Elke Erb, Alemania
Por:
Elke Erb
Traductor:
Daniel Bencomo
LOS SOLILOQUIOS SON APENAS RUMORES DEL MAR
pues el propio yo, como lo teníamos
-bajo celos e hipócritas parpadeos divinos-,
el oro puro
de nuestras garras en Klondike, en Siberia, en los Cárpatos...
raspado del cuarzo rugoso
extraordinariamente blando
y maleable, dúctil
mecánicamente procesable, de
lenta reacción,
custodia de oro, que te inclinas por tu tallo,
ni oye ni habla,
una esencia
del cerebro más íntimo -
oh blástula, oh gástrula, oh huésped
de mares alejados, y que viaja
como por estanques crecientes,
ameba, oh
en el oído del estanque hay rumores del mar.
EN VEINTE AÑOS
me pondré vieja, ¿eh? Es decir, achacosa,
debilucha, tendré lagunas de memoria,
de percepción, más que casuales, sí, seguro:
sistemáticas, casi.
Los tales agujeros, como apolilladuras,
serán por otro lado, sin embargo,
concentraciones de tejido -pero sólo agujeros para mí-
indisolubles,
impenetrables nudos. Y yo en medio.
Desde que puedo pensar, un vocerío siempre,
cuando consigo ir a alguna parte, de alguna parte
(inesperadamente) a alguna parte.
Habré compuesto, hilado, este ir,
de por vida, en un texto, pluscuamperfectamente.
Así percibiré, con todo, de modo duradero también,
cada vez más agudo, más rápido que ahora & de por vida,
lo que, espesado, permanece,
en tanto que yo amenguo.
Amenguo, me paro más y más, de pie, me pasmo
y se acabó. Me doy la vuelta, ¿igual que ante puertas cerradas?
Estar ausente, al fin, igual que siglas
de perspectivas que me rebasaron
estando ya en el mundo, de pasado imperfecto.
Valor de soldado en campaña, resignado a su sino.
Igual que comadreja, que sea, claramente,
lo mismo que el arroyo: agua resplandeciente.
No escucharé las cosas indigestas
que se digan. Materia pura, cállate.
Agujeros semánticos, dura traba del ser
(inalcanzables bocados de contrarios). Sirven,
unidos entre sí, como una jaula
(o sólo los enlaces, sin nudo), y allá adentro,
metido en un rincón, el pollo intimidado
(y que revolotea, si alguien viene,
con alas recortadas.
Como acosado.)
Como aterrorizado.
Las miradas de la anciana, pequeñas, se deslizan,
a menudo lo he visto. Así anda errante,
estupefacta,
pues no es ya la perdiz de las estepas.
La ira.
LAS NUBES POR ENCIMA. TAN SÓLO SÉ UNA COSA
Ando junto a la rueda.
La carreta es más alta que yo.
Transporta una elevada carga.
Quedan atrás
fachadas delicadas con el aire.
Rematan los tejados.
Todo se eleva aún más a mi derecha.
Termina entonces, pero a la derecha, delante,
el castaño se yergue.
Un sendero, en la aldea, una
calle de aldea, nuestra.
La carreta se aleja.
¿El carretero en su pescante?
Mira alegre. Los bueyes miran como bueyes.
Yo miro grave.
Lo mira aquel que viene hacia nosotros.
Tengo ocho años.
El carretero, edad de carretero.
Los bueyes forman parte de los bueyes.
A la derecha, al lado de mis sienes,
el trapecio de tablas del carruaje.
Nada, el huerto, a la izquierda; y a lo lejos,
donde el huerto termina, la casa familiar.
Voy con la carga.
Mira con picardía el carretero.
Debajo de la gorra con visera,
las pequeñas arrugas eternas de la risa.
Sigo junto a la rueda,
como si fuera yo la que agitara
cuidadosa las riendas.
Es cuanto existe ahora, bajo riendas aladas. Un dulce vuelo.
Las mismas maniobras de siempre
Un cierto horror o un asco diminuto, aguzado:
avispas/ (las avispas) machacan un corazón de
pollo,/ frito, seco y con mordidas, pedacito de
corazón (que los gatos/ dejaron en el suelo –/
Cómo me maltrata el lenguaje / al describir/
nombrar, cómo se me impone su medida)
La posibilidad verdadera
Uno y el mismo texto (a pesar de los muchos de tal tipo).
Las mismas maniobras de siempre. Y despertar emociones
para las mismas maniobras de siempre.
Decirle a la primavera: “la primavera”, al aire “aire”.
Admirar la piedra (la que cuida una esquina del muro),
la piedra protectora en el portal. La de forma de cráneo, la que no tiene boca.
Cómo el ciervo padece en las pezuñas el frío.
Saber de las orillas del hielo, musgo eterno, uno por uno,
un diluvio en el violín. Duro cual piedra, frío como el hielo.
Para ese propósito no, para eso yo no habría servido.
Sutil
Una columna de fuego
semejante a aquella que paseaba
en el espacio entre signos, para indicar
que el espacio no era un sueño;
una columna de fuego proteica.
Una columna de fuego constante.
Que arde sempiterna.
Que no deja de estremecerse.
No deja que el fuego se apague.
Si ocurre, se enfría.
En tal quietud arde por siempre
el alma: columna de fuego,
patente y de manera sostenida,
es decir: en caso de que algo se malogre,
falle el blanco, sucumba, se vaya a pique,
sigue ardiendo a proporción y espíritu constantes,
de forma discreta como acechan los miedos.
La excitación de costumbre.
Una columna de fuego constante.
Con toda claridad una sonrisa social.
Y cuando el oro se le desprende
llamean los pavores en orfandad.
Calor y ruido de máquinas
Un cierto horror o un asco diminuto, aguzado: avispas
(las avispas) machacan un corazón de pollo,
frito, seco y con mordidas, pedacito de corazón (que los gatos
dejaron en el suelo –
Cómo me maltrata el lenguaje
al describir/nombrar, cómo se me impone su medida)
La ajada migaja se deshace, las avispas –
(o quizá sean moscas que parecen avispas, ¡me toca vengarme!)
zurean sobre la exhausta mesa de madera.
Al brillo del sol luce exhausta.
El despertar confianza, lo que alguna vez fue su orgullo, pino,
apenas hay rastro de tal presencia.
Mas cómo entonces, al constante fluir de hojarasca y de viento,
la miga de corazón se deshace, ya casi polvo,
y abajo en mi corazón se machaca un agudo
horror diminuto, asco acaso.
El tono de las máquinas se mantuvo impasible, taladraban…
Elke Erb nació en Alemania, el 18 de febrero de 1938. Poeta, editora y traductora. Ha publicado más de 15 libros de poesía, además de ensayos y traducciones del ruso: Achmatova, Chlebnikov, Essenin, Pushkin, entre otros autores. Recibió el premio F. C. Weisskopf de la Academia de las Artes de Berlin, en 1999; Premio Peter Huchel (1988), el Premio Honorario de la Fundación Schiller (1993), el Premio Georg Trakl de Poesía Lírica (2012), el Premio Ernst Jandl (2013) y el Premio Georg Büchner, principal galardón de las letras germanas. Entre sus libros publicados, se encuentran: Gutachten, 1975; Einer schreit: Nicht!, 1976; Trost, 1982; Unschuld, du Licht meiner Augen, 1994; Mensch sein, nicht, 1998; Leibhaftig lesen, 1999; Sachverstand, 2000; Lust, 2001; die crux, 2003; Gänsesommer, 2005; Meins. Gedichte, roughbooks, Wuischke, Berlin und Holderbank 2010; Elke Erb. (= Poesiealbum. 301), Märkischer Verlag Wilhelmshorst 2012; Das Hündle kam weiter auf drein, Gedichte, roughbooks, Berlin, Wuischke und Solothurn 2013. "Poesía como un intento de dinamitar las petrificadas estructuras..., poesía como incesante esfuerzo reflexivo..., poesía como utopía infantil. Tres impulsos irreconciliables, que convergen sin contradicciones dentro de su obra", según el poeta suizo Urs Allemann.