Alberto Nessi, Suiza
Por: Alberto Nessi
NO DIGAS
No digas fuego si la hiedra en septiembre
no lleva una mariposa con alas de llama
sobre flores que las abejas saquean
entre hojas corazón trepando por los muros
no digas lluvia si el caracol calla
por las sendas de la adolescencia
si la oscuridad del olvido arrastra a los muertos
como un desprendimiento de piedras
no digas otoño si nadie responde
en el marco azul de la ventana,
si mudo está cada tambor en la noche
de los sueños, si los pájaros se han ido
no digas amor si la colina de los ojos
no refleja los viñedos y el renacer
de las hojas que crecen tras la ceniza,
si antes de nacer la sonrisa se apaga
no digas gracia si la perla del alba
no se enciende para todos en la mañana,
si la esperanza no ofrece una rama firme
a quien vaga perdido en la niebla
no digas patria si la sombra de la piedra
no ofrece amparo al alma errante
de quien huye de silencios de muerte
hacia una palabra que no miente
no digas cielo si los hombres se matan
aún y siempre por los caminos del mundo,
si la vida es un andrajo arrebatado
por el viento del odio y de la locura
no digas nada si la luz no resplandece.
PASAJE DE LUZ
Te busco como a una hermana
por las lomas te persigo
antes que el jabalí de la noche
oscurezca en la espesura
luz que te alimentas de ti misma
y el horizonte enciendes
-¿alguien desde allá se nos acerca?-
espejo que reflejas mi rostro
madre de perla, espléndida concha
que reluce en el ojo del mirlo,
cada vez me maravilla
tu mirada
rosa y humo, color transmutante
como el color de la llama encendida
en el marzo frío de los pueblos, vana
onda que te alejas
a veces te espío tras las cortinas
como el muchacho espera la fiesta,
miro allá arriba donde al bosque acaricia
tu gasa luminosa
iremos por frambuesas en las sendas
con los compañeros hasta los prados
altos: eso es lo que me mienten
tus pétalos recién florecidos
pero cuando subes lentamente la cuesta
me agrada aún más, mujer al despertar,
tu batalla sonriente con la sombra
acompañada por la oscuridad del torrente
por el clarear de los pájaros de la mañana
entras en las vaguadas, acaricias la cresta,
penetras en las grietas de la roca
expulsas el mal.
LAS COSAS
-¿Dónde pones todas las cosas que lees?-
me preguntas tras el aguacero
mientras el cielo se enciende de relámpagos
tardíos. Azul cobalto con ceniza. Yo estoy sentado
como un hindú, espío desde el diván. ¿Dónde las pongo?
Unas pocas terminan en los escombros
cada último jueves de mes pasa el camión
y se lleva las alfombras falsas
los sillones agrietados, los juguetes cojos.
Unas pocas se enredan en los hilos, otras se las
lleva el viento, las entierra en la arena.
Quedan las cosas que no dejan en paz
las cosas que cortan, que hieren
las que cavan galerías
las cosas que gorjean y relucen
las cosas vivas
las cosas.
Alberto Nessi nació en Mendrisio, Suiza, en 1940. Poeta, narrador, profesor. Estudió Letras en la Universidad de Friburgo. La mayor parte de sus obras han sido traducidas al alemán y francés. Sus principales publicaciones son sus poemarios: I giorni feriali, l969; Ai margini, l975; Rasoterra, l983; Il colore della malva, l992; Blu cobalto con cenere, 2000; Iris viola, 2004; Ode di gennaio, 2005. También ha publicado los libros de prosa: Terra matta, 1984; Rabbia di vento (Textos y testimonios sobre la suiza italiana), l986; Tutti discendono, l989; Fiori d’ombra, 1997; La Lirica, 1998.
Según Vicente González Martín, “Alberto Nessi no se limita a esa recreación de tipo crepuscular o hermética; junto a las referencias al pasado y a la naturaleza, el poeta se compromete en su poesía, lo que en la crítica literaria se denomina il empegno civile, sociale, ese compromiso civil que tiene con la gente de la tierra y con su problemática. A veces juega con la ironía entre la necesidad de un cambio y la maldad o las resistencias que hay a este cambio en la sociedad que él está viviendo. Hay por tanto esa memoria del pasado y el presente que aparece continuamente. Hay muchas historias en su poesía, pero historias que van a narrar con un lenguaje, en algunas ocasiones, cercano a lo que Jean Cohen llamaba grado cero de la escritura. Son historias que va a reconstruir con pequeños indicios, como si fuera una crónica de un periódico, una noticia, un recuerdo: construye historias no de grandes personajes sino de vidas residuales, de vidas muchas veces anónimas, anónimas para los demás, no para el poeta que conoce perfectamente a estos personajes. A jóvenes enfermos, a animales amenazados, a una civilización campesina que de alguna manera se resiste al avance pero que inevitablemente tiene que llegar a él. Por último, hay un lenguaje que, sin llegar a lo que es la desemantización que llevan a cabo por ejemplo las neo-vanguardias, permite en la construcción del verso lo que los neo-vanguardistas llamaban un ritmo atonal, un verso donde no hay una preocupación excesiva pr la rima, aunque a veces aparezca (da la impresión de que aparece sin quererlo el poeta); hay un tono de lenguaje prácticamente hablado pero que se va convirtiendo en un ritmo vivo, continuo. Las metáforas son muy pocas, el lenguaje es muy directo, el léxico es muy concreto, hecho de cosas conocidas, no es le léxico abstracto de la retórica sino el léxico cotidiano”.