Allison Hedge Coke (Nación Cherokee, Estados Unidos)
Por:
Allison Hedge Coke
Traductor:
Raúl Jaime Gaviria
América, con mi canto te respondo
Para Phil Young y mi padre Robert Hedge Coke
América, con mi canto te respondo. Respondo con mi canto lo que en tí fue cantado
Respondo con mi canto el momento en que amabas el aliento.
Canto tu hogar hacia ti y de vuelta a la razón.
Oh, antes de que América comenzara a cantar, yo la arrullaba con mi canto,
la sostuve en la baranda de su cuna, la lloré hacia el día.
Mi canción la creó, preparó su parto,
Sostuvo su cordón cortado, hermosamente como un collar.
Mi canción le ayudó a erguirse, sostuvo su mano en sus primeros pasos,
nutrió su propio ser, la alimentó, le dio la fuerza de tres hermanas.
Mi canción la confortó mientras luchaba con mi razón
Rompió mi equilibrio, como cualquier niño lo haría.
Vean, mientras forzaba su salida, me forzaba a removerme
mientras yo lloraba este país mi canción plantaba rosas en cada lágrima.
Mis ríos de venas, teñían canteras de piedra humeante,
rodearon cañones, mientras se hacía ella una fina doncella.
Oh, pero aquí estoy, aquí estoy, aquí, permanezco en toda y cada cumbre,
retumba delicadamente su gran bajo vientre, preparada para descargar su canto
y habré de cantar de nuevo, como siempre lo he hecho
Nunca silenciada excepto en compañía de extraños, cantando
el rostro estoico, amable reposo, amable mientras danza profundo
al interior, amable
Madre de su mundo. Hermana de mí misma.
Cuando mi canción cante de nuevo en voz alta. Cuando yo la llame
de nuevo a su cuna.
La llame para atisbar hacia las aguas, para verse a sí misma en luz y oscuridad
día y noche, la llame para cantar juntas, la llame para madurar, para visionar.
Entonces, se renovará. Así como mi canción.
Cuando ella trascienda su propio anhelo
le responderé con mi canto, le responderé. Cantaré, oh lo haré.
América, te respondo con mi canto, lo que en ti fue cantado.
La paloma
Para Joy
Una paloma debe haber muerto aquí-
plumas lanzadas giran
hacia las junturas de la acera
gris sobre gris,
un zarpazo de viento las lanza en espiral
como cortinas de encaje emplastadas
sobre ladrillo de edificio-
de vuelta al tren "Amtrak" en Albania.
La ventana abierta ha acechado
por décadas las cargas de los trenes.
Los rostros de los pasajeros apretados contra el vidrio
asomándose tan cerca que el aliento de vida escapa
sueños y desesperación
rostros despojados de paz, alargados en su desesperación,
rostros desplazados y deshechos, anhelantes-
en el mismo tren de los años cuarenta,
tren cincuentañero en el que viajé hasta aquí.
Hace un instante una señora ciega cruzó
la intersección a mi izquierda,
diciendo, Son pájaros cautivos.
¿Por qué no podrán utilizar timbres como en Watertown?
Estas señales suenan como pájaros cautivos
me palpo a mí misma luchando cada día,
esforzándome por mantenerme emplumada.
Suavemente levanto mis hombros,
los codos se invierten, las alas se estrechan.
Mi rostro se endurece y despelleja la piel.
Los dedos de mis pies se alargan y rasguñan
las líneas y grietas de la acera
Vislumbrando
y circundando bajo la ciudad
FUERA DE ESTACIÓN
Para trabajadores del campo y ensambladores como yo
Temprano, en las mañanas más grises, cuando nosotras
urticadas fuertemente en medio de los surcos de
tabaco y dulces patatas,
lejos de ambas estaciones del plantado,
razonabas que yo pertenecía allí,
fluyendo como arroyo de agua
abajo de nuestros campos de hojas brillantes,
mostrando luego sólo rastrojo dorado y raíz.
Dijiste que nunca lo había hecho
rítmicos martillos y dentadas
sierras para Construcción Interior.
Alcé las alas de mi espalda, esos músculos
formados por surcos de primera mano, músculos
que mecieron mis costillas y costados. Yo
dejé herramientas en la cama plana, señalando el
norte, a la ciudad extendida como
mampostería esparcida y agrietados rieles, Raleigh,
vientos de fábrica ahumada y callejones de venta ilegal de alcohol.
Una polla blanca cayó de un aparejo Tyson,
un poquito adelante de mí en la calle Saunders.
Yo la llamé ôHookerö
desde el descenso de la calle de la luz roja.
El enrolador local era un tipo grande y rojo,
sentado tras la puerta tendida como escritorio sobre una plataforma cenicienta.
Él se burló mucho como tú
al mirarme, pero los campos y los caballos debilitados,
justificaban mis noventa libras de empuje.
Al día siguiente me hizo comenzar en una cuadrilla llena de hombres.
Hombres que nunca habían visto trabajar a una mujer
de esa forma en el pueblo, primera
vez que tenía la oportunidad de operar un azadón,
primera vez que ensamblaba, y cuando blandía el martillo con
total fuerza, tres libras enfilaban derecho a dieciséis peniques.
En seis semanas, me hice capataz.
Justo antes que me dirigiera a ti
ôHookerö casi fue picoteada de muerte
por nuestros gallos—urbanizada como estaba ella.
Desembolsé tanto dinero, tiré
lo que tú aportaste para el otoño. Nos establecíamos
para el largo frío. Comiste ridículo y rápido.
nunca fuimos las mismas,
Hasta la primavera cuando los campos nos reclamaron
como su propiedad y regresamos
a lo que pertenecíamos y que conocíamos ambas.
La estación extemporánea sólo una consecuencia
de aquello para lo que estábamos hechas.
Nunca conociste esta parte de
lo que yo soy. Trabajadora del campo o ensambladora,
yo solamente te mostré lo que tú decías que no podía ser.
MUJER DEL CAMINO DEL PERRO
Te llamaban
abuela
Maggie como al
Valle Maggie.
Recurrí a ti
por tu conocimiento
del arte del retazo de algodón.
Yo trabajaba
la cerámica
y el hilado para tejer
pero no tenía marco
ni comprensión
de patrones
en colchas.
Ascendiendo arriba
del sagrado bosque
que alimenta el
fuego eterno,
yo capturaba
ramitas de nogal
que tú querías a modo de
cepillo de dientes
para chupar empapadas.
Dedos de cuero de
noventa y dos años
acariciaron puntadas
y popelina
en tendidos de cama.
Tú con tu delantal
y tu gorra
y tu risa
ante los dólares de oro
y las carnes procesadas.
Tú que me enseñaste
a tasajear
sin desperdiciar
y que revolvías
historias en tu
naipe cuando quiera que
yo las escuchaba,
confeccionábamos estrellas.
EQUIPAJE
Para Calabaza
Mirábamos filas de víveres
a través de una puerta de hierro,
cabezas de extraños con sombrero
abajo de nuestros pies y nuestro piso.
En el apartamento del pequeño pueblo y
el almacén general a ambos lados
pasábamos días y noches
pretendiendo ser espías.
Mi hermana y yo
aun bastante jóvenes
para cargar.
Nosotras estábamos
cargadas con
un maletín de tiras color trigo,
sus lados ennegrecidos
por quemaduras de radiador,
nuestros trajes de algodón arrugados
con crayones de cera
metidos adentro.
Pegados a los asideros había
ondulantes marbetes, con
los nombres
de aquellos que nos dejaron
aquí
y partieron.
Cada vez que los clientes
caminaban las aceras abajo
podrían haber estado caminando
pasillos suavemente alumbrados entre
psiquiatras y guardias--mi
padre visitante, mi madre paciente,
en Dix Asylum.
Allison Hedge Coke Nación Cherokee, Estados Unidos, 1958. De ancestros franceses, canadienses y portugueses, creció montando caballos, recogiendo tabaco en Carolina del Norte y trabajando en fábricas. Desarrolló estudios de Escritura Creadora en el Institute for American Indian Arts en Santa Fe, y en el Boulder’s Naropa Institute con el poeta Allen Ginsberg. Sus poemas han sido incluidos en diversos periódicos, revistas y en las antologías: Speaking for the Generations and the Lanas; Visit Teepee Town, y Reninventing the Enemy’s Language. Coeeditora de Voice of Thunder. Su primer libro de poesía publicado, Dog Road Woman, ganó en 1998 el American Book Award.