María Soledad Quiroga (Bolivia)
Por: María Soledad Quiroga
Quiero ser contigo en el agua
sentir en la transparencia
el peso del cuerpo
ser volumen cierto
en medio de lo que fluye
bajo un cielo abierto
nubes diluidas y translúcidas
ser color, forma definida
contra la espuma y el aire
ser sombra entre los brillos
que se encienden y se apagan
superficie
para el golpe líquido de la marea
y su abandono
ser cuerpo
y poseer sus límites.
El deseo
El deseo es como un árbol
copioso
abierto y verde
húmedo en la profundidad
morado
oscureciendo el territorio de los besos.
Una elipsis incolora
vibrante y quebradiza
en la orfandad de los impulsos.
Un árbol crecido a dentelladas
erizado en el hambre
cubierto de pétalos filudos
florecido
en la límpida altura
enraizado en la atmósfera pura del grito
abigarrado y desnudo
solo en el cielo amplio
vacío y encabritado
caracoleando en las aguas turbias
del clarísimo relámpago.
Cometa desgarrado
volumen de sal ardiente
cuerpo celeste
extraviado
agitado por la muerte que no es muerte
fugitivo prisionero
del instante.
Quiero ser contigo en el agua
Quiero ser contigo en el agua
sentir en la transparencia
el peso del cuerpo
ser volumen cierto
en medio de lo que fluye
bajo un cielo abierto
–nubes diluidas y translúcidas–
ser color, forma definida
contra la espuma y el aire
ser sombra entre los brillos
que se encienden y se apagan
superficie
para el golpe líquido de la marea
y su abandono
ser cuerpo
y poseer sus límites.
El deseo
El deseo es como un árbol
copioso
abierto y verde
húmedo en la profundidad
morado
oscureciendo el territorio de los besos.
Una elipsis incolora
vibrante y quebradiza
en la orfandad de los impulsos.
Un árbol crecido a dentelladas
erizado en el hambre
cubierto de pétalos filudos
florecido
en la límpida altura
enraizado en la atmósfera pura del grito
abigarrado y desnudo
solo en el cielo amplio
vacío y encabritado
caracoleando en las aguas turbias
del clarísimo relámpago.
Cometa desgarrado
volumen de sal ardiente
cuerpo celeste
extraviado
agitado por la muerte que no es muerte
fugitivo prisionero
del instante.
María Soledad Quiroga nació en Santiago de Chile el 22 de marzo de 1957. Tiene nacionalidad boliviana. Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1985. Estudios en la carrera de Literatura, en Universidad Mayor de San Andrés. Ha publicado los libros de poemas: Ciudad blanca, 1993; Recuento del agua, 1995; Maquinaria mínima, 1995; Casa amarilla, 1998; Los muros del claustro, 2004; Islas reunión, -cuentos-, 2006; Trazo de caracol, 2011.
Su obra ha aparecido en diversas antologías, entre ellas: Poemas en Escritoras de América del Sur, 1996; Cuento en Antología del cuento femenino en Bolivia, 1997; El aliento en las hojas. Otras voces en la poesía boliviana, 1998 y Poemas en Una revelación desde la escritura. Entrevistas a poetas bolivianas, 2001 Ha sido columnista en el Periódico La Prensa, en la Paz y en el Semanario Pulso, en la misma ciudad. Ha sido docente en el taller de escritura creativa (poesía) para estudiantes de tercer año de la licenciatura en literatura de la Universidad Mayor de San Andrés.
Según lo expresa el poeta boliviano Eduardo Mitre: A partir de una poética del espacio plasmada en la ciudad, en la geografía altiplánica y los objetos concretos, María Soledad Quiroga va tejiendo dramáticamente una poética del tiempo. Más en la conquistada aceptación de que el universo y nuestra mudable identidad están hechos de su enigmática naturaleza simbolizada en el agua, despuntan una ética y una erótica que abre un camino hacia la reconciliación. Y a propósito de Casa amarilla: Con una escritura tersa, instantánea como las ondas que se forman y expanden por la lisa superficie de un lago, Soledad Quiroga prolonga y profundiza esa poética de la intimidad inmensa ya presente en sus libros anteriores: Poesía entrañable que discurre con el sigilo de la serpiente que en ella se desliza como emblema de las mutaciones del deseo y de la incesante metamorfosis de la realidad. Así, la puerta entreabierta de Casa amarilla nos conduce a una epifanía dicha con la voz más diáfana de la actual poesía boliviana.