REINALDO GARCÍA BLANCO
REINALDO GARCÍA BLANCO
Variaciones en torno a un viaje al centro
del país y las buenas relaciones de la ciudad
con una noria de arcaduces cuadrados
Este poema está dedicado
a tres personas:
Lauro de Bosis,
poeta romano que perdió la vida
mientras organizaba un movimiento
de resistencia contra el poder
absoluto de Mussolini, y cuyo aeroplano,
perseguido por los del Duce, se hundió
en el mar de Tirreno.
Edward Sheldon,
quien, inmóvil y ciego durante
más de veinte años, fue a pesar
de ello, dispensador de sabiduría,
de jovialidad y de coraje para
una gran cantidad de gente.
Thorton Wilder,
porque trajo noticias de esos
duendes que son Bosis y Sheldon;
además, por haber puesto en boca
de la señora Sempronia Metela esta
interrogante.
¿No encuentras que la vida puede
ser sencillamente atroz?
Sopesados
los discursos en la balanza simulan el equilibrio
No es fácil resistir los caminos que van al centro
Descubro que el país es un perfume
para oler largo y tranquilo
Se averigua cuán imperfecto es el aprendiz de la patria
Ríos abajo todo es latido
los conquistadores ni sueñan con poner una casa
y desconocen las guerras chiquitas y mundiales
Aún no es posible elegir entre la espada
y los tiradores de lanza / Hay que pasar unos cuantos
gobiernos / Delirar todas las fiebres / Dar jaque al
perseguidor y seguir en busca de lo más subterráneo/
Eso es encontrar una lucidez / ¡Ojalá que duradera!
Esto será el meandro
por ese recodo pasarán los caballos y las mujeres
Tal silencio no es creíble
Ahora sabemos quién es infiel
las cabezas de esos pocos zigzaguean y buscan el mar
Otros /
que no saben la palabra exilio persisten en tocar las arenas
de los playazos y navegan rumbo a una mancha de peces
Para el viaje hará falta un hueso que digne a la fauna del
país y dé pasaporte a los aprendices de la patria que han de
regresar con nostalgias y municiones
La ciudad está sin fundar
La ciudad no quiere padecer el marasmo de los dictadores
La ciudad entabla un desigual combate con los soldados del
Reino y cuenta sus muertos con una cautela similar al
escribano que roba los tesoros del poder
Faltan las casas
y la Noria de cangilones no ha subido el sílice
o el agua dura que darán al piso un brillo oportuno,
colonial y deliberado
Los ingenieros no trazan las pasiones
ellos tejen las calles y el ferrovía
dan un toque de queda a los pasadizos/
mueven las piedras/
alquimian con lechada las paredes y retornan extenuados
pensando que Blaise Pascal tenía razón en aquello del
silencio de los espacios
En los territorios próximos no conocen el agrio del fruto
que los mayores celebran y serán necesarias unas cuantas
carreteras para llegar a conocer las aves que dividen a
esta improntitud de la isla en un país de cuatro estaciones
parecidas y discordantes
El zumbar que escuchas
no es más que unas ligaduras girando indefinidamente
origen y razón de una ciudad que ya está construida
y se apresta para que la injurien o la echen a rodar
Encima del meandro está la agitación
por estos días darán a conocer el nombre de los inventos,
los espías y las cabezas de provincia
Pan y circo no será la divisa de por siempre
pero los comediantes conspiran en los camerinos
cruzan unos tragos para volver a imitar el Inicio donde un
aprendiz de la patria asiste a las primeras huelgas, a las
segundas nupcias, a las terceras ocasiones que son la
vencida
Y siguen los arcaduces
moroso bamboleo para hacer una casa
y perder sus límites en un mapamundi
Ahora voy a la periferia
ya están destinados los árboles nacionales
por mi lado pasan hombres con el signo de la permanencia
y los caballos saltan el recoveco/
se heredan unos a otros las guerras y los arneses/
mueven los belfos/
se van de Correos
de Ambulantes negociadores / Se van de caballos que son
Tanto ruido en los contornos
da pie para que se pierdan las costumbres
Ni los agrimensores quieren resistir el camino
averiguan por el Hacedor de Norias o alguien que conozca
el manejo de la balanza o las artimañas del equilibrista
Tal suerte tiene el camino
que a toda hora es disponible
Vengo desde el centro
y me acuerdo que yo era un aprendiz
sin descubrir ese perfume para oler largo y tranquilo
Es tan duro este aprendizaje que sigo imperfecto
Pasan los caballos / dejan un polvo alto y ambiguo
El arcaduz que da el inicio
se contagia con la indefinida vocación del sílice y el agua
Las buenas relaciones de la ciudad y la Noria
comienzan su año fiscal
En mi casa, los discursos sopesados en la balanza simulan el
equilibrio y, más allá, el perseguidor se asusta y no sabe
si son los ejes de la Noria o los caballos que ahora regresan
lentísimos / al centro del país.
Reinaldo García Blanco nació en Sancti Spíritus en 1962. En el año 2002 obtuvo el Premio de Poesía de la Gaceta de Cuba y el Premio Calendario, de la Asociación Hermanos Saíz. Ha Publicado: Cinco poemas del Rey, 1991; Textos para elogiar la novia y el país, 1991; Perros blancos de la aurora, 1994, y Reverso de foto y Dossier, 2000.