Lucila Nogueira (Brasil)
Por:
Lucila Nogueira
Traductor:
Elkin Obregón
Despedázame
despedázame
pero no me dejes inacabada
palacio inviolado en memoria de la nada
regresión miserable a visiones abstractas
despedázame
pero no me dejes quimera en el cristal
porque yo sé satisfacer tu carne
incluso así aérea en la alucinación
Nave en el diluvio
Más fuerte que los dioses soy ahora
senos que arden bajo un olor de lluvia
sangre al final del sueño, rosa y piedra:
abstracta hembra de un dragón nocturno
concha dilacerada, tosca espada
cerco de soledad única y múltiple
y hojas, astros, colores, mares súbitos
jamás pueden frenar esa ardentía
soberana visión, fiera encendida
simétrica memoria semidesnuda
soy más fuerte que los dioses en esta hora
fugaz, cristal de nave en el diluvio
Decisión
Me gusta amar así ávidamente
hoguera terremoto tempestad
sobre tu mayor tranquilidad
ventosa universal nadando leve
el cielo se precipita de mi sexo
entraña nervio corteza voltaje
arrastro los horizontes de la ciudad
cautelas seguridades subsuelos
perdonen si me desnudo de repente
y me encamino al mar sin dar respuesta
ACUARELA
Yo vivo por el trazo de Van Gogh
en este cuerpo tal vez de Renoir
y los sátiros persiguen en el bosque
al hada bailarina de Degas
Soy la maja desnuda en la hoguera
gitana de Franz Hals presa al rayo de luna
y el rapto de Rubens me extasía
mujer oriental de Delacroix
Alumbra e ilumíname, gracia plena
en el cenit perpetuo voy a soñar
jardín de encantamiento, flor de abismo
yo vivo por el trazo de Van Gogh
PERO NO TARDES TANTO
El cuerpo —dicen— no será más el mismo
en su reflejo exterior,
pero algo debe decirse sobre las cavernas fosforescentes
que transportan el hambre del demonio
en la hora de su resplandor
Mira mi cuerpo antiguo en la curva de la fuente o en el timón del navío.
Soy un pájaro nocturno perturbado.
Te ofrezco mis senos muy blancos
En una escalera secreta del mar Caspio.
Alguien habló de un modo descuidado
y las gárgolas de Notre Dame
contornaron los pezones
como breves y clandestinos fuegos fatuos.
El cuerpo —dicen— ya no será el mismo,
desesperadamente te deseo
mientras navego rocas subterráneas
al borde de la conciencia humana
y la grieta de la atmósfera interfiere en la faja luminosa
en el centro mismo de la pantalla del televisor que se quebró.
Porque en aquel tiempo
el amor era como un príncipe ebrio
y forzosamente hindú
era como la voz ronca de Dionisos
haciendo sonar las teclas del piano austríaco
abandonado en la pasarela roja
de un carnaval de plumas en la calle del Buen Jesús.
Salí por el atracadero embriagada
arrastrando candelabros escarlatas
en el río de letreros luminosos
mientras la lluvia batía en el pico duro de aquellos senos
ardiendo siempre de tanto amor.
Todos eran demasiado y no sabían
pero cuando tú me asiste con fuerza me sorprendí tímida
y hasta hoy estoy huyendo entre palmeras
por los caminos líquidos del vino y del neón.
Digo que sigue urgente la ilusión de ese momento
acometido de inenarrables confesiones.
Utopía presa en el cartílago húmedo,
cuando tu boca recubra el seno
seremos entonces las dos otras caras
de una misma única posesión,
como una historia adherida a la otra
mientras se lame el lacre de la carta escrita en la infancia
que un agua súbitamente tibia casi borró
Cómo decir, sin extrañarte: rehúsame
que la dama desnuda al teléfono puede estar en el transe
al que tanto aspiras bajo el rojo de las linternas
mientras la lluvia cubre los tejados a la orilla del mar.
Todo ahora se tornó tan urgente
que duele la espera inmemorial de las muñecas
sobre la madera oscura
inmóviles pero no inertes
esperando su número de magia
quebrando la banalidad de los noticieros de televisión.
La blusa de satín verde tiene un escote de princesa judía
asesinada desnuda en un campo de concentración
espléndido violinista, vamos enloqueciendo lentamente.
La blusa de satín verde deja entrever la parte muerta de la carne blanca
bajo la luz del globo fosforescente
girando dobre los danzarines
mañana invisibles del bar Royal.
Cierra los ojos y piensa en lo que quieras
mientras las manos y las bocas cumplen itinerarios de espejismos desérticos,
mientras yo toco de nuevo
mi piano austríaco en la acera del muelle
y el mar casi revienta las ventanas dalinianas del Almacén XIV.
Porque el espíritu ha de ser siempre el mismo
yo desafío tu preferencia
y la blusa de satín verde sin mi cuerpo adentro
tiene todavía un océano de lentejuelas
reflejando la vibración de la piel
que por algunos momentos la habitó.
Dragón gigante
lengua demoníaca
unión clandestina
oculto encantamiento
abismo volcánico
donde la partitura se deshace en notas para cubrir la pauta
que guía al violoncelista al Palacio de Cristal.
Cierra los ojos y bésame de modo frágil
porque todo se tornó más urgente
desde que el Museo Serralves y los dibujos rosa del mármol
revelan caminos recifenses de la piel emparedada
soñando el éxtasis de la resurrección.
Tu mirada tiene el mismo brillo de un lanzador de cuchillos
mientras giro en la pista sobre mí misma
dramáticamente presa en las cuerdas
al son de Tchaicovski en
Tu mirada es como una campana milenariamente gigante
rondando las terrazas de
tu mirada es como un barco vikingo pidiendo ensenada
desde las palmeras de Recife hasta los verdes pinos gallegos
que dieron sombra al romance de mis bisabuelos.
Sé que has de venir bajo la nieve bañada de luna
llevando una linterna en el cuello del caballo blanco
y me envolverás al galope en tu capa de terciopelo oscuro
mientras en el circo abandonado la trapecista seguirá durmiendo
completamente desnuda
en la jaula de los leones.
Sé que has de venir ferozmente hechizado
en ese rapto anunciado para cruzar las aguas del Capibaribe al Duero
y bailaremos a la luz de un candelabro de siete brazos
hasta que el sol seque las siete sayas
quitadas al son de siete violines
durante las siete noches del encantamiento.
Pero no tardes tanto.
Que amar es el arte
de hacerse presente
y todo aquello que necesitamos
es de poesía
locura y énfasis
en el acto heroico de reabrir las puertas
de la carne mansa que se equivocó.
Que el cuerpo —dicen— ya no será el mismo
y lo que era asedio puede convertirse en fuga
y hasta nosotros —dicen— no seremos los mismos
en el extraño instante del rayo láser
cuando llegará sin aviso el placer de la mañana.
DESESPERO BLUE
Soy la muñeca tuya
prohibida en la infancia
El gusto de canela
de ése tu vino Glogg
tú pasas por mi cuerpo
las rosas de Colombia
tú me quieres de espaldas
dentro del edredón
mas de repente lloro
y entonces tú me extrañas
sólo ves a la diva
junto del reflector
yo me desnudo al son
de Carmina Burana
en la lucidez noir
del desespero blue
Video: Nave en el diluvio
Lucila Nogueira nació en Río de Janeiro, Brasil, el 30 de marzo de 1950 murió el 25 de diciembre de 2016). Fue poeta, ensayista, cuentista, editora, ensayista, profesora universitaria y traductora. Publicó quince libros de poesía, a saber: Almenara, 1979; Pecho abierto, 1983; Quasar, 1987; La dama de Alicante, 1990; Libro del desencanto, 1991; Ainadamar, 1996; Ilaiana, 1997-2000; Zinganares, 1998; Imilce, 1999; Amaya, 2001; La cuarta forma del delirio, 2002; Reflectores, 2002; Bastidores, 2002; Desespero blue, 2003 y Estocolmo, 2004. Su primer libro, Almenara, obtuvo el premio de poesía Manuel Bandeira, del Gobierno del Estado de Pernambuco, en 1978. Dicho premio le fue nuevamente concedido por Quasar, en 1986.
Como ensayista publicó Ideología y forma literaria en Carlos Drummond de Andrade, 2002 y La leyenda de Fernando Pessoa, 2003. Fue miembro de la Academia Pernambucana de Letras desde 1992, y socia correspondiente de la Academia Brasilera de Filología, con sede en Río de Janeiro. Editó, la revista de lusofonía Encuentro. Perteneció al Consejo Editorial de la revista electrónica «Mafuá», de la Universidad Federal de Santa Catarina, y colaboró en la revista electrónica «Aguja», editada por Floriano Martins y Cláudio Willer.
La suya es una voz que viene desde el canto de las antiguas sibilas hasta los sonidos más característicos de la actualidad, transita entre la sexualidad más explícita y los niveles más abstractos de la espiritualidad, hurga en el sentido trágico de la vida y busca además el instante más delicado; pasa de la serenidad de un lago de agua cristalina a los eléctricos relámpagos de la humana tempestad; marcha desde una belleza sublime hasta un relato contundente sobre temáticas de la modernidad, representa un cruce de lecturas y vivencias, desde su ancestralidad ibérica hasta el arquetipo mítico suramericano, una dicción brasilera que rompe con el cerebralismo experimental, ya agotado en este comienzo de siglo, rescata la fantasía y lo espontáneo al guiarnos, por una interioridad llena de atmósferas referentes, hacia otras geografías y otros mundos.