que mete los cigarrillos
su breviario gastado como un zapato viejo
su sonrisa amorosa de dientes postizos
y sus destempladas misas cantadas.
Réquiem por el caballo
por su olor siempre amigo y el ambiente
impregnado a guarapo de sus meadas
por su paso de cascos bondadosos
como los dedos de los carpinteros
réquiem por la negrura de sus crines
peinadas en las tardes de la lluvia
por su cola de domingo de ramos
por su trote ramplón y sus traspiés
tirando el carretón en suelo falso
réquiem por su galope corto
por sus ancas curvadas y lustrosas
por el tubo del bajo de los órganos
femenino y festivo en su garganta
réquiem por su pelaje
de terciopelo vivo por sus belfos
de ternura de ubre
por su recta testuz y por su cruz
por el blanco del pánico en sus ojos
y por la calma de mascar la hierba
y réquiem por el gozo (éste, mi gozo)
de correr y saltar petrificado
en las praderas agrias de la muerte
Concierto de jazz
A Juanra Sanín
Las manos de Charlie como tarántulas
tejiéndole en la guitarra la trama a su mujer
que "zapatos transparentes de alto tacón" dale
con los vibrattos y voces rajadas mientras
el negro abrazado al contrabajo como a
una negra haciéndole ton ton con el dedo
blanquea los ojos saca la lengua como un
ahorcado rechina los dientes secretea
obscenidades tierno lijar de la escobilla
manos sobre parches murciélagos aleteantes
el cara-de-mono sobre su corcel de nogal
y cromo y de pronto la locura pedazos
de bronce cueros desgarrados el dios
y sus ocho brazos empalillados los pies
en los pedales con furia leviatánica
revoloteándolo el estómago nos tiembla
como ijares de potro asustado y Charlie
dale con las progresiones raras como los peces
de las fosas marinas un queso kraft
la calva a la luz del coliseo el negro
que se agacha sudando hasta las notas agudas
y da un salto ansioso y seguro agarrando
las graves junto a los clavijones obsesionado
en el repetir variado hasta que Charlie mete
cuñas de acordes entre ton y son y vuelven
los palillos con su ratratarata matemáticamente
atropellado mientras la muchacha de al lado ruidosa
suspira y se ajusta la cinta de su brazo qué carajo
«...si tiene que preguntarlo nunca lo va a saber.»
Ante la ventanilla
Las manos de la muchacha del Banco de
América bajo las rejillas de neón sin
sangre manos-de-muerto las uñas
gotas de sangre coagulada los billetes
girando como las aspas de un abanico
eléctrico certero el índice en las teclas
de la sumadora (el pico de la gallina
en los granos de maíz) el dedo
lengua de perro tomando agua de
la esponjilla la yema sombreada de
tinta o mugre qué sé yo el fajo
golpeado de canto contra el mármol mientras
el cara-de-doverman del revólver
te mira despacio desde
tus sandalias hasta la colita
de tu desteñida boina azul
William Agudelo Bolombolo, Antioquia, Colombia, 1942. Realizó estudios de Filosofía en el Seminario para adultos de La Ceja. Cofundador con Ernesto Cardenal de la Comunidad de Nuestra Sra. de Solentiname Nicaragua (1966) de la que formó parte hasta 1977. Trabajó como director de artes gráficas y como productor de grabaciones culturales en el Ministerio de Cultura de Nicaragua. Dirigió el Centro Cultural Coro de Ángeles en Managua desde 1990 hasta el 2000. Libros: Nuestro lecho es de flores, 1970 (traducido al alemán, bajo el título Unser Lager beiden Blumen auf dem Felde); El asalto a San Carlos, 1983; El ángel de San Judas, 1997. Colaboración en revistas de poesía como: El Corno Emplumado, Zona Tórrida, Cormorán y Delfín, Nicarahuác y en los suplementos literarios La Prensa Literaria, y El Nuevo Amanecer Cultural.