Jaime Luis Huenún (Chile, Nación Mapuche)
Por: Jaime Luis Huenún
Bajé a Puerto Trakl entre neblinas.
Buscaba el bar de la buena suerte
para charlar sobre la travesía.
Pero todos vigilaban la estrella polar en sus copas,
mudos como el mar frente a una isla desierta.
Salí a vagar por las calles con faroles rojos.
Las mujeres se ofrecían sin afecto, fragantes y cansadas.
«A Puerto Trakl los poetas, vienen a morir», me dijeron
sonriendo en todos los idiomas del mundo.
Yo les dejé poemas que pensaba llevar a mi tumba
como prueba de mi paso por la tierra.
Ceremonia de la muerte
Uno
(Forrahue)
«...alzaban sus manos
ensangrentadas al cielo...»
(Diario «El Progreso» de Osorno
21 de octubre de 1912)
No hablábamos chileno, mi paisano,
castellano que lo dicen.
Copihue sí, blanco y rojo,
flor de michay,
chilco nuevo.
No sabíamos de Virgen ni de Cristo, padrecito,
ni del Dios en las Alturas.
Jugábamos tirándonos estiércol de caballo en los potreros;
robábamos panales a los ulmos y a los moscos,
y pinatras a los hualles de la pampa;
mirábamos desnudas bañarse a las hermanas
con manojos de quillay en el arroyo.
Malo era.
Sí.
Por eso vino envidia y litigio y carabina;
por eso se volvieron lobos los venados y los peces.
Malo era, paisanito, malo era.
Comíamos caliente el crudo corazón de un cordero
en el lepún;
rezábamos huilliche al ramo de laurel
junto a la machi;
matábamos con fuego al que mete huecuve
contra el cuerpo y contra el alma.
¡Brujo diablo, anda vete! decíamos escupiendo,
y el bosque más espeso
escondía a la lechuza.
Malo era, malo era.
No sabía vivir el natural antes amigo, no
sabía.
Las mujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro,
y los hijos se criaban a la buena
de los bosques y los ríos.
Así era, mamita, así fue:
las estrellas dejaron de alumbrarnos
la sangre de repente,
y tuvimos que ocultarnos como zorros
en montañas y barrancos.
Ceremonia de amor
Los árboles anoche amáronse indios: mañío e ulmo, pellín
e hualle, tineo e lingue nudo a nudo amáronse
amantísimos, peumos
bronceáronse cortezas, coigües mucho
besáronse raíces e barbas e renuevos, hasta el amor despertar
de las aves ya arrulladas
por las plumas de sus propios
mesmos amores trinantes.
Mesmamente los mugrones huincas
entierráronse amantes, e las aguas
cholas abrieron sus vertientes alumbrando, a sorbos
nombrándose, a solas e diciéndose: aguas buenas, aguas
lindas, ay pero violadas somos aguas Rahue,
plorosas Pilmaiquén, floridas e parteras e aún felices
las arroyos que atraviesan como liebres
los montes e los cerros.
E torcazos el mesmo amor pronto ayuntáronse
los Inallao manantiales
verdes, las Huaiquipán bravías
mieles, los Llanquilef veloces
ojos, las Relequeo pechos
zorzales, las Huilitraro quillay
pelos tordos, los Paillamanque
raulíes nuevos.
Huilliche amor, anoche amaron más
a plena chola arboladura, a granado
cielo indio perpetuo
amáronse, amontañados
como aguas potras e como anchimallén encendidos, al alba
aloroso amáronse,
endulzándose el germen lo mesmo
que vasijas repletas de muday.
Fogón
Menos que el silencio pesa el fuego, papay, tu
gruesa sombra que arde
entre leños mojados;
menos que el silencio a la noche
y al sueño,
la luz que se desprende
de pájaros y ríos.
“Hermano sea el fuego”, habla, alumbra
tu boca,
la historia de praderas y montañas
caídas,
la guerra entre dioses, serpientes
de plata,
el paso de los hombres
a relámpago y sangre.
Escuchas el galope de las generaciones,
los nombres enterrados
con cántaros y frutos,
la lágrima, el clamor de lentas caravanas
escapando a los montes de la muerte y la vida.
Escuchas el zarpazo del puma
al venado,
el salto de la trucha en los ríos
azules;
escuchas el canto de aves adivinas
ocultas tras helechos
y chilcos florecidos.
Respiras ahora el polvo de los nguillatunes,
la machi degollando el carnero
elegido;
respiras ahora el humo ante el rehue, la hoguera
donde arden los huesos del largo sacrificio.
“Hermano sea el fuego”, dices retornando,
el sol ancho del día
reúna a los hermanos;
hermano sea el fuego, papay, la memoria
que abraza en silencio la sombra
y la luz.
*Papay es el nombre afectuoso que se da a las ancianas.
Hermana
Aquellos ojos del color del color,
a una altura gris, miran
copihues, hilos de agua.
¿Es por el viento de esta hora su silencio o
son abejas borrachas
trayendo miel y sangre
al panal de sus sienes?
Porque el agua es hermosa,
y el cielo es hermoso
y ambos son buenos amigos - dice.
Porque la luz es mi alma en la estrella,
y mis pechos son fuentes de luz.
Porque callados sabemos lo que somos:
el águila y el cisne,
el venado y el puma,
montañas, manantial y viento,
sementeras de la eternidad.
*Los versos en cursiva pertenecen al poeta Pablo de Rokha.
Jaime Luis Huenún nació en Valdivia, Chile, en 1967. Pertenece a la nación mapuche. Su obra ha recibido numerosas distinciones y ha sido recopilada en diversas antologías, por ser uno de los poetas Mapuche-Huilliche, más relevantes de la década de los noventa. En 1996 y 1997 obtuvo financiamiento del Fondo de desarrollo de las Artes y la Cultura (Fondart) para su proyecto de escritura, Ceremonias.
Ha publicado: Ceremonias (Editorial Universidad de Santiago, 1999), Puerto Trakl (LOM Ediciones, 2002), Ganador del premio Pablo Neruda de poesía, 2003; Reducciones, crónica en prosa y en verso sobre sus orígenes en el sur de Chile; LOM, 2012; Fanon city meu, Das Kapital, 2014; La calle Mandelstam y otros territorios apócrifos, Fondo de Cultura Económica, 2017.
Ha obtenido diversos premios como: Beca Fondart (1996 y 1997); Beca del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1998); Primer premio en el concurso El Joven Neruda 1999 (Municipalidad de Temuco) por Puerto Trakl; Premio Pablo Neruda 2003 por Puerto Trakl; Beca Guggenheim 2005.
A la pregunta: ¿Cómo cree que la naturaleza está marcando a la poesía mapuche actual? Afirmó: «El elemento natural es parte sustancial de la visión de vida y cultural mapuche. Escribo mi poema en las hospederías del bosque. Los pájaros vuelan y borran con sus cantos lo que escribo. Hay un contacto pleno con el medio natural, con el entorno, en términos de cultura ancestral. Y el mapuche tiene mucho respeto por la naturaleza que lo rodea. Es decir, todo el mundo espiritual mapuche está vinculado a la naturaleza. Parte de esta visión sacra de la naturaleza se transmite a los poetas. No se entiende la cultura mapuche sin esta vinculación porque ya «mapuche» significa «gente de la tierra».}