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Luuk Gruwez, Bélgica

15º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Javier Naranjo

Por: Luuk Gruwez
Traductor: Diego Puls y Carmen Bartolomé

Los gordos

     I

Los gordos del amor lo saben todo,
hasta en los puntos más remotos de sus cuerpos,
las catacumbas de sus carnes.

Sus vientres son tierra extraña donde habitan,
siempre anhelando las cinturas más delgadas
que en la boca les producen agua cual pasteles.

Nadie más sinceramente afligido,
de sonrisa tan tristona en esa panza apartada,
en esos pies lejanos y esas nalgas hinchadas,

como si constaran sólo de excedentes:
casi un centenar de kilos vacuos
que jamás nadie querrá.

 

Lenguas

             para Jozef Deleu

Tómese una madre,
una madre de buena calidad.
Extírpesele la lengua.
Devuélvase la madre a su lugar.
Acto seguido, tómese un niño,
también de buena calidad,
un niño que apenas sepa decir mamá.
Extírpesele la lengua.

Repítase la operación las veces que haga faltav hasta disponer de suficientes lenguas
para la adquisición de un idioma.
Hacen falta muchas lenguas para un mismo idioma.
Pues despiadado es todo idioma y tierno
como lo es para un cadáver el formol.

Así nacerá lo que llamamos idioma materno.
Muchos países disponen de ellos, es verdad.
Incluso en los más recónditos confines
se oye hablar idiomas maternos excelentes.

Córtese del idioma materno a la madre,
separando nuevamente madre e idioma.
(Cuando hay mucha madre, amenaza jerigonza.)
En ningún caso hay que desecharla,
puede aprovecharse en otro instante.
Consérvesela durante algún tiempo
en un lugar seco y frío, naturalmente.
Guárdese silencio.

Mézclese lo sutil con lo fútil,
lo sublime con lo imbécil.
Mézclese el olor corporal con el mortal,
lo perfecto con lo perverso,
todo en partes iguales.

Entonces, sólo entonces
y ni un solo segundo antes:
háblese.

 

Álbum

Muerte, sé cortés, que está por venir mi madre.
Con su cartera y su mejor sombrero,
agraviada hasta la mismísima polvera,
despojada, pobrecita, de toda gloria.

Ya viene: señorita ahogada en señora.
El alma sollozada en un pañuelo,
el cuerpo racionado de tal forma
que no alcanzó para más que medio siglo.

Ese esqueleto precioso con peluca,
que no resulta fácil de olvidar;
su falibilidad en casi todo,
especialmente a la hora de morir.

 

Los monjes de Sénanque

Morían allí rápido y en silencio
y sin estertor superfluo deambulaban
de un lugar para morir a otro,
entrados en años de tanto anhelar.

Cual amantes excéntricos habitaban el paisaje,
absteniéndose de todo ánimo de opulencia,
afables como lo ya no temido.
Nunca más pensaban en mudarse.

Y nosotros, venidos de los sitios
donde pulula temeraria la palabra,
sabíamos que entre silencio, polvo y piedra
se conservaba el eco exiguo de sus pisadas

y callamos, por siempre desarraigados,
en la instrucción de amantes excepcionales.
Y de tanto anhelar
fuimos entrando en años.

 

Sordina

Y cuando no quede más ternura
finjámosla
las manos vendadas y los ojos cerrados,
lindando uno con otro cual frontera.

Una palabra ya no será palabra,
sino bocanada de consolador silencio;
y el anhelo ya no medirá una vara
pues será más largo, más vasto que un horizonte

lleno de aves de verano, música de Mendelssohn, un sfumato
tomado de Da Vinci. Tú cambiarás tu compasión más bella
por mi más querida tristeza; yo, con cuidado tardaré
en palpar más a fondo el declive de tu cuerpo.

¡Ay!, si entonces queda aún ternura, 
temámosla
como a un dolor ancestral. Tanta ternura,
ningún hombre pudo jamás con ella.

 

El taciturno

Me alquilan para fiestas y reuniones
por mi silencio tantas veces comentado
que ellos requieren como entretenimiento:
un refinado postre para su paladar selecto.

Me pagan honorarios excelentes,
me agasajan, honran y degustan
por cada hora que me paso callando.
A veces tolero que una hermosa dama
me acaricie con su guante glaseado,
recorriendo inclemente mentón y mejilla.
Mi cuerpo inmóvil, cadáver sin voluntad.

Las bocas de ellos son braguetas abiertas.
Soy su presa de pollo, su ciruela pasa,
su albóndiga, el gusano en sus quesos:
el relleno para sus almas aburridas.
Soy su siervo domado favorito,
dotado con una noble tara.

Y cuando se hace tarde debo retirarme,
cansado ya de tanta carcajada.
Me meto en la bañera y los enjuago.

Porque a nadie quiero yo en mi cama
y silencio el hecho de que existo,
por temor incluso al soliloquio,
como si aun en sueños tuviera mal aliento.

De Colombiaanse Donkerte artículo sobre su participación en el 15º Festival Internacional de Poesía de Medellín


Luuk Gruwez Courtrai, Bélgica, 9 de agosto de 1953. Poeta, dramaturgo, narrador y periodista. Obras: Stofzuigergedichten, 1973; Ach, wat zacht geliefkoos om een mild verdriet, 1977; Een huis om dakloos in te zijn, 1981; De feestelijke verliezer, 1985; Dikke mensen, 1990; Vuile manieren, 1994; Bandeloze gedichten, 1996; Dieven en geliefden, 2000; y Allemansgek, 2004, entre otras. Obra en prosa: Het land van de wangen; Het bal van opa Bing, 1994; y In Een stenen morder, 2004. En 1995 escribió Lucky Star, un monólogo para la televisión holandesa y flamenca y en 1996 Een bijzonder bevallig paar, un drama para televisión. Una colección de sus columnas apareció en 1999: Slechte gedachten. Y en 2002 De maand van Marie, 4 monólogos de mujeres de diferentes generaciones.

Última actualización: 05/01/2022