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Julieta Valero, España

Tomada de El País
Fotografía de Pilar Vallalaín

Por: Julieta Valero

 

A veces no hago el amor contigo
Ocurre que tu cuerpo me rescata

(un cuchillo ignora su importancia, su
tremenda importancia)

de la soledad que la piel impone

(tener filo condiciona seriamente)

a mi sangre. Y se vierte o escapa

no sé qué marea, acaso antigua.

Mundo.

No. A menudo no es contigo con quien

hago el amor.

 

NADA

En la fe que te tiene tu madre; contra el vinilo felino de su olor, contra su cielo
protector y esa dulce enfermedad que ella nombra con tu nombre
Nada

Nada en la previsión del deseo y en su escritura.

En la calma que sucede a la coronación se restauran los relojes;
ahí, sobre la fría tarima de ese puente, Nada.

La brevedad que arrebata a perros y gatos abruma de indignación a un arcángel compasivo. Él no se prolongará mucho más y a estos tres dolorosos misterios
sucederá un silencio con nuevos personajes del que se deduce Nada.

Nada en la resaca de los cines, en la digestión de los juegos de pelota; sobre la
oferta del humus crece Nada. Incluso la idea y consumación de París, la idea y
consumación de los mares del sur y el refugio de la Historia son Nada.

Nada en la párvula ira ante el noticiero.
Los músculos y sed de justicia, la palabra lealtad, la palabra y el río duración se
comportan como olas. Eso duele, cuestiona el nivel del mar y certifica
ácidamente Nada.

En los voraces. En los voraces que son multitud y en la casa que les tiene cada cual.
En la noche que expanden y en la respuesta del arrabal con tambores de
hambre, deseo y odio puro. El episodio de la injusticia es hoy, el episodio de la
injusticia es uno y va convirtiendo sus nombres en Nada.

Los rincones limpios. Lo que cuesta regresar al silencio del lactante.
El que busca la eternidad en su huerto. El que tala durante años su alma y se encuentra un hueso blanco, de acero.
El que habla con Dios y no deja de afeitarse.
El insomnio del petróleo y el que sabe este secreto.
El deficiente, su suerte probable. El círculo en que el perverso se cumple.

Y el destino o historia del sudor, en fin, su final pequeño. Son Nada.

Y amor: en esta lengua muerta que nació y habrá de irse con nosotros.
En sus caderas prolongando el mediodía, en tus caderas como tábano infligiendo
mortal soledad.
Donde corazones semejantes liban su debilidad como llagas preciosas.

En toda tierra prometida, en toda vida ausente.

 

DÓNDE PUEDE SER VISTO.
QUÉ LUGARES FRECUENTA

Transcurres en todo lo que queda innombrado.
Sucedes en la arena que a la mano del tiempo se escapa.

Ocurre tu sexo mientras nadie lo mira,
florece y se licencia
en un triste salón
y nadie va a verle.

Tienes lugar en los ojos de tu madre,
en la boca de amigos, sastres y tenderos,
en el silencio de los contables,
en todas las palabras, comidas y siniestros
a los que renunció tu memoria.

Pero aconteces como nunca en las aceras
cuando libre de vigilias irrumpe
tu sola forma oceánica.

Tu sola forma oceánica,
los modos del mercurio.

Eres un exilio, un empeño en mil direcciones,
la fuerza del viento y su mal maridaje.
Parece que tus ramas brotaran alianzas,
que todo fueran signos de un íntimo
alzamiento.      Y caen
las hojas, y no hay estruendo,
sinfonía ni conclusión.

Aunque exactamente hermoso, un instante.

Nunca sabrás el rostro que llevas cuando nadie te mira.
Es un pez del abismo, es un cuento hecho carne,
lo que dicen los dioses cuando está amaneciendo,
lo que piensa un atlante cuando ve que le acechan.
Don del errante, gran dignidad y un lecho para la dulzura.

Pero tú nunca sabrás de ti en tesoro.

Los días cabalgan en los días,
porta un recuerdo de sí todo lo que se rompe,
la ciencia del collar rige a los mortales.

Pero tú nunca, unánime nunca, nunca cielo de ti.

 

Barcelona

Barcelona está bien en los cielos.
Allá arriba duerme lo negado,
lo que el reo de tus ojos
ya se encarga de desear.
Y parten sus aves en busca de ventura.
Sí. Barcelona y el mar deben seguir
percheando tu deseo.

Deja a Barcelona al noreste de la ansiedad.


Conocerla sería apagar sus incendios,
sufragar su miseria, violarte el espejismo;
un rumor de mercado enhebrando tus plumas.
Conocerla sería conocerla
para luego entender que la has perdido,
y que ya no sabrías perderte en su olor imaginario.

Barcelona triunfa colgada de tu afán.


Porque triunfa en los techos y no existe,
no deben caer las torres sagradas,
no debe ensuciarse el azar de su lodo,
que no pierdan esos labios sus mestizas vocales,
su besable extranjería.
Porque son como caderas, no se tocan.


Pues no tienes dios y del arte vas dudando,
protege la fe en las postales de tu frente.

Barcelona ignota. Barcelona a salvo.
Barcelona al noreste del deseo.


El dolor, ejercicio de cálculo

El principio de los tiempos, ahora
mismo, todos los seres

-millones de auroras
de caminos, de germinaciones, interminable
ristra de ojos, haz que no cesa-

que han pasado por el mundo

-augurios, coronas, el semen, palabras suspensas, lo perecedero-

todos aquellos que ruedan

-piel que no olvida ningún tono, lenguas inauditas,
conjuntos que el sol deshizo-

en este instante por el mundo

-el frío, el hambre, la pena, la perversión del hombre, poema infinito-

¿cuál, de entre ellos?

-ahogados, quemados, la tortura,
el abandono, ¿resuena en un tórax, la cuerda del dolor
lo mismo en Chicago que en Sodoma?
Campamentos, nieve, tiempos remotos o la próxima esquina
leyes y materia para un día
de imposible reconstrucción-

¡cuál, de entre todos ellos!

-y la insistencia, aquello que se encarniza o
simplemente se enamora, el dolor
tomando un cuerpo por posada-

fue y no lo supo, el perfume del Caos

-inquisidores, césares, soldados convencidos,
apóstoles, un sencillo homicida,
un cocinero de pavor y epifanía en sangre-

la moza abierta para el Caos

-un niño, luego un hombre, luego un niño,
el dolor no precisa anchas camas-

la cruz del Caos fue, o el foro del espanto

-en Persia, en Tebas, Bombay o Girona
sobre dos piernas y en torno a un vientre
ambicioso de pan y regalos blanquecinos-

el Elegido de Dios

-al alba, junto a un mar; noche-noche o luz absoluta-

de un Dios entonces más pequeño que un discurso

-hay tantos credos como vidas guarda una ola-

más concreto y deficiente que cualquiera de los Hombres.


No hay ley, máquina o cejas que dibujen el rostro
del que más ha sufrido, pero ha estado aquí
y todos los Hombres le tienen por rival,
y todos los Hombres soportan su rostro, un rato.

 

Galicia-agosto-otra mujer:


En estos días de verano
una mujer discontinua, pariente de olas y sórdidos menajes.
En este verano plagado de días para los que no tengo alimento
una mujer arrasada y sinembargo.


Y me mira, me mira enseñando el sistema nervioso,
a mí, sólo a mí, que me pongo hermosa de privilegio;
se abre la camisa y tiene dos llagas para mí,
que me revelo deseable como un desarraigo
e ingreso en la vida azarosa de los espías.

Una mujer arrasada y aún es tiempo.

Y en mí conoce al fin puente y calidez.


«Trabaja con las manos» -alguien dice-.
«Se le cayó el alma en un descuido y
la saca los domingos de paseo»
-susurran sus órganos, todos con fiebre-.
Y yo sé más de lo que debiera
escuchando su cuerpo de último esfuerzo por todo;
su cuerpo brotado a destiempo en un bosque
de árboles esbeltos como niñas
(«todas eran más guapas» -admitía su madre-).

Hoy son muchos los hombres y mujeres que corren a escuchar
lo que canta su desnudo.

¡Oh tierra que pace once meses bajo el agua!
¡Oh cuerpo hermano al borde del abismo!
Dadme plaza en este mes que a todos los ojos convoca.

La casa que habitamos apenas ha notado un susurro.
Los árboles de ahí fuera nos distan con jurásica piedad.


Se irán las diminutas clavículas de mi perro, que sostienen su tanto,
te llorarán los pechos con pena cada día más blanda.
Y me muero, me estoy muriendo en el sol,
me estoy muriendo de una pequeña dimensión
porque toco la vida y es tan frágil que me enferma.
Me muero de pena por todo lo innombrado
esa mujer y su puente hacia mi rostro.


Una fina corriente arrastra pronto el luto.
Soy desleal tal cual tomo aliento.

Viene mi amante, entran los días; yo diré si me tocan.
Bajo al comedor y ya te estás diluyendo, no nos hemos sucedido.
Silencio. Nuevos visitantes.


Julieta Valero nació en Madrid, el 27 de Julio de 1971. Poeta, narradora, ensayista y editora. Estudios de Filología Hispánica y Literatura Española Moderna y Contemporánea. Obra poética: Altar de los días parados, 2003; Los Heridos Graves, 2005. Co dirige y presenta en Madrid el programa de radio A ras de verso. Ha recibido el XVIII Premio de Poesía y XVIII Premio de Cuentos por parte de C.M.U. Isabel de España (1997); Fue nominada para el Premio Adonáis de Poesía en 1998 et 1999; IV Premio de Poesía Joven de Radio 3 por Los heridos graves (2005); XXII Premio de Poesía, "Cáceres, Patrimonio de la Humanidad" por el poemario Autoría14​ (2010); Premio Ausiás March.

Nos dice la autora “Una poética se extiende por diversos ámbitos y toda una vida pero debería comenzar por la razón de la escritura. Escribo porque no hay una proporción directa entre los instrumentos perceptivos (y el ánimo) con los que venimos dotados para realizar el trayecto de la "realidad" cada día y la necesidad de penetración, de comprender, que frecuentemente también traemos de serie. La creación permite intensificar la realidad, trascenderla; alcanzar uno o dotarla a ella (según se sea agnóstico o se piense en el mundo —y en el lenguaje— como algo ya creado) de dimensiones más complejas y profundas. En cualquier caso la poesía es un instrumento para compensar esa VARIEDAD DE AUSENCIAS que sufre el hombre moderno —ausencia de Dios, de espacios para asentar lo que llaman "yo", de voz civil, etc. Será por eso que el creador establece una identificación (probablemente patológica) entre la escritura y la sensación de estar vivo. (El arte parece convertirnos en algo más que nosotros mismos porque es génesis pura, inaugura mundos, además es un entrenamiento perceptivo constante que nos hace mejores y que no sólo produce significados, también placer. De una "certeza" así había que hacer profesión interna. No creo en el conocimiento como categoría absoluta sino como un menor grado de ignorancia. La poesía es uno de sus más eficaces instrumentos. Sí, creo que después de un periplo histórico plagado de servidumbres ha recuperado su función primera, ontológica, espiritual: quiere nombrar lo inefable, dar cuerpo a través del lenguaje a lo que no es pero cuya ausencia se siente de forma lacerante. Esto no determina ninguna estética concreta; toda opción cabe siempre que la poesía sea necesaria; enunciación del hombre ante la vida y su interrupción. Otra cuestión significativa: ¿Cómo se genera? Existe esa percepción intensa (llámese epifanía, impulso musical, inspiración, etc.) que constituye en sí misma un universo, un espacio. El poeta no lo conoce a priori; extraerlo o crearlo (volvemos al tema de la fe) es su tarea y su oportunidad. A partir de aquí la poesía es construcción y ésta debe ser integradora (la virtud cardinal para casi todo) de una serie de elementos cuyo mayor o menor peso depende de cada cual y su circunstancia pero que han de estar presentes: emoción, reflexión, comunicabilidad, inserción en el tiempo (la memoria...) y en su tiempo histórico. En cuanto a su materia, el lenguaje, la relación con él es necesariamente precaria; el deseo de significar y el aluvión que proporciona lo sensorial se confunden. Pero es una relación hermosa, misteriosa, casi física. En cualquier caso hay que continuar haciéndose siempre el recordatorio de que toda práctica trascendente no es más que necesidad. Olvidar esto nos hace más intransigentes y menos libres.”

Última actualización: 11/01/2022