Adnan Al-Sayegh, Irak
Por:
Adnan Al-Sayegh
Traductor:
Abdul Hadi Sadoun
Camino al exilio
El lamento del tren enciende el dolor de los túneles
Rugiendo a lo largo de los rieles de recuerdos eternos
Mientras yo me pego a la ventana
Con la mitad de mi corazón
Y la otra mitad en la mesa
Jugando al poker con una muchacha de muslos desnudos
Con dolor y estupor, ella pregunta
Por qué mis dedos se caen a pedazos,
Como la madera de viejos ataúdes,
Y por qué son ansiosos, temerosos de no poder asir nada
Yo le hablo sobre mi patria
Y sobre las banderas
Y sobre la colonización
Y sobre la gloria de la Nación
Y sobre el sexo en los baños públicos
Entonces ella se recuesta, con su cabello mojado, sobre mis lágrimas,
Y no entiende
Mientras, en la otra esquina
Mozart esparce sus tonadas por encima de los valles cubiertos de nieve
Mi patria está triste más allá de la necesidad
Y mis canciones son agresivas, tercas, y tímidas
Yo me estiraré en la primera acera que toque en Europa
Y sostendré en alto mis piernas a los peatones
Para mostrarles las marcas de las golpizas escolares, y las de las cárceles
Aquellas que me trajeron hasta aquí
Lo que yo cargo en mi bolsillo no es un pasaporte
Sino una historia de opresión
En donde, por espacio de cincuenta años, hemos estado masticando una dieta animal
Y discursos
Y cigarrillos hechos a mano
Mientras nos erguimos ante el patíbulo
Observando nuestros propios cadáveres colgantes
Y aplaudiendo a los gobernantes
Por el miedo por nuestras familias
Cuyos archivos llenan los sótanos de edificios del servicio secreto
Donde la patria
Comienza con el discurso del presidente
Y termina con el discurso del presidente
Y en medio de esto, están las calles del presidente, las canciones del presidente, los museos del presidente, los regalos del presidente, los árboles del presidente, las fábricas del presidente, los periódicos del presidente, el establo del presidente, las nubes del presidente, las botas de campo del presidente, las estatuas del presidente, las panaderías del presidente, las medallas del presidente, las amantes del presidente, las escuelas del presidente, las granjas del presidente, el agua del presidente, las órdenes del presidente
Ella mirará fijamente durante mucho tiempo
A mis lluviosos ojos humedecidos de saliva
Entonces ella preguntará: «¿De qué país eres tú?»
Alfileres
Las estrellas
que imagina el impresor
son letras desperdigadas sobre la piel de la noche.
Las estrellas
que contempla el soldado
son las lágrimas de las viudas
que derraman en cada cañonazo.
Las estrellas
que bebe el borracho
son gotas tibias de los recuerdos amargos.
Las estrellas
que toca el prisionero
son cigarrillos apagados en su piel.
Las estrellas
que limpia la ramera
son restos de las hombrías apagadas
entre sus piernas.
Las estrellas
que contempla el creyente
llovizna de la ablución sobre la alfombra del cielo.
Las estrellas
Nuestras lágrimas colgadas
- con alfileres -
en el cuello del cielo,
¿dónde se esconden
cuando abres tu ventana
por las mañanas?
Bajo un extraño cielo
Una ecuación difícil
Para dividirte entre dos chicas
Entre dos países
De policías y piñas.
Entre los dos, te cuelgas de una botella
En un bar, con cucarachas saltando.
Una vez tuviste las palabras, tu camino hacia los árboles de palma
¿De dónde crees que vinieron ellos con sus muros?
Tú te apartaste para observar
La luz de los distantes mástiles
Ascendiendo y cayendo
Entre los suspiros y los lamentos.
…………
………………
Una ecuación amarga
Para permanecer como eras,
Arrojado en la arena
Bosquejando el horizonte, luego borrándolo
Un destello de luz es más deseable
El cielo distante... más bello
Pero las botas del guarda
Te alejarán del reino de la nostalgia que se retuerce
Entre los capullos de tu corazón y la ventana.
…………
……………
Una difícil ecuación
Para intercambiar el sueño por una ilusión.
Una mujer por otra
Un exilio por otro exilio.
Y yo me pregunto
¿Dónde está el camino?
Amman, Enero 11, 1994
Una nube de pegamento
Yo proclamo: mañana
Estiraré el espacioso día,
Sombreado por nubes en vez de aviones,
Buscaré en medio de las bombas y el lodo
Aquello que queda de mi vida y de mis amigos.
Llenaré mis pulmones con callejas y jazmines
Y retornaré a casa sin manifiestos.
Tallando mis sueños en forma de cadáveres y ultrajes.
Oh tú, primera ansiedad
Oh tú, patria última
Todo lo que tenemos
Es un país como nuestros sueños
Y un deseo aniquilante.
Y yo, en medio de la desnudez de las bombas, ¿a quién habré de tornar?
Alzando mi vasija hacia el cielo,
Yo divido- entre los agujeros de los lugares-mi rostro
Y este espacio asesinado.
Arrinconado, como un ave mojada,
Las últimas balas cruzan sobre mi cuerpo,
Y bordan sus días como brotes de destrucción
Con la aguja de la esperanza, remendaré
La camisa de mi juventud, rasgada en el corazón
Sólo para ser desgarrada de nuevo por disparos
Mañana-cuando la guerra cese a la fuerza-
¿Quién recogerá los fragmentos?
¿Quién resarcirá a la viuda de la guerra su floreciente lozanía?
Cautelosamente, yo me evado, tras la oscura cubierta de la nostalgia
Hacia las ramas del país, desgarradas en un momento
O disecadas en un instante.
Y comparo las ramas de la primavera
A las ramas de la bomba.
Y digo, buenos días, mi país
Que nos enseñaste a dispersarnos
Por entre las sillas de antiguas cafeterías y confesiones
Electrificadas,
En medio de casas bajas
Y mujeres sin fe.
La nación nos empaquetará en espacios
Sujetos con el pegamento del miedo...
Escudriñaremos el horizonte:
Negro...
Verdeando con esperanza de hierba,
Cosechado de aviones.
O azul
Que se enrojecerá con nuestra sangre
Sólo para ser confiscado por vallas
O una lenta ceniza,
Que, como nuestras memorias,
Se establecerá poco a poco en nuestra alma
Najaf, 4 / 21 / 1987
El canto de Uruk
No somos más que las piedras de los molinos
Dad la vuelta a nuestra tierra, piedra por piedra,
Encontraréis nuestra sangre llenándola.
¡Ay! De una nación que no vive sin guerra.
Colgué el abrigo de mi vida
Y fui a la guerra encogido como un huérfano sobre una camella,
¡Ah! ¡Qué será de una patria carcomida su espalda por las termitas!
Una patria hecha de pieles desgarradas y pegadas una encima de otra
Para resonar los tambores en la plaza de la guerra.
Y a Dios escribo diez cartas de papel de lágrimas
Las envío por correo certificado,
Pero él no contesta a su siervo.
¡Oh, Dios! Pues, ¿a quién enviamos los dolores que sufrimos?
Y te fuiste solo a tu exilio
Cantando, frustrado al viento como una extraña flauta,
Adiós patria mía a la que no veré.
Agamennon
Del polvo de la batalla,
vuelve
con el corazón herido
y dos brazos de tambores y oro.
Soñando con los dulces labios de Clytemnestra
que entonces, se derretían
noche tras otra,
en los labios de su amante Aiguitus.
Cuando abrió la puerta
vio en sus viscosos labios
miles de cadáveres que abandonó atrás
en el campo de la batalla,
y se acordó que había olvidado
dejar su cadáver allí.
Fin
Abro la nevera de mi tristeza
saco una botella de vino
y la bebo toda,
brindo por mis amigos
exiliados, a través de túneles,
sin patria,
tabaco,
ni pasaportes.
Brindo por ellos
copa tras copa
o cadáver tras otro
y cuando me caigo de la embriaguez
en la acera,
me llevarán – en sus tumbas –
hasta la casa.
Adnan Al -Sayegh Al-Kufa, Irak, 1955. Poeta, narrador y periodista. Pertenece al llamado Movimiento de los 80. Miembro de la Asociación de Escritores Árabes y de la Asociación de Escritores Suecos. Libros de poemas: Ella me espera bajo la estatua de la libertad, 1984; Canciones sobre el puente de Kufa, 1986; Los pájaros no aman las balas, 1986; Cielo en un casco, 1988; Espejos para su largo cabello, 1992; Bajo un cielo extraño, 1994; Formaciones, 1996; El himno de Uruk, 1996; Un grito tan grande como un país natal, 1998; y Abrazar mi exilio, 2001.
En 1993, sus críticas al gobierno lo llevaron al exilio en Jordania y Líbano. Fue condenado a muerte en Irak en 1996, por la publicación del Himno de Uruk, entonces se refugió en Suecia. Desde 2004 reside en Londres. Su poesía ha sido traducida al inglés, holandés, persa, kurdo, español, alemán, francés, entre otras. Ha residido también en Jordania, Yemen, Sudán, Siria y Londres. En 1997 recibió el International Poetry Award en Rotterdam.