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Crónica del paso de la cordillera

Por: Álvaro Marín

CRÓNICA DEL PASO DE LA CORDILLERA
(Fragmento)

Cabezas clavadas en las puntas de las lanzas
nos muestran que no somos los primeros
en intentar el paso de la piedra empinada.
La realidad es feroz, lo monstruoso domina
por el terror: la realidad pura, la estrecha realidad
de la muerte representada como cabeza lanceada
es una forma del terror.
Vamos, unos dormidos, otros sonámbulos;
otros deliran: “esta es la historia” dice el moribundo entre los brazos de su mujer, “esta es la historia,
es el paso de la cordillera en el año de 1819”. Desvaría, el pobre delira.

Y alguien pregunta por los hombres talados,
por los cuerpos arrojados al río: es la mujer,
la fantasma loca, la esposa del supliciado.
¿Quién viaja por estas laderas de muerte?
Pasan los arrieros del viento
con sus recuas de mulas hacia la colina incendiada.

Las toscas medialunas de las herraduras
tachonan la noche de verdinegra melancolía:
mulas de fuego y mansedumbre,
mulas de grano y de arsenal,
monturas del relámpago, mulas de oro,
grises mulas de sombra y camisas sangrantes,
cadáveres al lomo de la niebla.
Mulas del páramo y de la ardiente playa,
bestias de dios en la procesión silenciosa,
en el misterio de no saber
hacia donde llevan nuestro cuerpo talado
como un tronco de árbol.

Y estas medialunas
relumbran sobre el pan amargo
y sobre las cuerdas reventadas
que los músicos ya no saben tocar:
los dedos separados del pie,
los ojos ya fuera de sus cuencos.
Pasan los frutos desprendidos del árbol,
y es realmente el cuerpo de Colombia
el que pasa en andas
sobre el lomo de los caminantes
en la fiesta del Corpus.

JAMÁS BÁLSAMO

Noche: sexo de la tierra
negra negrísima noche.
Arribamos al silencio
a su caída de hoja al vacío
descendemos a una profunda
y silenciosa herida
en el socavón de la noche
buscándonos, acariciantes
como si fueran luz nuestros cuerpos.
Ocultos bajo la piel entre las aguas
de un negro océano.
Continuamente caemos
como las hojas del viejo árbol
continuidad de los cuerpos
siempre herida y fulgor jamás bálsamo.

Nos herimos con nuestra sed
amor dices aún en la herida
¿cuánta guerra por un poco de luz
cuántos días huyendo?

Escuchamos nuestras voces
¿pero cuáles son nuestros nombres
en el vacío?
Ven dice ella entra de nuevo al musgo
y humedece el polvo de mis huesos
yo también tengo sed.

AGUA CENICIENTA

Agua estancada,
muertos que no han muerto aún
y yacen en el fondo.
Pequeños seres detenidos:
esa mujer tiene una voz bella, canta,
y su voz crece
y su cuerpo de burbujas es una niña vieja
atrapada en el sedimento. O aquel hombre
hubiera sido un patriarca
y sólo es el rey de sus andrajos.
Y los niños que se suicidan en mitad del juego,
y los perros y los flacos caballos citadinos.
Agua de olvido, agua cenicienta,
con las algas, las anémonas y las muñecas desmembradas
y la voz bella de la mujer que canta
y nos llama desde el fondo del agua estancada.


Álvaro Marín nació en Manzanares, Caldas, Colombia, en 1958. Hechizado por la poesía de César Vallejo y Miguel Hernández publicó su primer libro de poemas, Jinete de Sombras, en 1992. La publicación fue un reconocimiento que le hizo la Casa de Poesía Fernando Mejía de Manizales, luego fue invitado al Diario El Espectador de Bogotá para colaborar con notas sobre cultura y literatura en el Magazín Dominical dirigido por Marisol Cano y coordinado por el poeta Juan Manuel Roca, medio que jugó un papel crítico importante en la vida cultural del país en los años noventa. El hechizamiento con la literatura y la poesía fue mayor cuando leyó a los poetas Cardoza y Aragón y José Lezama Lima y a los narradores Macedonio Fernández y Alejo Carpentier, tenía en este tiempo una lectura de escritores europeos, pero el acercamiento interesado a la expresión latinoamericana fue para él una revelación de sentido histórico y poético a la vez. Recibió otro reconocimiento en poesía al ser destacado uno de sus libros: Noche líquida en una convocatoria latinoamericana del Festival de Poesía de Medellín.  Publicó en 1997 La brújula no quiere marcar más el norte, un libro de ensayos sobre cultura, política y literatura. En la actualidad trabaja en un ensayo sobre la expresión latinoamericana y en algunos procesos de comunicación popular. Refiriéndose a su obra Rodríguez Tosca afirma: “Nos sentimos desubicados cuando dejan de escucharse las réplicas del eco y una voz venida desde la entrada de la cueva nos alecciona con una monserga diferente. No debería desconcertarnos una visita que, lejos de irrumpir sin permiso para desordenarnos la casa, nos regala una ruta de más. Yo la recibo como una alternativa de lucidez en medio de la solemnidad pragmática con que suelen abordarse los llamados temas trascendentales.” 

Última actualización: 26/03/2020