Sergio Badilla (Chile)
Por: Sergio Badilla
Tierna señorita
Un postrero amor ha concluido
cuanta tempestad para no alcanzar abrigo
cuanta inclemencia para no lograr sereno amparo
La noche tiene su espíritu oscuro esta anochecida
La congoja alcanza su propio torbellino en las altas horas
dolida señorita
dolorida de mis pesares
el corazón late y deja esquirlas violentas
tras repentinos golpes
Está dañada ella en la profundidad de su silencio
y sus párpados ceden a la fuerza de las lágrimas
perversas infaustas insolentes
La fiesta ha terminado por ahora y tal vez para siempre
es la fracturada cuartilla mordaz
del pernicioso que le trauma el alma
Está alucinada la luz de la tímida cortesana
está cegada
después de la mueca repetida en la falacia
del amante torvo
el ensalmo fingido del mancebo apasionado
y atrapado ahí entre los menesterosos con ese hábito de penitente
queda pidiendo perdón por su osadía
En el mástil pende aún el velamen sucio del último viaje
El viento bufa
la refulgencia se ofusca en la arboladura
la súplica se repite como voz cristalina de un idioma conocido
y se pierde en la ventisca
La doncella
débil está envejecida el huracán pasa por su mente
agrietando sus modales sus agraciados gestos
El estuario está lejos opuesto al arrecife
sin embargo es ella quien sucumbe y la nave se mantiene a flote
y crece el océano a babor de sus pensamientos Rimbaud y
y quizás sólo Rimbaud también esté a estribor
luchando en su barco ebrio
La maternidad nunca tuvo el vínculo del vientre
jamás forzó la legitimidad del vástago
ni en el amor profundo ni en la casualidad del ocio
allí quedó el sentido intacto
la semilla del mármol con el progenitor estéril.
Carezza
Llega por fin la noche
la castidad es errática para especimenes en vías de extinción como tú
y yo Claudia
criaturas celestes de Santiago serafines alados de la capital
de un país en ruina
El daguerrotipo nutre la oscura sepia con la aminorada luz que entra
de la calle
la escena en la penumbra se transgrede en una tosca urbanidad
El torrente fluye germinal debajo de la piel palpita
se deshonesta se contamina
tensa la espera detrás de la mirada intensa
Urge entonces la musculatura se yergue
para perpetuar el linaje del animal en celo
la carne se impudicia se demencia en la calma
se antigua la razonada caricia mi obcecada doncella, el arte de
amar es el arte final de un frugífero vientre
un mérito frugal de descendientes que van y vienen
un despertar cualquiera ante un púdico
día de verano
Matinalis
Emergió del lecho con las ijadas desnudas las caderas el pubis
pelambrero
la pudibunda absorta
somnílocua en la apariencia blonda
en la mañana ondulada de pelos
la cama aún deshecha con humores matinales en el hospedaje
olores sexuados los bostezos repentinos y continuos
en el escabel las prendas íntimas las bragas perfumadas y debajo de la cama
la oscuridad saturnal concluida
En el bar de madrugada el humo de mi pipa se esparció arrogante
asignado de aroma tabaquero también
quedó tu vientre
incluso el astrágalo
en el peroné más bien en una intromisión fecunda
La amnistía llega en la mañana amniótica
los ojos en resaca
perfectamente embolsados en las ojeras
la garganta escocida
los músculos entumecidos
y tú en la ducha sin mácula alguna
Muro de Berlín
Hubo muchos que ni siquiera esperaron que me fuera
aves rapaces buitres de mala muerte
entraban y salían de las habitaciones apropiándose de mis cosas
mis escasos libros mis viejas corbatas mi chaqueta de paño inglés
Te guiñé un ojo al pasar y tú te sentiste claramente ufana
el rey se había muerto y el templo tenía las puertas derribadas
alguien destruía la validez del calendario
Allí paseábamos antes de la mano por la plaza pública
Lo había dicho, como si fuera un esmirriado slogan
un ridículo cartel de frontera
los hijos se quedan en casa
El mundo estaba bajo llave como si nada
las ojivas nucleares la Convención de Ginebra
la política de los teléfonos rojos
todo el polvo se barrió bajo la alfombra
Yo tampoco me arrepiento de haber amado en esos días
mis homenajes fueron antiguos humanos cándidos
Una misma moneda que tiene y tendrá dos caras la historia y la barbarie
los textos son ambiguos los burócratas irresponsables
Huelga establecer los límites memoriales ante la nada
la verdad es una refutación kantiana
los poderes se anulan como si fueran una ecuación matemática
que cambian su coeficiente
¿quiénes de los viejos quedan en las oscuras habitaciones del palacio?
¿a quién tributo el murmullo de esta época entonces?
ya no hay lumbres en las antorchas
el fuego se ha agotado hace tiempo en las ascuas
Nos invaden
Un siervo se despide sigiloso de su tribu para evitar la penitencia. Su testuz combada y la frente con signos de ceniza de cara al fuego. Ha sido pues ungido en vida en una causa desvalida de fe, menguado de razón. El hombre diestro, pierde la validez que hasta entonces tenía su argumento. Un retrato inmóvil ajeno a cualquiera turbación, cuelga en una pared íntima. Es la intimidad del aposento donde reposa un cuerpo inerte, un tramo de un país en armadura donde también convalecen las osamentas de los míos. Los beligerantes vadean con torpeza los ríos abismales, acosan con su andar los valles de mi infancia, denigran con sus vocablos soeces a las tiernas valquirias, hostigamiento, acometen. El exterminio no salda cuentas de raíz, desventura y silenia a orillas del fuego. Una estrella crepita muda en un monte ajeno al ardor que languidece y el tótem doméstico sustenta - aún así - la fidelidad con que la estirpe se ha arraigado en esta tierra. Empero persiste el miedo del penitente ante el arma arrojadiza del invasor y la imagen del delirio se apodera de la próxima tirada. ¿Habrá llegado la ruina?
Sergio Badilla Valparaíso, Chile, 1947. Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo, traductor, periodista, antropólogo y profesor universitario. Durante su estancia en el extranjero, por razones políticas -20 años- formó parte del Grupo Taller de Estocolmo. Periodista Cultural de Radio Suecia Internacional. En 1989 organizó, en colaboración con Sun Axelsson, el Primer Gran Encuentro de Poesía Latinoamericana en Estocolmo, Suecia, donde acudieron más de 40 poetas, residentes en Europa. Con La mirada Temerosa del Bastardo, obtuvo el Premio de Poesía: Ciudad de Valparaíso. Ha sido traducido al sueco, inglés y francés. Otros de sus libros de poesía: La Morada del Signo, 1982; Cantonírico, 1983; Reverberaciones de Piedras Acuáticas, 1985; Terrenales, 1989; Saga Nórdica, 1996; Más Abajo de mi Rama y Más allá de la noche.